¿Qué desvela al Gobierno Santos en su trayectoria final?

Mié, 18/09/2013 - 00:37
Quienes no comprendíamos la muy repetida frase del presidente Santos en cada discurso, “demostrémosles que estamos unidos”, con la movida en su abanico ministerial, que dejó como gran ganador a
Quienes no comprendíamos la muy repetida frase del presidente Santos en cada discurso, “demostrémosles que estamos unidos”, con la movida en su abanico ministerial, que dejó como gran ganador al expresidente Samper, vamos entendiendo. El que faltaba del directorio rojo entró al gobierno Santos, y con la mayor parte burocrática se ubicó al lado de los gaviristas, serpistas, galanistas, etc. ¿Unidos para qué?, pregunto yo. ¿Alrededor de él y su gobierno? Olvida el Presidente que fue en la unidad, en el más ciego unanimismo, donde germinaron errores como la reforma a la Justicia, la incapacidad de los ministros para atender a los campesinos, a los maestros, a los médicos, a los pilotos, a los cafeteros, a los transportadores, que hoy, desesperados e ignorados, convulsionan al país con sus paros. Para el ciudadano del común y para nosotros, las nuevas generaciones de colombianos, ha quedado claro que el Presidente Santos es un personaje más de la política tradicional: sin mérito alguno para trascender en la historia. Embriagado de diplomacia, temeroso de perder la corona, su fórmula no es otra que arrodillarse ante los “padres de la patria”, haciendo oficial las recomendaciones de hojas de vida crecidas al calor de samperistas, entre otros. Juan Manuel Santos y Germán Vargas Lleras, Kienyke En estos años de un completo limbo nacional y de la metástasis de la política incoherente, Santos ha tenido como prioridad pensar en sí mismo y proteger sus apuestas, dejando atrás una ambición mucho mayor y que debe convocar a Colombia: la honradez política. En la búsqueda de una solución antes que de una medida de choque para hacerle frente a los reclamos campesinos, a los del transporte aéreo y terrestre, para ponerle ritmo a las  conversaciones en La Habana, como se esperaría de un gobierno institucional, Juan Manuel Santos no se apretó los pantalones. No ha dedicado un momento, como jefe del Estado, a exhortar a la clase política a que derrote sus propias costumbres. Olvida Santos que tal vez el cáncer más peligroso que padece este país es aquel que hace metástasis en las entrañas de su dirigencia. Y por concentrar su atención en evitar que otras colectividades tengan candidato propio como alternativa a su gobierno, regiones como Boyacá, Nariño, Santander, Cauca y Valle del Cauca están dispuestas a bloquear las vías una vez más con tal de ser escuchadas. Yo esperé  que el señor presidente actuara frente al descontento del pueblo con la usanza del poder, con un gabinete cuya visión de país fuera distinta a aquella del que se nombró en 2010. Pero no, todo lo contrario. Delirante resultó mi expectativa. A Santos solo lo desvela que el Congreso, los partidos políticos, estén unidos a su favor; por ello renunció a reclamar honradez, rectitud, ética pública, en su nueva etapa de gobierno con nuevos coequiperos: estamos unidos y se acabó. Hay testimonios que involucran a expresidentes con dineros ilícitos, pero estamos unidos. Los congresistas legislan para su  propio bienestar –y no para el del país–, pero estamos unidos. El jefe único del liberalismo dice que la gasolina bajará $1000, cuando no es cierto, pero estamos unidos. Y lo más diciente en los cambios del gabinete nacional para enfrentar el último tramo de este cuatrienio es que Santos está dispuesto a convivir con la política mediocre, a mantener la Unidad Nacional amangualado con los “padres de la patria”, aun después de que estos “honorables” expresidentes han manifestado hasta la saciedad que sus intereses están por encima del Interés Nacional. No importa si el Congreso, los partidos políticos y el presidente rompen su cordial “amistad”. Si eso estimula la democracia, el debate, los argumentos, bienvenida sea la discrepancia. ¡Y a la basura la unidad!, esa que se cocina en los despachos, entre  expresidentes y se traduce como esta pena nacional. @josiasfiesco
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