La fiebre por las marcas

Lun, 19/02/2018 - 07:02
Recorrer las definiciones de la palabra marca en el diccionario de la Real Academia Española
Recorrer las definiciones de la palabra marca en el diccionario de la Real Academia Española deja una que otra impresión sobre algo destacado, en especial en las acepciones relacionadas con la exclusividad de un producto y su calidad superior que implica algo de prestigio. Quizá por eso la respuesta de muchos consumidores es doblegarse ante cualquier talanquera (precios, calidad en la atención) que lo separe de un producto que ostente algún logotipo de esos que trascienden de las pantallas, las vallas o los impresos. No son extraños los reportes de interminables filas que durante horas mantienen quienes quieren adquirir la nueva versión de productos como teléfonos, consolas de videojuegos, así como quienes en masiva asistencia se funden en una sola masa que persiguen promociones en fechas especiales. Por lo mismo, desde hace tiempo, aparecen esos personajes que ostentan ante los demás que su ropa, su vehículo o sus accesorios tengan el respaldo de uno de esos nombres que parecen ser garantía de exclusividad. De hecho, la protección legal a la propiedad de nombres y marcas busca, en el mundo entero, reconocer a quienes han innovado, desarrollado, investigado y producido un proceso o un artículo. Pero la contraparte es el desmedido deseo de mostrar su uso y el costo que eso representa. En una entrega anterior comentaba sobre el fenómeno de las “marcas propias” que toma cada vez más fuerza en los supermercados. Son productos de la canasta básica, que inclusive producidos por los mismos responsables de los artículos de tradicional reconocimiento en el mercado, aparecen en presentaciones más sencillas a menor precio. En la industria farmacéutica persiste una larga discusión sobre los medicamentos desarrollados como genéricos pero que están compuestos con moléculas que, según dicen, se comportan en los organismos con características que los expertos llaman bioequivalentes, por lo cual en teoría remplazan costosas medicinas utilizadas, en ocasiones para tratar enfermedades graves. Ni qué decir del mercado que a la par ha surgido, que en Colombia recibe denominaciones como “chiviado” o “pirata” y que abarcan desde la ropa, las billeteras, los bolsos y los perfumes hasta las películas, la música y los libros. Llegó el punto en el cual los escuché a autores y a músicos que una buena medida de éxito era saber que su obra circulaba falsificada en los semáforos de las calles. Creo que ese mercado existe por la verdadera razón de estas letras: criticar el desmedido deseo de tener productos de marca, inclusive sin saber si lo son. Y me detengo en ese punto para decir que, por ejemplo, escuché de una persona que trabaja el cuero para producir artículos para una fina marca que a pesar de que tengan todas las garantías de ese nombre, la calidad de los cueros ha decaído por cuenta de las restricciones ambientales para el procesamiento de la materia prima. Que, por lo mismo, están pagando la mano de obra a menores precios, aunque eso no se refleje en las fulgurantes vitrinas de centros comerciales o de refinados sectores de la ciudad. Y pienso que enloquecerse por hacerle fila a un restaurante o quedar socialmente bien por portar o regalar prendas con elegantes y a veces impronunciables nombres puede causar un dolor al bolsillo y podríamos evitarlo. Recuerdo un viaje a los Estados Unidos en el cual vi una parte del grupo con el cual estaba que corrió a buscar precios favorables de una marca tradicional de pantalones que en letra pequeña en la marquilla decía que habían sido fabricados en Colombia. Y sé de sitios de muy buena factura que no cobran tanto. Sería bueno reflexionar sobre estos aspectos, comparar precios y si es del caso esperar a que bajen las temporadas en las cuales despiertan el sentimiento hacia seres queridos como el día de las madres y luego el de los padres (o el reciente importado San Valentín), solo para que el dinero salga fácil de los fondos de quien sufre adquiriéndolo.
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