Señora, deje a su marido

Sin darnos cuenta hemos normalizado cosas que creemos que están bien, pero que en el fondo no hacen más que esconder prejuicios e injusticias. Si, desde pequeños nos han dicho cómo deben funcionar las cosas en la sociedad, y tal vez nunca hemos tenido la oportunidad de cuestionarnos sobre ello. Tal vez todo tenga su aparente lógica, pero ello no implica que sea lo adecuado y lo justo. Cuestionándome fue como hace poco me di cuenta de que crecí junto a dinámicas que creía que eran normales, dinámicas con las hoy no estoy de acuerdo y con las que quiero pelear.

 Tenía 10 años. Mi abuela con su pelo blanco, a pesar de una fuerte gripa, me decía que tenía que prepárale el agua de panela a mi abuelo. Me dijo también que su mijito –mi abuelo- nunca había entrado a la cocina, que eso de que los hombres hicieran cosas relacionadas con la cocina estaba mal visto. La verdad no me acuerdo sobre lo que pensé en ese momento, pero si recuerdo que no dije nada al respecto. Claro, mis abuelitos fueron criados a la antigua, donde los roles estaban completamente diferenciados y delimitados. Tal vez pensemos que esas diferenciaciones – que aparentemente son bobas- ya no existen en nuestra sociedad, pero la verdad es que han ido evolucionado y muchas de ellas aún están presentes. Ahora los hombres son capaces de entrar a una cocina – o al menos eso espero- sin sentirse menos. Pero muchos de los roles que diferencian de un genero a otro son una realidad. Y en absoluto pretendo hacer una generalización, pero más de uno ve al hombre como el fuerte, como el sostén de la mujer. Y muchos otros ven a la mujer como la débil, quien necesita obligatoriamente de un hombre. Los roles están tan perfectamente delimitados que el hombre puede tener la potestad de ser grosero, brusco y violento, mientras que la mujer tiene que asumir una actitud permisiva y pasiva. Parece que ellas no tuviesen otra salida más que callar y aguantar la violencia. Esa delimitación de roles no es reciente, viene desde mucho más atrás de la época de mis abuelos. Pero seguro mucho de nosotros, somos culpables de que dicha diferenciación de roles, entre hombre y mujer, pase de generación en generación.  Más de una vez he escuchado cosas como: “María,  ¿usted cómo se va a separar?... ya se lo aguantó lo más, aguánteselo lo menos” ó “Carmencita, es que a veces las mujeres tenemos la culpa y por eso nos pegan, además, ¿cómo va dejar a Rubén?, él la ama”, también: “Si usted se casó fue para respetar esa unión, además, ¿no le da pesar con los niños?” ó “¡No sea boba! ¿Cómo se va a separar? ¿De qué va a vivir entonces?” Si, las mujeres nacieron para aguantarse a los hombres. Y los hombres nacieron para maltratarlas. Y en este punto existe un gran problema, aún muchos piensan que para que haya violencia es necesario un golpe, un grito o una mala palabra son intranscendentes, algo que tenemos que dejar pasar.  A mi enseñaron que el hombre tiene la posibilidad de ser un completo desgraciado, mientras que la mujer tiene que callar mientras lava los platos. Seguro a usted también le han enseñado algo parecido, la mujer no es mujer sin la compañía de un hombre. Seguro si nos ponemos a pensar en nuestra vida cotidiana, encontraremos al menos alguna diferenciación entre hombre y mujer que hemos asumido como normal, pero que el fondo sólo esconde machismo y discriminación. Por eso, lo invito a usted, para que junto a mí pelee contra esas dinámicas con las que no estoy de acuerdo. Lo invito para que la discriminación no sea algo que pasemos de generación en generación. Lo invito, a pelear contra esos argumentos que permiten que el hombre tenga la ultima la palabra y que la mujer no pueda hacer otra cosa más que callar y aguantar. Le aplaudo cuando haga consiente a una mujer de que es mujer, no por el hecho de tener un hombre al lado, sino por el simple placer de existir. TW: Nicolas_M0