Fiodor Dostoievsky dijo alguna vez: "el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos". Sin embargo, en Colombia, en tiempos donde la justicia se encuentra tan desprestigiada, esta frase debía cambiarse por: "el grado de civilización de nuestra sociedad se mide por el trato que le damos a quienes deberían estar presos" Esto se entiende como lo mal que estamos, dándole un trato especial a quienes deberían estar tras las rejas, no en casa por cárcel, sino detrás de unos barrotes con una pena justa, acorde a sus hechos.
Sin embargo, nuestra realidad es mas triste aún. En este país, donde uno de los narcotraficantes mas buscados del mundo, se entrega con la condición de construir su propia cárcel y decidir quienes lo iban a cuidar, no es de extrañarse que quienes imparten justicia sean de la colectividad mas corrupta del país.
Da vergüenza de solo pensar la corruptela haciendo justicia a su acomodo, vendiéndose al mejor postor, pero finalmente manteniendo su honorabilidad mientras el mismo pueblo los siga defendiendo a capa y espada.
Ahora, esto no es un fenómeno reciente, famosos casos de corrupción en la justicia, han hecho parte de la más vergonzosa galería colombiana. Desde jueces negociando condenas hasta fiscales borrando investigaciones, incluido el recientemente caso del fiscal "anticorrupción" y su corrupta clientela.
Según la ultima encuesta de Gallup, la confianza en las altas cortes y en general en la justicia va en caída libre, incluso mucho mas rápido que la imagen desfavorable de las Farc o del presidente Santos, quienes al parecer en contraste, van mejorando su imagen.
Lo curioso de esto es que se quiera justificar el accionar de los jueces y fiscales corruptos por el proceso de paz con las Farc o por el gobierno actual, cuando es claro que es un fenómeno de vieja data.
Mi generación y las anteriores, recordamos con añoranza romántica, los tiempos en que los magistrados eran nuestros héroes, verdaderos paladines de la justicia, personajes del nivel de Alfonso Reyes Echandía o Carlos Medellin o nuestro recordado Carlos Gaviria, verdaderos juristas, para quienes la justicia era prioritaria y no sus intereses de enriquecerse de manera pronta, aún cuando fuese vendiendo su alma y su moral.
Estamos ante una emergencia moral. Los que deben defendernos, tristemente solo defienden sus propios intereses o los de tercero que terminaran beneficiándolos con la tan renombrada "mermelada", la cual, ojala no sea usada en las próximas elecciones como caballito de batalla.
Seguramente pasará como antes, como siempre, la formula es la misma; usan la corrupción de la justicia para librarse de sus procesos judiciales. Luego se muestran como víctimas ante la sociedad y ya con el pueblo a su favor, hacerse al poder.
Esperamos que con la llegada del Papa Francisco hoy a nuestro país, esta emergencia moral en la que nos encontramos, mueva los corazones, las almas y las conciencias de todos los poderes del estado, en especial estos juristas y los regrese al camino de la justicia, la de verdad, la de todos y nuestro país por fin estabilice las bases sociales, amparado en lo que nos debe ser sagrado, que por fin se cumpla aquella frase pronunciada por Santander nuestro "hombre de las leyes" hace 200 años, cuando dijo "Colombianos, las armas os han dado la independencia, pero solo las leyes os darán la libertad".
La hora negra de la justicia
Mié, 06/09/2017 - 04:57
Fiodor Dostoievsky dijo alguna vez: "el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos". Sin embargo, en Colombia, en tiempos donde la justicia se encuentra tan desprestigiad