El viaje del presidente de Colombia Juan Manuel Santos a Cuba, el pasado 16 de julio, con el fin de pedir a Raúl Castro su intevención para solucionar la crisis de Venezuela puede no resultar tan inútil como parece, si al final sirve para convencer a quienes todavía tengan dudas de que todo cuanto decide el gobierno de Caracas, incluida la brutal reacción contra los opositores, se maneja desde La Habana.
Uno de los refugios que nos van quedando en estos tiempos de posverdad y caos en las redes sociales, son ciertas cabeceras de prensa particularmente anglosajona como Financial Times, que es de esos medios que no están para dar exclusivas mundiales sino para contar hechos verificables.
Lo digo porque fue el periódico que reveló la auténtica finalidad del viaje de Santos a Cuba, vendido en Colombia como un desplazamiento con el fin de mejorar las relaciones comerciales entre los dos países. Un viaje de esa naturaleza se habría entendido algo a Brasil, México, Chile o Argentina.
Pero en fin, algún pretexto tenía que haberse inventado la cancillería colombiana para explicar que un presidente como Santos ya con el sol a sus espaldas, con decenas de prioridades por encima de mejorar los negocios con la isla, tenía que entrevistarse con Raúl Castro. La iniciativa, por lo visto, tenía el apoyo de México y Argentina. Y fracasó.
Así pues, si damos por buena la versión del Financial Times. Santos pretendía “convencer a La Habana de apoyar una estrategia diplomática regional para frenar la creciente crisis en Venezuela”. En otras palabras, que Raúl Castro retirase el apoyo al Gobierno de Nicolás Maduro. Siempre según la versión del diario inglés, una señal de éxito sería “si Maduro cancela la asamblea constituyente del próximo 30 de julio.”
Como no hay señas de que tal cosa vaya a ocurrir, sino todo lo contrario, a la vista está el apoyo cubano a una iniciativa destinada a complicar más las cosas de lo que ya están en Venezuela. O si se quiere, que en La Habana no está la solución sino que forma parte del problema.
La constituyente convocada por Maduro está inspirada en el ejemplo cubano, un sistema en el que 99 por ciento de las personas seleccionan y votan por la lista oficial que les proporciona el modelo político de la isla.
Maduro se decidió a imitar ese modelo cuando vio que el chavismo no volvería a ganar con las reglas que le daba la constitución de 1999, para mantenerse en el poder tenía que cambiar las normas. Y quien tenga alguna duda, que vaya a la declaración del presidente venezolano según la cual “lo que no se pudo con los votos, lo haríamos con las las armas”.
A este desastre tutelado por La Habana podría añadírsele un ingrediente más de calamidad si Donald Trump cumple la amenaza de embargo económico que vendría tras la constituyente, que básicamente consitiría en la prohibición de importar petróleo venezolano a Estados Unidos.
Qué más va a querer Maduro para emprender una fuga hacia adelante que un embargo económico tras sus reiteradas denuncias de que lo que el desabastecimiento y penurias que vive su país se debe a la “guerra económica declarada por el imperio norteamericano contra Venezuela”.
La experiencia demuestra que los bloqueos y embargos económicos casi nunca consiguen su objetivo, solo llevan sufrimiento a la población y permiten vivir a las élites que gobiernan en un mundo de privilegios que hace más sangrante la situación.
Ahí está el caso de Cuba para demostrarlo. Como quiera que sea, la situación de Venezuela hoy tiene una muy difícil salida democrática y la constituyente de Nicolás Maduro sólo servirá para empeorar más las cosas.
Santos en La Habana, lo positivo de un viaje fracasado
Mié, 26/07/2017 - 07:40
El viaje del presidente de Colombia Juan Manuel Santos a Cuba, el pasado 16 de julio, con el fin de pedir a Raúl Castro su intevención para solucionar la crisis de Venezuela puede no resultar tan in