La romántica idea de tener un refugio de animales

Dom, 22/04/2018 - 05:53
En realidad, si alguien me hubiera anticipado en lo que me estaba metiendo, de pronto mi decisión habría podido ser otra.

Tener un refugio de animales es una idea muy romántica, idealista y desi
En realidad, si alguien me hubiera anticipado en lo que me estaba metiendo, de pronto mi decisión habría podido ser otra. Tener un refugio de animales es una idea muy romántica, idealista y desinteresada cuando el amor por los animales es lo que realmente mueve tu alma. Desde muy pequeña tuve esta idea loca de tener una finca donde pudiera dar acogida a seres necesitados, abandonados y maltratados, pero nunca dimensioné la responsabilidad y compromiso que se adquiere con estos animales y con la vida misma. Cuando me senté a escribir este artículo estaba en uno de los momentos más difíciles que me ha traído el haberme metido en este cuento. Tener un refugio de animales es una idea muy romántica y encantadora hasta que tienes uno, en realidad es una montaña rusa de emociones que no se detiene jamás. La primera perrita a la que le dimos acogida es Nikita o papaya como la bautizó mi hijo por ser gordita y amarilla, una perrita que se encontraba en un hueco totalmente aterrorizada; sacaba sus ojitos solo para asegurarse que ningún humano estuviera por ahí, solo con mirarla se podía entender las heridas emocionales que llevaba en su interior. Quiero contarles de ella porque es la más grande satisfacción que me ha traído la fundación. Ella es el perfecto ejemplo de gratitud y alegría al poder ver que un animal logra recobrar la confianza en sí mismo y puede volver a ser feliz y te da esa satisfacción única de haber cumplido con tu labor. Nikita ha sido un gran aprendizaje, aunque a decir verdad cada uno de los perritos que han compartido momentos con nosotros nos han dejado grandes enseñanzas. A lo largo de estos años he aprendido que las heridas emocionales son las más delicadas, son las que marcan a un ser y lo transforman para siempre. Solo el amor desinteresado, la dedicación, la paciencia y el respeto logran devolverles la alegría a sus ojos. Historias como la de Nikita son las que le pagan a uno cualquier esfuerzo, las que te hacen saber que vale la pena hacer esto porque la recompensa, aunque es solo emocional, es el motor que lo impulsa a uno a seguir adelante. Y es que la realidad del día a día no siempre es maravillosa, el estar confrontando diariamente al sufrimiento, al abandono y a la crueldad, es de las partes más difíciles. La impotencia de no poder acudir a todos, la impotencia al ver tanta falta de conciencia y respeto hacia todos los seres vivientes, la limitación de recursos que es el más grande enemigo de un refugio de animales y ni hablar de las escasas posibilidades que tienen estos perritos de conseguir un hogar. Al principio todo es fantástico, el corazón salta cada vez que se puede ayudar a un animal más, pero la problemática empieza a crecer. Los abandonos en el mismo lugar son el más alto índice de ingreso al refugio. Los animales a quienes se les cierran las puertas de sus hogares por viejos o enfermos son abandonados a la madrugada en la puerta, o las camadas recién nacidas son destetadas con horas de nacidas para ser lanzadas en costales por encima de los muros. Es en ese momento que uno aterriza a la realidad, es cuando uno empieza a entender que no todo es maravilloso y que manejar un grupo amplio de animales no es lo mismo que tener un perrito en casa. Todo se multiplica; los gastos, el consumo de alimento, la enfermedades y medicamentos, las labores de limpieza y ni hablar de las pulgas; llega el momento donde toca decir ¡no más! no se recibe un animal más, porque es más responsable tener contados animales en óptimas condiciones que 1000 sin poder garantizar todas sus necesidades y derechos, pero lo más duro de todo es que los recursos son limitados, pero el corazón no, y aunque llega el momento en el que hay que mirar para otro lado cuando se ve un nuevo perrito en la calle, el corazón no puede ignorarlo y ahí queda conectado, con todos y cada uno de ellos. Y es que si tuviera que resumir lo que es lanzarse a esta aventura de tener un refugio animal, les diría que es una montaña rusa de emociones y sentimientos, que oscila entre grandísimas alegrías y grandes decepciones y preocupaciones, una que nunca para, porque aunque quieras renunciar algunas veces, sabes que ellos dependen de ti y no puedes fallarles. Pero finalmente debo decirles que a pesar de todo esto; de muchas veces sentirme agobiada, preocupada y estresada por conseguir recursos y hasta decepcionada de la raza humana, cuando veo a una Nikita, a un Canelo, a una Papaya, a un Tobías o a cualquiera de los perritos que han pasado por la Fundación recuperarse de a pocos de sus heridas y volver a creer en los seres humanos con tanto amor, yo también vuelvo a creer y sé que tomé la decisión correcta y que todo este difícil camino ha valido la pena, y que siempre encontraré personas dispuestas a darle una mano a estos seres maravillosos.
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