Hoy, haciendo gala de mis buenas dotes de entrometido, presté atención a la conversación telefónica de un hombre. Con la voz extenuada él le contaba a su interlocutora la serie de quehaceres que tuvo que ejecutar durante el día y, quejándose de lo difícil que había sido, culminó su historia con una frase que me dejó asombrado:
-Estoy literalmente mamado – dijo como si se tratara de una sentencia de muerte.
Algo malo había en sus palabras y me di cuenta de ello de inmediato. El sentido de la frase y el tono de voz con que la dijo no tenían ninguna relación concordante. ¿Qué clase de hombre puede decir con tanto descontento la expresión “literalmente mamado”? ¿Quién no disfruta librarse del estrés y la carga de un largo día con una buena y literal felación?
Ni siquiera los dientes entrometidos, ni el soplo espontáneo en medio de una mamada justifican la actitud despótica con que el hombre de esta historia se refirió a ella. Y era tal el énfasis que puso en sus palabras que me vi obligado a entender que, ni por equivocación, él estaría tan desconsolado habiendo acabado de tener los labios de una mujer (o un hombre ¿por qué no?) en la zona en cuestión.
Sin duda alguna el problema no estaba (ni nunca lo estará) en la palabra mamado, sino en otra que antecedió la expresión. El hombre pudo haber dicho: “estoy muy mamado”, “re-mamado”, “súper-mamado”, “demasiado mamado”, o “simplemente mamado” y nada habría resultado extraño, pues todos en Colombia sabemos que esa expresión es alusiva a una condición de cansancio extremo. Y aunque una mamada también puede dejarlo a uno cansado, nunca lo dejará tan aburrido como estaba nuestro hombre.
Como ya sabrán, lo extraño en esta frase era la palabra “literal”, que tanto él como otras personas han decidido adaptar a su lenguaje diario para acentuar la carga emocional de las situaciones por las que pasan en su vida.
He escuchado con frecuencia expresiones como “me morí literalmente”, sabiendo que los muertos no pueden hablar, pero confirmando que algunos de los vivos que pueden lo hacen bastante mal.
Para ilustrar mejor el calibre del error en el uso manoseado de esta palabra no hay nada mejor que acudir a la Real Academia de la Lengua Española (RAE) que nos da una definición bien clara de lo que significa lo literal: “Conforme a la letra del texto, o al sentido exacto y propio, y no lato ni figurado, de las palabras empleadas en él”.
La mamada literal a la cual se refería el hombre de la conversación telefónica, era mejor una mamada en sentido figurado, que como lo explica la RAE, es el “sentido en que se toman las palabras para que denoten idea diversa de la que recta y literalmente significan”.
El uso erróneo de la palabra literal o de la expresión literalmente ha matado, mamado y hasta capado a más de uno. Pero lo cierto es que lo literal nunca va a darle (por lo menos no en su sentido exacto) más notoriedad, ni veracidad a los modismos que utilizamos todos a diario.
Por eso es mejor erradicar el mal uso que le estamos dando al bello y crudo sentido literal. Pues bien nos dice el adagio popular que más vale pájaro en mano (o en boca, figuradamente), que ver un ciento volando (literalmente).
