Más reversa tiene un vómito

Mar, 10/12/2013 - 11:17
 

Pienso en mis deberes como cliente de un supermercado, por ejemplo: cuando uno camina por un supermercado, atestado de gente, atestado de falsas promociones, que llaman la atención por lo a
  Pienso en mis deberes como cliente de un supermercado, por ejemplo: cuando uno camina por un supermercado, atestado de gente, atestado de falsas promociones, que llaman la atención por lo altas y aparatosas y estorban que dan grima, tropezarse, estrellarse y caerse es más fácil de lo que comúnmente se podría creer. Si rompo distraídamente una botella o cien ¿De quién es la culpa? ¿Quién las paga? Eso me aterroriza y más si le sumo mi pésima motricidad que se evidencia con el carrito. Ahora bien, ¿Qué será de uno si después de caer en malestar estomacal, el vómito, el irrestricto, el indetenible, hace su aparición? Bien lo dice el viejo refrán “más reversa tiene un vómito” ¿Quién debe limpiar mis detritos alimenticios? ¿Yo? ¿Pero cómo? Si al vómito o emesis le deviene el temblor, la palidez, el frío. Si uno en ese momento quiere morir qué va querer trapear y recordar lo que comió unas horas antes. A esta altura el apreciado desocupado que está leyendo sospechará que aludo al video en el que el humorista Sergio Leguizamón es golpeado por un vigilante en el Carulla de la 85. Si no ha visto el video corra y búsquelo que anda multicopiado en Youtube. Yo no copié algún vínculo del mismo porque extrañamente esos vínculos presentan fallas. Sergio Leguizamón según he indagado en la internet es un humorista y actor de teatro que va en ascenso es decir, no tan reconocido, el éxito y la fama de este joven en la comedia se los debe a la agresión que los vigilantes del almacén del grupo Éxito. Porque que quede claro, no son empleados de Carulla ni del grupo Éxito, son empleados de una temporal de vigilancia; qué digo empleados, empleaduchos; pero qué digo empleaduchos, han de ser pobretones. Sí pobretones, de esos que seguramente viven al sur de Bogotá. Como en el barrio el Tunal, que según alguna de las fuentes que consulté es el barrio en el que Leguizamón vive. Pero quién en este país no es pobretón. En este país, el país del no saben quién soy yo. El epíteto de pobretón cobra valor teniendo en cuenta el lugar en el que se origina; Carulla, por excelencia el supermercado de los bogotanos rancios y reducto del otrora Pomona, con cultivos propios y mobiliario y estantería en madera. Antes comprar en Carulla era sinónimo de estatus, hoy es muestra de necesidad. El que va a comprar allá es porque lo necesita y puede pagar precios altos. Nada más, Carulla no les da estatus a los clientes, ni siquiera se la dio al Centro Comercial El Tunal. El imaginario social es tan abstruso que le ha dado a Carulla el mentado estatus. Cuando yo era niño, ha muchos lustros, en el barrio donde vivía, abajito de Santa Librada para que se den una idea, las vecinas chismosas hacían corrillo y al ver que mis papás bajaban el mercado del Renault 4 que teníamos, decían “esos, piden mercado y comida en la iglesia del Veinte de Julio y piden regaladas las bolsas de Carulla para aparentar” ¿Quién en este país que tenga un Renault 4 intenta aparentar? El joven Leguizamón hizo un papelón, un teatro buenísimo. Era una mezcla entre clown y marioneta. Se intentaba caer, se caía, daba vueltas, interactuaba con el público, la parte que más me gustó es cuando se pone frente a frente con el vigilante y se retan “y qué - y entonces qué – y qué -  y qué va hacer” Le rescato que no se lanzó en tantos improperios y no golpeó al vigilante. El tipo para mí es un héroe, cómo hizo para aguantarse y no golpearlo, no lo sé. En el video se ve con claridad que los jóvenes vigilantes fueron beligerantes y agresivos, pero no los culpo. Yo que he sido entre muchas cosas portero, y no de fútbol, sé que lidiar con clientes es difícil. Ellos tomaron una decisión y como buenos cancerberos defendían las instalaciones de su patrono, así el grupo Éxito diga que no son empleados suyos. No culpo y no le recrimino a los vigilantes, procedieron mal y para eso están las imágenes, a los pobres, a los pobretones, quizá salgan de la empresa o máxime recibirán un memorando. Ojalá no salgan de la empresa porque este país no puede con más pobretones. Leguizamón defendió lo indefendible, comprar en ciertos lugares además de los atropellos con los precios, se inventan otros como pasaportes de descuentos con los que solo le venden a unos pocos que a su vez se creen inmortales, en otros lugares le piden a uno que done las vuelticas para una fundación y sí las donan y con esas donaciones que uno hace ellos redimen impuestos. Él tiene razón y para ver la nobleza del hombre y su amor por el arte hay que ver como en Twitter se mofa de su propia desgracia. Sin embargo, lo que más me ofende es que el empleado de Carulla, porque a este no lo pueden negar, tiene uniforme, saca a los jóvenes que grabaron para qué, para tapar el atropello de los dos vigilantes, para poder hacer lo que quisieran con Leguizamón y su novia. Ese tipo si merece el repudio general. En el video se ve que ordena que llamen a la Policía y en lugar de bajar los ánimos le da la espalda al asunto y presuroso corre, en palabras de él, a quitar el celular. Ese señor atropelló mucho más que los dos vigilantes. El representante de Carulla manifiesta que no es verdad que esté prohibido grabar en sus locales y es que no puede ser así, porque entonces ¿con qué derecho ellos nos graban cuando compramos en sus supermercados y se enteran hasta qué marca de papel higiénico preferimos? Creer que si se compra en un sitio, se pasea a otro se cena en uno de “estatus” da estatus es un error, razón por la cual Leguizamón creyó que tenía la autoridad de ofender al vigilante, qué se va a ofender uno de lo que ya sabe, no entendí cómo se intenta ofender con una cualidad o condición propia, en este país que aceptémoslo, está lleno de pobretones y lógicamente lo digo sin el sentido peyorativo. El video y la situación parecen risibles, pero no se puede caer en la hilaridad propia del que ve caer a otro. Veo al pobre Leguizamón golpeado y mal herido y me conduelo. Pobre, pobretón. Le escribí para que me respondiera si Carulla en verdad lo había indemnizando y no me contestó. La emesis a duras penas avisa y su aviso es implacable. No me quiero imaginar cuál hubiese sido mi suerte la vez aquella en que vomité con portentosa proyección a los asistentes de una película, a ellos gracias por no haberme golpeado.
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