A los tres años de la muerte de mi tío

Jue, 03/11/2011 - 06:02
Septiembre 28 del 2008
2:10 A.M.

Mi tío Humberto va a morirse de un cáncer. No lo vi venir y me da mucha tristeza, de ahí surgió mi idea de hacerle un homena
Septiembre 28 del 2008 2:10 A.M. Mi tío Humberto va a morirse de un cáncer. No lo vi venir y me da mucha tristeza, de ahí surgió mi idea de hacerle un homenaje a la oveja negra de la familia. Creo que nadie nunca ha tratado de comprenderlo en su esencia o valorarlo por completo, es un ser bien complejo. Quizás mi tío se merece algo mejor, mucho más sí el escritor de su historia es un man tan mediocre como yo, que no sabe expresar sus ideas y mucho menos ordenarlas, la mayoría de veces ni siquiera en la cabeza. Pero bueno, desde que tengo edad de “preadolescente precoz”, a eso de los trece años, empecé a ver como mis primos (bastante mayores que yo) jodían a Humberto con maricadas, tengo la imagen viva en mi memoria de cuando mi primo Pedro le dijo que por año que cumplía se metía una botella más por detrás. Yo también lo aprendí a joder y como preadolescente precoz y aún hasta ahora, siempre que lo veo le tiro mensajes de doble sentido, él siempre reclama que está juicioso y que no ha probado trago ni nada. Mi tío Humberto es el segundo hijo de mi abuelo y mi abuelita por parte de mamá, ella es la menor. Mi tío Humberto vivió su adolescencia en medio de los lujos que ostentaba una buena situación económica y una familia de clase media con algo más de media que solo el bolsillo. Mi mamá siempre me cuenta cosas de mi tío Humberto, me contaba que a él le había tocado la prosperidad económica que a ella no, que sabe francés y latín, que no tuvo hijos (aunque por ahí hablan de un hijo perdido), que vivió medio desenfrenado, que era bisexual, que el gran amor de su vida murió y desde ahí no volvió a ser el mismo, que era bebe trago, que en el matrimonio de mi tío Álvaro, el mayor, se había caído de unas escaleras borracho y que desde ahí era medio sordo de una oreja, me rió solo pensando en el dicho de que todo marica es sordo. Pobre tío. Hizo nueve semestres de derecho y se retiró, también me cuenta mi mamá que se ha ganado algunos pesos cobrando por hacer tesis, y dentro de la irónica vida de mi tío Humberto le han laureado más de una. Estoy en una melancolía gigante, hace dos días fui al entierro de una prima de mi mamá y desde ahí solo pienso en lo que le puede pasar a mi tío. Está destinado a morirse, además de haber llevado una vida perra pidiéndole sobras a mis tías o a mi mamá, ahora en su madurez vive en una pieza en un edificio en el centro, vive mal. Para rematar le diagnosticaron un cáncer que ya no tiene reversa cerca de sus axilas, en aquellas bolitas que venia sintiendo desde hace dos años. Desde hace rato sabía eso, pero no me había animado a escribir nada a sabiendas que siempre he querido escribir algo sobre el. Creo que es una deuda que tengo, no haber conocido nunca realmente a mi tío Humberto, solo dedicarme a joderlo en cenas familiares, a escuchar las historias que me contaba mi mamá y talvez admirar a ese ser lleno de contradicciones que es mi tío, por eso le voy a dedicar esta crónica, para mi, para quedar tranquilo, porque ni siquiera mi mamá podría aguantar ver escrito las cosas que tantas veces expresamos oralmente. Ojala pueda develar algo de la naturaleza de él, contar otra vez más la historia de aquel ser que tenia todo para llevar una vida decente y cómoda, quizás luchando por ideales sociales, o quizás en pro de su beneficio propio y trabajando para unos socios con dinero, y que solo desembocó en lo que escribo ahora. Noviembre 02 del 2008 Dos meses sin escribir nada de esta crónica, he postergado la fecha para hacerlo hasta los límites del plazo que le puede dar la vida, o la muerte, a mi tío. Ya terminando y sufriendo el semestre más duro vivido a lo largo de toda la carrera, me despierto cada día pensando en las cosas que he dejado de hacer y que tengo que hacer. Una noche infructífera la de ayer, hoy me levanto pensando en todas las responsabilidades. Es la hora del almuerzo. Mientras me tomo un sancocho y dejo de postre un cuchifli, le pregunto a mi mamá cuando podemos llamar a mi tío Humberto para concretar lo de la cita. Me dice que lo llamemos ya, me muestro reticente y Luiyo hace un chiste sobre aquel chico que le pide a las mujeres que se lo den, y cuando ellas acceden, el se asusta y pregunta ¡¿ya?! Pero en fin, llamo a mi tío Humberto, le pregunto como está, me dice: Leyendo mucho y escuchando música clásica, por entretenerme tanto con Beethoven nunca me puse a ver lo espectacular que son Chopin y tantos otros, Que bueno tío, tío, ¿será que mañana nos podemos reunir para hacer la crónica y hablar un poquito de tu vida?, Bueno Martín, ¿aunque no te queda más fácil otro día?, No tío, tengo que entregar el jueves eso, Ahhh, Si quieres, te recojo, nos tomamos un café y vamos charlando, No Martincito, yo no puedo caminar ya, camino veinte minutos y me da mucha fatiga, ya no salgo de la casa, Bueno tío, entonces mañana a las dos llego, te llamo antes de salir para que me des las indicaciones de cómo llegar exactamente, Bueno Martincito un abrazo, Bueno tío, lo mismo, mañana nos vemos. Noviembre 03 del 2008 Me levanto a las 12:30 m, mi mamá me dice que mi tío me llamó, espero a almorzar, lo llamo finalmente, y con unas indicaciones y una dirección me encamino hacia la casa de mi tía Mimi, que es donde él está viviendo (Mimi es tía de mi mamá y de Humberto, nunca se caso, ni tuvo hijos, dicen que sigue siendo señorita, VIRGEN! En serio, y tiene 83 años, pero bueno esa será otra historia…). Llego fácilmente, mi tío me abre la puerta, camina un poco agachado y se carga un brazo con el otro; me saluda amablemente, saludo a la tía Mimi. Me siento a hablar con Humberto, me habla de mis parientes en general y me muestra unas cuantas fotos familiares. Le explico lo que tengo que hacer, se decide, me empieza a dictar y yo empiezo a escribir en una libreta de anotar razones que cogí de mi cocina. Comienza. “Mi nombre es Humberto Arias Castillo, en la actualidad tengo 62 años, soy el segundo de siete hermanos, los cuales fuimos tres hombres y cuatro mujeres. De los hombres solo vivo yo, ya que los otros dos fallecieron relativamente muy jóvenes. Ellos eran médicos”. “Desde niño tuve mucha fe en Dios que, ahora lo reconozco, más que todo se debía a la crianza que por esa época nos daban, sobretodo el temor al pecado. Ello es explicable puesto que todo mi estudio y bachillerato lo hice en colegios de religiosos, concretamente en el Colegio San Luis de la comunidad Marista. Líneas atrás dije que sentía miedo al pecado, pero ese miedo se extendía –ya ahora si lo entiendo- a la inquietud que me creaba lo desconocido y el más allá”. Mientras me sigue dictando, mentó madres en mi cabeza por no haber llevado un portátil, también me lamento porque se volvió un monologo lo cual no era mi idea. “Uno de los aspectos por los cuales nuestro padre Marciano más se preocupaba, eran porque estudiáramos y aprendiéramos al máximo, buscando no solo que fuéramos unas personas cultas sino que también tuviéramos los suficientes conocimientos, para poder proyectarnos en el futuro, conforme al servicio a la comunidad y a nuestro propio bienestar. Debo recalcar que mi papá el bienestar lo entendía más en un sentido espiritual, que en lo material, lo cual no significa que el no estuviera pendiente de todo nuestro desarrollo integral, tanto es así, que independiente de “estar a la moda”, para el era más importante que se tuviese muy buena lectura y excelente música. Fue así como desde cuando nosotros fluctuábamos entre los cinco y doce años, en la biblioteca de la casa abundaban los libros clásicos. Recuerdo entre ellos, “Los Clásicos Jackson” constante de veinte libros y que atraía figuras universales y siempre eternas como Cervantes y su Quijote, Vida de los Doce Cesares de Suetonio, Ensayos de Montaigne, las grandes obras de teatro de Calderón de la Barca, de Lope de Vega y de Shakespeare. Apenas me atrevo a citar estos, ello por lo que no quiero hacerme extenso, de un lado, y del otro, porque “las nieves del tiempo me han menoscabado la memoria”. Otra de sus mas grandes inquietudes residió en que nos gustara la buena música y por ello, nos suscribió a todos nosotros, sus hijos, a los mejores expendios de discos de la época, personalmente soy un enamorado desde niño de la música clásica, teniendo como ídolo a Beethoven, en concreto su inmortal Novena Sinfonía llamada “La Coral” y sus últimos cuartetos, los cuales considero como lo máximo y más grande que en música un ser humano haya compuesto sobre la tierra. Es bien sabido que hasta comenzando la década del sesenta del siglo pasado, la educación y el buen comportamiento, tenían una substancia más de dar ordenes, de generar miedo y castigo, que de basarse en el use de la inteligencia y el raciocinio”. En el tiempo que ha transcurrido dictando, lo he tratado de interrumpir tres veces infructíferamente, para decirle que, primero, no es necesario que me dicte las comas y los puntos y segundo, para explicarle que esa no es la manera en que yo tenia pensada la reunión. Finalmente comprende. A partir de aquí voy a narrar directamente todos los hechos que me contó. La situación cómoda que vivió mi tío en su niñez se debía a que Marciano (su papá y mi abuelo) pertenecía a un sector acomodado de la sociedad caleña, en ese tiempo era gerente de la empresa que aglutinaba todas las farmacias de Cali y después pasó a gerenciarlas a nivel nacional. Era relativamente conocido en el ámbito empresarial. En el colegio le tocaba llevar una disciplina férrea, no solo por lo expuesto previamente, sino, porque cada ocho, quince o máximo treinta días, los colegios mandaban la libreta de calificaciones. Era imposible debatir y refutar al maestro, solo con hacerlo una vez ya se llevaba un cuatro en conducta y aunque la escala de calificaciones era de uno a cinco, para la familia que él sacara un cuatro era como “irse al infierno”. Estudiaba toda la semana y media jornada el sábado, los domingos le tocaba ir a misa al colegio con traje elegante. Como siempre le interesó la música, era parte del coro del colegio e inclusive viajó a Bogota, sus mejores amigos eran Harold Orozco y Oscar Golden, le da muy duro la muerte de Golden este año, en Julio. A Humberto le diagnosticaron el cáncer terminal meses antes. Vivía en una casa grande en el barrio San Fernando. Dice que los Arias Castillo, fueron los primeros en tener televisor en todo el barrio. Los muchachos de la época andaban en barras y galladas, el no era la excepción. Rezagos de las actividades de esas galladas fue el crimen ocurrido el 21 de Abril de 1962, que dice, conmocionó al país, en este crimen se asesinaron a dos jóvenes “bien” de San Fernando, uno era de apellido Mejia y el otro Lenis, a uno le metieron 23 puñaladas y al otro 25. Según mi tío, los mataron unos viejos ricos dañados por celos, los viejos eran gays, “pero los gays de esa época eran muy distintos a los de hoy, habían muchos, tanto jóvenes como viejos, pero todo se manejaba en lo oculto”. Le pregunte a mi tío que si desde joven le gustaba eso, me dijo que a veces en el cine un amigo que tenia que era mariconsisimo le decía “Vení Humberto chupemos trompa” y él le decía “¿Como se te ocurre? No ves que si hacemos eso nos vamos al infierno”. Ya más avanzado en el relato me confesó que su primera experiencia homosexual fue en el Club San Fernando en el año 1960 con un yugoslavo de nombre Ufe, que también era mariquisima, dice que lo hizo como por recochar pero que le quedó gustando, solo atine a reírme, y le dije: “pues así son las cosas de la vida tío”. La juventud del 40 y el 50 fue una que por las restricciones tenía una rebeldía limitada, se vivía en una sociedad pacata. Es así, como las películas que él se veía en el Teatro “El hueco”, marcaron un hito para la época y para su vida. Se dio el lujo de ver en cartelera: “Rebel Without a Cause”, “La Naranja Mecánica” y “Semilla de Maldad”. “La Naranja Mecánica”, fue una experiencia aún mayor porque se tocaba la novena sinfonía de Beethoven, además que “la Urraca Ladrona” de Rossini también servia de fondo, esto me lo dijo el, yo no trascendía Beethoven, ni su Novena Sinfonía. Me cuenta mi tío que Marciano se había casado a los 21 con mi abuela, pero que solo empezó a tomar a los 24, esto se convirtió en su mayor vicio. A los 17 años, a Humberto le diagnosticaron una ulcera duodenal, los médicos no entendían porque un joven sano y de buena familia tenía ese grado de stress. Lo que pasa es que mi tío era (y es) muy sensible y cuando el papá llegaba tarde por andar tomando, mientras todos dormían, él se quedaba esperando en la sala a que llegara, cuando lo oía llegar salía corriendo a su cuarto y se hacía el dormido, pero esta situación era constante y era el motivo de sus preocupaciones. En Cali, solo había una facultad de Derecho en la época, el quería estudiar derecho y prefirió quedarse acá que ir a Bogotá, entró a estudiar en la Santiago contando con uno de los mejores puestos. Fue presidente de las Juventudes Liberales Lleristas Procandidatura Carlos Lleras Restrepo entre 1964 y 1966 y como Lleras Restrepo quedó presidente, le dieron de premio en la CEA una beca para un título de economista. Gradualmente avanzaba en sus estudios iba cayendo en el trago y en la vida bohemia, dice que en esta época no salía casi con hombres, sino que se levantaba solo mujeres. Se empezó a gastar la plata que mi abuelo le daba para que pagara el semestre en rumba y se retiró del estudio. Por este tiempo, mi abuelo quebró, ya que además de alcohólico le gustaban las mujeres y el juego. Tenía una mozita a la que le regaló casa y tuvo tres hijos con ella, al mismo tiempo que sostenía a mi abuela, a mi mamá y a mis tíos. Humberto estaba en el tercer año de Derecho cuando pasaron todas estas calamidades. Tiempo después volvió a estudiar en calidad de asistente, pero como el dinero que enviaba Marciano a la Universidad siempre se perdía en el intermediario (él), no se pudo graduar. Entre 1972 y 1981, fue quizás, su lapso con más altibajos. Como los tíos de él tenían buenos cargos, conseguía trabajo relativamente fácil. Ulpiano, hermano de Marciano era el fiscal del tribunal, en ese periodo, Humberto fue juez de permanencia, era el jefe civil de un juzgado que remitía gente que había cometido delitos a la cárcel. Me narra que mando muchísima gente a la cárcel, que le tocaba ir con los policías a dictar órdenes a zonas marginales y que andaba con pistola y cuchillo. Por este mismo periodo, viajaba frecuentemente a Bogotá, donde radicaba contratos, manejaba finanzas y procesos de Money Exchange a sujetos que básicamente lo que hacían era lavar dólares. En esos días no era delito. Sin embargo, Humberto con su vida libertina se juergueaba la plata que ganaba como juez de permanencia y como asesor de lavadores a tal nivel, que siempre le tocaba pedir prestado sin fondos. Es decir, hacia “cheques chimbos”, y la gente confiando en el respaldo que era su padre y su familia, siempre se los cambiaba. Esto era una violación al decreto 1135 de 1970, que condenaba con varios años de cárcel a los falsificadores de cheques. Por lo tanto, mi tío fue a parar a la cárcel por haber hecho y sacado provecho, de más de cuarenta cheques chimbos. Dice que aunque estaba en el Pabellón 7 de la Cárcel Villanueva (que era como el pabellón más light), cuando los llevaban al patio de actividades, se encontraba con delincuentes que el mismo había mandado a la cárcel y ahora se querían vengar. Inclusive un día le tocó pelear a navajazos porque otro preso lo tildó de doctorcito corrupto y poco hombre para pararse en una pelea. Menos mal pararon la pelea a tiempo, ninguno de los dos salió lastimado. Menciona que él, en la cárcel, en vez de hacer torcidos se dedicaba a ayudar a los otros presos, los cuales solo necesitaban para salir enviar documentos jurídicos, pero a falta de abogados, quedaban encerrados por mucho tiempo. También señala que modernizó la sala de estudios del salón múltiple de la cárcel de Villanueva. Como mi tío era culto e inteligente (que tal uno decir eso después de acabar de decir que estuvo en la cárcel), radicó su propia defensa, alegando que sufría de cierto grado de esquizofrenia, consiguiendo una pena de un año de cárcel en vez de los nueve que le querían sindicar. Antes de entrar al centro penitenciario había trabajado en AngloAmerican Carpet, teniendo como jefe a un señor que se llamaba Jorge Humberto Mena, que fue alcalde de Yotoco y que quise investigar, independientemente de lo que me había dicho mi tío, quien era y me di cuenta que en los últimos años ha militado en el partido “Colombia Democrática”, sí, el de Mario Uribe. El, los familiares y otros contactos ayudaron a mi tío a que trabajara de profesor en colegios menores, así como también de obrero por un tiempo. Desde 1981 al 2001 se dedicó a hacer tesis de grado, dice que si reportara todas las que hizo probablemente ganaría un Record Guiness, hizo 81 tesis, las cuales dos salieron Summa Cum Laude, es decir, laureadas. De las 81, 72 son de derecho y economía, dos más sobre sociología y otras sobre aspectos que ya no recuerda. Se retiró de hacer tesis porque estudiantes que después fueron graduados destacados, de una medida u otra gracias a las tesis que él les hizo, no le daban el reconocimiento. De los otros hombres de la familia de mi mamá que ya murieron, a mi tío Fernando y a mi abuelo Marciano no los alcancé a conocer y cuando murió Álvaro aun era muy pequeño. Pero lo que es indiscutible es que Humberto le ha ganado la batalla a la muerte varias veces. En el matrimonio de mi tío Álvaro en 1970, se cayó borracho por unas escaleras y contrario a lo que dije antes, ahí no fue que se quedó sordo del oído derecho, pero sí sufrió un trauma craneal considerable. Desde siempre tuvo ataques epilépticos y cierta paranoia, por lo cual, su defensa en el penal de que estaba loco no era tan descarrilada. Una vez en el centro un bus se pasó a otro bus, y este lo atropelló de frente, le dio tan duro que lo subió al techo del bus para que cayera al piso momentos después, en este episodio casi muere. Por atracarlo, le dieron dos puñaladas en el pecho en otra ocasión, dice mi tío que el vio la muerte y ella se fue, debido a esta experiencia en un momento de sensibilidad le escribió este verso: “Señora Muerte que me estás mirando ¿Por qué te alejas si te estoy queriendo?”. Otros aspectos interesantes de la vida de mi tío es que mi abuelo le contrató profesor privado de ingles a los 7 años junto a mi tío Álvaro, que en 1953 equivaldría a que un papá le contratara a su hijo un profesor privado de mandarín. Aunque no se, quizás exagero, lo que es cierto es que habla y lee, según lo constate, español, ingles, francés, griego antiguo y latín. Dice que por los laditos también portugués. Fue campeón universitario de ajedrez y se da el lujo de poder jugar de espaldas sin siquiera ver el tablero, dice que para eso hay que tener muy desarrollado el razonamiento abstracto. Después de más de tres horas de conversación, mi tío se queda quieto como sintiéndose satisfecho con lo que me ha dicho, yo lo miro y le digo, “Bueno tío, y lo otro ¿qué?” “¿Te refieres a lo sexual?” “Sí, tío”. Y me empezó a contar, de todas las mujeres con las que se vinculó en su juventud tuvo una relación seria con una dama llamada Patricia, con la cual tuvo su único hijo, que se llama Marcelo y vive en España. Le pregunto como es su relación con él y me dice que se escribían y que también hablaban por teléfono, pero que siempre le ha dado vergüenza establecer una relación seria con el por haber llevado una vida tan inestable. Ahora que empeore va a venir, me dice, ahí vas a poder conocerlo. En el plano homosexual, tuvo una relación con un joven llamado Freddy entre 1988 y 2001. “Freddy era un muchacho muy pobre, muy buen mozo, lo eduqué, le pagué la tarjeta militar, le pagué una operación, le compraba la ropa, los libros, no conoció a su papá, me decía papá. Se metió con una rica, la mujer de un mafioso se enamoró de el, porque a Freddy le gustaba de Res y de Marrano, yo le advertí, no por celos, sino por cuidado. El mafioso lo mando a matar, sufrí mucho cuando lo perdí”. “Ahora tengo un gran amigo que se llama Diego, hace 20 años, es una relación más espiritual y platónica que física, ¿no te acuerdas que él me acompañó a la celebración de mis 60 años?”. “Tengo el brazo muerto, ya las células cancerigenas le están ganando la batalla a las células buenas. Me hizo metástasis todo esto (señala su pecho)- en ese momento comprendí porque se cargaba constantemente el brazo, no lo podía sostener solo, ya tenia muy poca movilidad- no es mucho lo que me queda de vida. Y no estoy viejo, tengo 62, pero como dije cuando cumplí 60: “Confieso que he vivido””. “Seguro que si tío, como te ha dicho mi mamá, a tu manera viviste una buena vida. Pero me queda una pregunta, mi mamá me dijo que antes de que te vinieras otra vez a donde la tía Mimi estabas viviendo en un cuarto en el centro, ¿no te parece tenaz eso?” y me dijo, “Martincito, he vivido en piezas desde que tengo 21 años”. Noviembre 3 del 2011 Humberto murió el 21 de enero de 2009, el cáncer lo acabó. Yo andaba mochileando por Perú y lo mejor que pude hacer fue rezar por él en la iglesia de San Francisco en Lima. Aunque siempre me prometí que lo iría a visitar apenas llegara, no lo alcancé hacer y tampoco he visitado lo que quedan de sus huesos en el cementerio. Hace tres años exactamente me entrevisté por última vez con mi tío para hacerle esta crónica, creo que es un justo homenaje publicarla ahora.   ah...comentarios a: @mespinosaa
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