Los cambios de gobierno y la tendencia política emergente de ultra derecha en los países del continente, señalan de manera preocupante un posible retroceso en el reconocimiento y la protección de los derechos de las mujeres. Situación que cada día hace que el ser mujer en el continente americano se vuelva más que un estigma, en una dificultad para el ejercicio efectivo de los derechos humanos consagrados como fundamentales para la comunidad internacional.
Es doloroso tener que escribir estas líneas cuando tienes conciencia crítica sobre los hechos recientes que están teniendo lugar en Estados Unidos y en Brasil, y más aún cuando tienes madre, hermanas y una hija que tiene la esperanza de vivir en un mundo mejor y no sabe aún lo que le tocará enfrentar.
Algunos vimos con preocupación el año anterior, con la llegada al poder de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, un personaje ampliamente controvertido y no precisamente por sus actuaciones como mandatario sino por sus salidas en falso y comentarios ofensivos hacia las mujeres, defendiendo ampliamente la inequidad de género, usando adjetivos para referirse a ellas como «puercas gordas, zorras y animales repugnantes».
Después de los comicios electorales del pasado domingo en Brasil, se han hecho aún más populares frases como: "El feminismo es una enfermedad", "ella no merece ser violada porque es muy mala y muy fea", "si colocan mujeres porque sí, voy a tener que contratar negros también", "son cinco hijos, pero la quinta vez me dio una debilidad. Fueron cuatro hombres, la quinta vez me descuidé y vino una mujer", pronunciadas por el candidato a la presidencia de Brasil el señor Bolsonaro, no solo generan estupor en la sociedad, sino también una desesperanza y desolación sobre el estado actual de la política regional que ve en el populismo (categoría de gran elasticidad conceptual) un arma letal que ha regresado con fuerza para quedarse.
Los hechos recientes relacionados con la confirmación de la nominación del juez Kavanaugh en la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos fortalecen la posición del señor Trump, quien reafirmó la conveniencia de la nominación a pesar del escándalo y la denuncia de un presunto abuso sexual que recaía sobre el juez, quien el fin de semana anterior fue ratificado por el congreso y estará de por vida en una posición privilegiada donde se define en última instancia la suerte de las minorías, y la protección de los derechos de las mismas, en donde la mujer al parecer tendrá las de perder gracias a su postura conservadora radical.
A pesar de lo anterior, no todo es negativo. La semana pasada, con la entrega del premio nobel de paz, se otorgó un gran reconocimiento a todas las personas que luchan por visibilizar los abusos contra la mujer, así como los constantes agravios y dificultades a las que tienen que someterse las mismas en África y Oriente Medio, esto, gracias a las labores que han venido realizando Nadia Murad y Denis Mukwege respectivamente.
Estos mensajes llegan en hora buena a este lado del continente, donde al parecer el ser mujer puede llegar a ser un dilema, (sólo por generalizar y sin entrar a hilar fino), en Colombia y algunos países de la región, hoy en día es un calvario ser mujer y tener la condición afrodescendiente y/o tener procedencia rural. A propósito de ello, el próximo 15 de octubre se celebra el día Internacional de las Mujeres Rurales, día en el que se reconocen los grandes aportes de estas guerreras que garantizan la seguridad alimentaria y ayudan a preparar a las comunidades para el cambio climático, pero que sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza, y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor, tal como lo reconoce la Organización de las Naciones Unidas.
@cperezes
