Las Farc, por lo menos para mí, representaban uno de los más grandes males de este país. No puedo dejar de pensar en los secuestros, masacres, torturas, pescas milagrosas, toma a poblaciones, narcotráfico y muchas otras acciones producto de su actuar ilegal y terrorista que dejó miles de muertos a lo largo de cincuenta años de terrorismo.
Desde que el gobierno inició el proceso de negociación con ese grupo ilegal, yo, que nunca apoyé las acciones de esa mal llamada guerrilla, empecé a mentalizarme para cambiar el chip sin dejar a un lado mis convicciones y entender que los asesinos, secuestradores y torturadores, ahora estarían caminando libremente y con derecho a ejercer política.
No estoy feliz con el hecho que, por lo menos los cabecillas, no vayan a la cárcel o reciban un castigo, cualquiera que fuera y aún me parece injusto con las víctimas que personajes como ‘Catatumbo’, ‘Pascuas’ o ‘El Paisa’ simplemente deambulen por ahí sin más ni más como si no hubieran hecho nada. Sin embargo, entiendo que ellos no iban a negociar para irse a una prisión, uno de los ‘sapos’ de los que habló Santos.
Ahora, no votaría por un candidato de las Farc por nada en el mundo, pero igualmente y con todo lo que he expuesto, tampoco le desearía la muerte a un terrorista como ‘Timochenko’, salvo que su muerte fuera ante las armas legalmente amparadas por la ley en un operativo de nuestras Fuerzas Militares.
Digo esto porque me desconcierta que algunos personajes, en este caso los que están más a la derecha, parecieran olvidar que precisamente lo que nos diferencia de personajes como Timochenko es la empatía por el dolor ajeno. No nos podemos igualar a pensar como asesinos que quieren la muerte de otra persona a como dé lugar.
Es cierto que la impopularidad de las Farc es alta, es verdad que despiertan en muchos los más bajos deseos, es irrefutable que engendraron odio en no pocos colombianos, pero así y todo este es el momento de replantear la sed de venganza que ha caracterizado nuestra historia teñida de sangre y retaliaciones.
Es más, en lo personal, prefiero que Timochenko se recupere y ya que no va a pagar cárcel, gracias a las concesiones del acuerdo, lo derrotemos en las urnas, por la vía democrática, preferiblemente de manera apabullante y sin lugar a ninguna duda.
Por eso, mi llamado a los que desean la muerte del cabecilla guerrillero es más bien a aceptar este momento histórico. Los que no queremos a los terroristas representándonos en política debemos ir a las urnas y que ese falso apelativo de ejercito del pueblo que acompañaba las siglas de las Farc, se caiga en las votaciones. Que entiendan que no representan a ningún pueblo, o por lo menos a muchos de nosotros no.
Ellos nos atacaron cincuenta años con tatucos, secuestros, minas y extorsiones, nosotros los derrotaremos con los votos, eso sí, sufragando a consciencia.
