La secuencia era casi terrorífica en mi casa, pero yo le encontré un encanto. En cada quincena mi mamá iniciaba un paseo entre los supermercados vecinos. Ella sabe desde hace más de 30 años, en dónde venden más barato el aceite, en dónde sale más económica la panela, cuál es el mejor precio del arroz y ha mantenido invicto el precio de las frutas, en particular el de la guayaba, fruta que aún hoy no falta en casa.
Por eso, cada dos semanas había un paseo para encontrar esos productos y lograr así contar con los víveres necesarios y con una satisfacción adicional definida por mi madre como “ponerle la trampa al peso”.
Decía que le encontré un encanto: un día resultamos yendo en bicicleta y yo cumplía con la tarea de conductor. Y eso no me disgustó. En el fondo adquirí la idea de comparar precios para encontrar el más favorable y por eso ahora creo que inclusive estas letras pueden ser parte del efecto colateral de esa tarea bimensual.
Hoy, el tedio de caminar de un lado a otro ha menguado la voluntad de ir, pensando, además, en el costo del tiempo. Pero aparte de la lección de comparar, he venido poniendo en práctica otras. De pronto sirven de algo:
- Consiga cantidades al por mayor, en particular de elementos de aseo. Los detergentes y los limpiadores tienen algunas presentaciones en envases grandes que permiten que con repuestos puedan seguir siendo útiles. Esos repuestos siempre son más baratos y reutilizar los envases le economizan empaques al planeta.
- Al comprar papel higiénico, confirme cuántos metros tiene cada rollo y calcule su precio unitario (algunos supermercados hacen el cálculo y lo publican en letra pequeña al lado del precio). Pero revise también el diámetro del vacío del rollo y qué tan apretado está. Con un vacío grande o un rollo inconsistente puede haber menos papel. Inclusive hay una versión que, en vez de cartón, trae un rollo más pequeño que sirve para llevarlo en cualquier bolsillo.
- Explore los sabores de las marcas propias de los supermercados. Muchas de las industrias las fabrican para los supermercados y con la misma fórmula.
- Mire los productos ubicados en las partes más bajas de las estanterías. En esos sitios están los de menor precio.
- Cuando encuentre promociones 2×1 verifique la cantidad que le ofrecen y su precio unitario. A veces solo quieren acabar existencias.
- Mantenga claros los precios de los productos que usa con más frecuencia. Solo así descubre cualquier variación.
- Si va a tomarse la leche apenas llegue a su casa y más aún, si la va a dejar en la nevera, ¿por qué tiene que comprar larga vida? Como su nombre lo indica, el producto está indicado para cuando va a tardar en usarla o cuando la refrigeración no es inmediata. Puede ahorrar el sobrecosto si compra la normal (que vale casi la mitad).
- Revise las fechas de vencimiento de los productos para evitar que tenga que echar a la caneca algunos que expiren poco después de comprarlos. A veces hacen promociones con los que están por perder su vigencia.
- Sepa que en los supermercados tienen expertos que estimulan sus sentidos para favorecer las compras. Entonces, tenga claro que puede ir prevenido con un presupuesto definido sobre lo que necesita y abstenerse de dejarse llevar por los deliciosos olores, los colores especiales, los productos que lo llaman en las cabeceras de las góndolas o que están al lado de las cajas… y sospeche cuando encuentre desorden de cajas en algún rincón, quizá solo quieren parecer una “tienda de barrio”, en donde usted suponga que los precios son más bajos.
- A propósito de tienda de barrio, sepa que esa fruta tan colorida, esa arveja desgranada, esas verduras tan bien ordenadas saben igual que las de la plaza o inclusive las de la tienda y puede esquivar el costo de lavar, maquillar y pelar. Sube bastante el precio. Y si le causa sorpresa que use la palabra maquillar, considere que a algunas frutas las hacen ver más brillantes, en especial cuando podrían empezar a dañarse, así se las lleva más rápido el incauto.
- No escoja los desodorantes que están en el borde del estante. Esos terminan sirviendo de probador, pues todos los cogen y por lo tanto llevarlos es comprar menos contenido. Estire la mano y tome alguno de atrás. Pero mejor aún, vaya a un expendio al por mayor y busque al menos la docena, si calcula, le puede salir más favorable.
- Las máquinas de afeitar son solo cuchillas empotradas en un dispositivo con mango. No tienen género. Solo sirven para cortar vello. Por eso, los hombres no deben dejar de pasar a ver el precio de las rosadas. Y las mujeres deben mirar las azules. No falta que puedan llevar ese producto al precio menor y nadie va a burlarse en su baño de que use un elemento del otro género (que solo difiere del color).
- De forma similar, los pañitos desmaquilladores pueden ser iguales a los fabricados para bebé. Revise el precio de los dos.
- Los medicamentos más efectivos para los cólicos femeninos no necesariamente son los de cajita rosada o morada. Esa es una presentación más costosa del mismo ibuprofeno u otros principios activos destinados a tratar dolores o contracciones abdominales. Están al lado de las cajitas con franjas rosa y cuestan menos. Confírmelo con su médico de confianza.
- A propósito de medicinas, cuando salga con su receta médica y vaya a reclamar sus medicamentos, pregunte cuánto vale si compra la fórmula. Con la tendencia de ahorro de costo de todos, a veces el bono es más caro que la tirilla de 10 pastillas que le dan y evita la fila.