Palabra de Dios

Lun, 30/05/2011 - 17:35
If you believe what you like in the gospels, and reject what you don’t like, it is not the gospel you believe, but yourself.
San Agustín
If you believe what you like in the gospels, and reject what you don’t like, it is not the gospel you believe, but yourself.

San Agustín

El mundo, para bien o para mal, no se acabó el pasado 21 de mayo, como lo había predicho un evangelista estadounidense. Aunque no es la primera vez que falla una predicción apocalíptica, Harold Camping, el evangelista profeta, ha dicho estar asombrado de que no haya llegado el fin del mundo, ya que según él, la Biblia lo garantizaba esta vez.

Veamos la evidencia que existe en la Biblia de que el mundo acabaría el 21 de mayo de 2011. Según Camping, hace unos años aprendimos de la Biblia que el diluvio universal ocurrió en el año 4990 AEC. En Génesis 7:4, Dios advierte: “… dentro de siete días haré que llueva durante cuarenta días y cuarenta noches. ¡Voy a borrar de la tierra todo lo que vive, y que yo he creado!”. Por otro lado, 2 Pedro 3:8 dice “que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”. Ante esta evidencia perentoria la única opción sensata es concluir que, ya que el año 2011 EC es exactamente 7000 años después del año 4990 AEC, el Apocalipsis llegará sin duda en el año 2011.

Pero, ¿por qué el 21 de mayo? Para Harold Camping es una certeza que Jesús fue crucificado el 1 de abril del año 33 AEC. El 21 de mayo de 2011, habrán transcurrido 722,500 días desde esta ocurrencia. Y 722,500 es igual a (5 x 10 x 17) x (5 x 10 x 17). Estos números son importantes ya que, según la interpretación de la Biblia, el 5 significa expiación, el 10 la completitud y el 17 el paraíso. Aunque esta es la evidencia que existe para que el mundo llegue a su fin el 21 de mayo, lo único que demuestra es que la Biblia dice cualquier cosa. Al menos cualquier cosa que el lector quiera ver.

No hay que buscar muy profundo para ver que la “palabra inerrante de Dios” está llena de contradicciones y de pasajes que bien podrían significar una cosa o todo lo contrario. Tomemos, por ejemplo, un caso que todos conocemos “a la perfección”: el nacimiento de Jesús, descrito por Mateo y Lucas. Podemos empezar por descubrir que únicamente Mateo oyó del asesinato por parte de Herodes de todos los niños menores de 2 años cerca de Belén. Pero no seamos duros con Lucas, es un hecho poco importante. Entre los ancestros de Jesús que mencionan estos apóstoles, Mateo enumera 28 generaciones entre Jesús y David, mientras que Lucas especifica 41 generaciones. Ninguno de los nombres coincide, ni siquiera el de el padre de José. Así podríamos seguir hasta el infinito.

Así mismo, en la Biblia Dios nos instruye sobre la trata de esclavos (sin llegar a prohibir o desalentar la esclavitud). Leemos en Éxodo 21:20-21: “El que golpee a su esclavo o esclava con un palo, si mueren en sus manos, será reo de crimen. Mas, si sobreviven uno o dos días no se le culpará, porque le pertenecían”. Y aún dicen que la moralidad es derivada de la religión.

Con los ejemplos anteriores no debería caber duda: así como hay cosas útiles en la Biblia, también está llena de incoherencias y atrocidades. No es una deidad la que nos ayuda a distinguir las partes buenas de las aborrecibles, es nuestro propio sentido moral. Siendo así, ¿por qué insisten en pelear guerras para probar que hay un libro más santo que los demás? ¿No sería estúpido que peleáramos guerras por determinar si Windows es mejor que Mac o si Macbeth es mejor que El Quijote?

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