Muy aparte.

Mar, 26/11/2013 - 09:19


Creería que la humanidad tiene  los años de historia suficiente y de evolución para que en este presente tan inverosímil los humanos entendamos que por encima de nuestras cabezas na
Creería que la humanidad tiene  los años de historia suficiente y de evolución para que en este presente tan inverosímil los humanos entendamos que por encima de nuestras cabezas nada ha de existir. Hablo de dios, con minúscula, si con minúscula. Desde una lógica contundente y con una óptica desteñida, objetiva, podemos precisar que cada paso que la especie humana da hacia el futuro no precisamente infiere que estemos avanzando, por lo menos, no en lo que cuenta a la esencia del hombre.
 Nos hemos inventado cientos de efemérides sin sentido que nos separan cada día mas y matan con pendejadas la más sencilla intención de ser felices, tal parece que nos esforzamos por segmentarnos cuando en la forma simple todos los humanos contamos física y “mentalmente” con las mismas capacidades. Aprendemos casi desde el mismo momento en que nacemos que aquellos que nacen por cesárea son estúpidamente diferentes a los que nacen de manera “natural”, de los viejos se escucha. Y así, entendemos desde el colegio que, si estudias en este o en el otro eso nos hace diferentes.  Las clases sociales, limitan, apartan, ultrajan la vida misma cuando nos imponen patrones de conducta, siendo aún peor, que quien nace siendo pobre no tenga otra salida más que  morir siendo pobre—por lo menos en Colombia es así—, enfrentamos campeando de manera casi que inadvertida absurdas posiciones y complejos relacionados con el color de la piel que nada aportan; negro, blanco, asiático, latino, en ultimas no son más que nombres yertos que no ayudan a la constitución de una sociedad de avanzada necesaria para futuro de nosotros mismos.
 Calificamos a la gente por sus pertenencias olvidando que importamos por lo que somos como ser humano, mas ridículo aun, pensar que aquello en lo que creemos o en lo que no creemos nos haga mejores o peores personas, frente a quienes creen tener el báculo señalador y la irrespetuosa, de más, mala costumbre de poder señalarlos por nuestras creencias o la ausencias de ellas. Nuestra ridiculez ha llegado a tal punto que el amor, un sentimiento tan puro, pueda ser minado por un comportamiento separatista—que fea palabra— que dos personas no puedan amarse por el hecho simple que oren a un dios y/o en una iglesia diferente. Qué triste resulta escuchar de quienes proclaman el amor al prójimo decir que no pueden unirse a otra persona por la razón tonta que no son de la misma religión; pero más triste aun es entender que quienes presentan ese patrón de comportamiento lo único que tienen para poder ofrecer como humano es aquello en lo que creen, que aunque resulte improbable para ellos, el mundo y la historia ha demostrado que la existencia de dios no tiene evidencia científica que lo sustente. El paradigma de la existencia de dios presenta tantas anomalías que es mejor no gastar esfuerzos en él, de seguro nos resultaría mejor olvidarlo así como para los que lo comparten les resulta más fácil creer que pensar.
No sería  muy difícil entender que la religión (dios por ende) y la política, son los mas grandes inventos del hombre.
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