Realidad Política Colombiana

Lun, 18/02/2019 - 09:39
Llevaba mucho tiempo en una lista de espera de la EPS para que me atendiera un psicólogo, cuando de repente y en plena noche me detuvieron en un control rutinario de carretera una pareja de policías
Llevaba mucho tiempo en una lista de espera de la EPS para que me atendiera un psicólogo, cuando de repente y en plena noche me detuvieron en un control rutinario de carretera una pareja de policías que aprovecharon para realizarme un reconocimiento gratuito. "Usted tiene tendencias maníaco-depresivas", aseguró uno de ellos mirándome a los ojos. "Pues sí, confesé, sobre todo en determinados momentos históricos, y me ha descubierto usted en uno de ellos". "Señor Villegas, ¿y padece ataques de pánico?". "Todo el tiempo,  señor agente”. Mientras le exponía mis conflictos tumbado en una camilla plegable tipo diván que habían sacado de no sé dónde, su compañero me tomaba la tensión con idéntica profesionalidad. Noté que uno de ellos estaba especializado en los males del alma y el otro en los del cuerpo. Entretanto, se detuvo junto a nosotros un camionero que iba hacia Medellín para corroborar que todo estuviera en orden y me preguntó si odiaba a la  Colombia corrupta representada por la mayoría de políticos. Le dije que tanto como a Rafael Uribe Noguera o más, y que en mi opinión debería hacerse una ley específica, no ya para meter en la cárcel a los ladrones de cuello blanco, sino para evitar la patética situación de presenciar como individuos sin pizca de talento, desharrapados como dicen por ahí,  se aprovechan de los puntos débiles de la democracia y arrebatan el poder a sus legítimos dueños. Añadí que de no ser porque estaba demasiado cerca el escándalo de Hidroituango y  podríamos levantar sospechas, yo sería partidario de efectuar una operación de compraventa como la que ha llevado a la constructora brasilera Odebrecht a realizar sobornos a funcionarios del gobierno para obtener beneficios en contrataciones públicas. Pero parece que el acorralado aquí soy yo señor agente y no el fiscal general de la nación. Qué raro que es todo esto, dije yo. Sí, bastante raro, replico él. ¿Es real la realidad, señor Villegas? Pues al menos un 25% de ella sí que lo es señor agente. La realidad no deja de fastidiarnos, incluso cuando estás intentando dormir. El ruido de la nevera, por ejemplo, es real, y llega hasta la habitación aunque cierres las puertas y te tapes los oídos con las manos. También es real que aún no he llamado a mi hermana, pese a que hoy es su cumpleaños. ¿Su hermana cumple años hoy? Sí señor agente. ¿Cómo se protege usted señor Villegas de la realidad? Me protejo de la realidad como los políticos, viviendo en un mundo de fantasía. Pero la fantasía dura lo que tarda en llamarte tu hermana para reprocharte que hoy es su cumpleaños y que no la has felicitado. A los políticos les dura la realidad lo que tardan en ponerse una corbata cuando les preguntan por los dineros de Odebrecht y la plata de la refinería de Cartagena, Reficar. Van  hundidos en el asiento trasero de sus camionetas, entreteniéndose con sus mentiras, cuando de repente les suena el celular y es la realidad, que les persigue como un fantasma a un neurótico. Todo un caso de neurosis al revés señor agente, un verdadero reto para la ciencia. ¿Quiere añadir algo más, señor Villegas? Sí, esta camilla plegable tipo diván es bastante incomoda, y supongo que también trabajar en la fiscalía. Los policías expertos en los males del alma, que luego resultaron ser unos agentes del CTI, intentaban hacerme caer en contradicciones, pues hay personas que fingen odiar a los corruptos para conseguir subvenciones o ascensos políticos, pero yo creo que no me cogieron en ninguna mentira importante. Al final, haciendo uso de la extraordinaria habilidad de la Benemérita para calificar la situación psicológica y el estado físico de los automovilistas, decidieron que podía continuar conduciendo, pero me dieron una receta que luego, leída con atención por la psicóloga, resultó ser una multa de tráfico.
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