De tanto verlos por la ciudad es probable que las personas no reparen en lo interesantes que son los carteles que cunden las calles, encontrándolos fijados en las paredes, puentes, postes y hasta puertas y ventanas de la ciudad.
En estas fechas fatídicas en las que la ciudad es invadida por propaganda política de quienes se embarcan en las contiendas electorales, hay quienes no escatiman en tapizar por doquier con caras sonrientes, slogans y números del tarjetón y de esa forma contaminar visualmente la ciudad (y mentalmente a las personas).
Pero es precisamente eso lo que me molesta. Ese automático referente que se tiene del cartel en la calle al relacionarlo directamente con política o con publicidad comercial. Sí, es verdad que esas han sido dos de las funciones de este en la ciudad en las últimas seis décadas, pero no han sido las únicas: la protesta –y el cambio- social y el arte (a veces la primera en forma de la segunda) fueron la semilla del cartel en la historia de las ciudades. Y es de eso de lo que quiero hablar acá, planteando de forma modesta las tres siguientes ideas:
- El oficio de la pegada permite conocer ciudad
- Contexto espacial y social a la hora del pegado