No soy capitalista, yo soy gastronomista. Para quienes me conocen, es bien sabido que soy un amante de la comida en todas sus formas; me gusta la comida saludable, la rápida, los entremeses, los postres… En fin, si bien la comida es uno de los placeres más prioritarios de mi vida, hoy quiero hablar del otro placer, de la otra afición (que no es el fútbol) que controla mi vida en particular: las mujeres.
Mujeres, mujeres, mujeres. Podría escribir 100 páginas con solo esa palabra, y los señores que me leen (algunas señoras y señoritas también) estarían felices leyendo, porque esa palabra evoca recuerdos, sentimientos, sensaciones, pasiones y hasta erecciones (de todo tipo). Las mujeres, como la comida, están para todos los gustos: grandes y bajitas (mi elección personal); voluptuosas y atléticas; dulces y ácidas; calientes y frías. Todas son perfectas para alguien, y en particular, para mí. Soy un amante de la belleza femenina, adicto a sus formas y colores.
Nunca supe de comida exótica, hasta el día en que desperté asediado por el olor de la marihuana, en un apartamento de Los Rosales. Un poco mareado me acerqué al balcón, de dónde provenía el olor, y me encontré con un platillo caribeño, de piel morena envuelta en un hilo de encaje blanco; ella estaba sentada en una tumbona, los pies sobre el borde del balcón y unos lindos pechos recibiendo el aire frío de Bogotá. Nunca había visto una presentación más exuberante y llamativa, el olor era parte de la presentación, que empezó con un ¿fumas? Negué, pero ella me dijo que me acercara. Un poco dormido, me senté a su lado, acercó su cara a la mía, y me plantó un beso alucinógeno. Nunca probé directamente la marihuana, pero esa noche, supo como la miel.
He tratado de comparar el sexo con la comida, en repetidas ocasiones y con rotundo fracaso. No pretendo simplificar una actividad subordinándola a la otra, son artes parecidos; los sentidos juegan con los colores, los sabores, los olores. Un encaje, o una tela suave. Como empiezas a probar el plato, empezando desde un borde, hasta llegar al ingrediente principal. Desde un ébano que sabe a caribe y chocolate; pasando por el ocre de sabor ahumado y cárnico, hasta llegar al pálido marfil, dulce y relajante. Son ingredientes. Un buen cocinero puede hacer de un tranquilo marfil, el más sexual de los aderezos, un lienzo de sensaciones. El roce de unos labios sobre la piel desnuda de una pierna, puede hacer del fuerte ébano, un suave fondue de chocolate.
Nunca hubo una receta que no permita jugar a la imaginación, la disposición de los factores da profundidad a la experiencia gastronómica, el sexo admite improvisación. No hay mujer que no sienta, si se permite disfrutar del viaje. Se debe recordar que pocos platos se cocinan en cinco minutos, y los que lo hacen, a menudo tienen sabores mediocres y planos.
Es mejor inventar, usar alicientes. Recorrer las curvas con la nariz, sentir el aroma de la piel que toco, ver al rostro desde ángulos que revelen miradas desde otro punto, imperceptibles. Tocar, besar, rozar, lamer; en la cocina y en la cama, experimentar da satisfacción. Recordar que el amor le imprime un toque distintivo y personal a cualquier plato, a cualquier hora del día, y que la pasión en ocasiones, puede generar sobrepeso por aproximadamente 9 meses.
Sentir a la delgada rubia respirar con agitación, a la robusta morena separar las piernas descubriendo un manjar exótico, no tiene comparación. Subir. Besar la espalda y regresar a las nalgas, una carne más que exquisita. Como un niño que quita la envoltura de un chocolate, dejar que uno a uno, los botones permitan encontrar el delicatessen que bajo ellos ocultan. Recorrer unas piernas con la yema de los dedos, experimentando una textura, como si de comida marroquí se tratara. Sentir en los labios un sabor tan dulce y placentero como el de una trufa jugosa. Saber que unas manos expertas pueden hacer obras de arte, y que con manos inexpertas se pueden matizar las sensaciones.
Hay que permitirse el juego sucio, comer como si nunca hubieras probado un plato tal como ese antes, porque en realidad nunca pruebas el mismo plato; cada vez que se usa el mismo ingrediente, está la oportunidad de hacerlo con diferente disposición y preparación. La variedad es placer, pero no siempre se busca la variedad en platos diferentes; La imaginación permite hacer, con el mismo ingrediente principal, un sinfín de platos diferentes, deliciosos y sorprendentes.
Sí, la comida y las mujeres son completamente diferentes, ¿Es eso así?
La verdad prefiero seguir probando, disfrutando y conociendo. En éste punto, hablo de comida, porque de mujeres es complicado hablar, con las mujeres es mejor sentir, y dejarse llevar. Hace 6 años comenzó mi aventura gastronómica (o culinaria, lo que suene más apropiado), y pretendo seguir descubriendo lo que se oculta bajo la ensalada, sin nunca olvidar que la variedad es placer, y que con las mujeres, existe el delicioso peligro de hacerse aficionado a un plato específico, a una sazón determinada.
Señores, señoras y señoritas, éste es mi manifiesto gastronómico.
@Hdpenaranda
Las recetas para el deseo y el buen comer
Mar, 22/10/2013 - 02:30
No soy capitalista, yo soy gastronomista. Para quienes me conocen, es bien sabido que soy un amante de la comida en todas sus formas; me gusta la comida saludable, la rápida, los entremeses,