Sobreviviendo a dos crisis

Lun, 20/05/2013 - 03:01
Su nieto se asomó al balcón que está en segundo piso de la casa de cuatro plantas, le pido que llame a su abuelo y le diga que ya he llegado. Las campanas del pueblo repican para indicar que son la
Su nieto se asomó al balcón que está en segundo piso de la casa de cuatro plantas, le pido que llame a su abuelo y le diga que ya he llegado. Las campanas del pueblo repican para indicar que son las 4 p.m., pego la oreja a la puerta e intento capturar algún sonido, *Federico no baja rápido y me preocupa. Antes habíamos hablado por teléfono para concretar la cita, ya me había dejado entrever que la idea de contar parte de su vida no le hacía mucha gracia. Hace buen clima, el sol rellena los pasillos de aquella calle, algunas casas hacen sombra y el viento es frio, es primavera. *Federico abra la puerta, se para en el filo del portal, mete las manos en los bolsillos de su chaqueta color camel, alza los hombros, me mira y tuerce la boca. Me temo lo peor. “Mónica, se acuerda que yo le había dicho a usted que yo no estaba muy convencido”. Con *Federico nunca había tenido la oportunidad de hablar sobre su estadía en España. Me entero por medio de mi suegro que se regresa a Colombia, me parece interesante su historia, en realidad todas las historias de los inmigrantes son atrayentes, cada uno tiene un porque y un cómo. Este inmigrante vivía en Colombia, es bogotano. En su país trabajó como vigilante durante 15 años, empleo en el cual se desempeñó hasta 2001, en ese año se terminó su contrato. Laboraba para un tío del expresidente Cesar Gaviria pero, “un día nos dijeron, mañana se pasan por la liquidación, el familiar del expresidente se va a vivir a EE.UU y van a vender el edificio”. Dice con nostalgia *Federico “A mi ser vigilante me gustaba, era un trabajo tranquilo, y eso que a los dos años de haber empezado en este oficio, cuidando un banco llegaron unos tipos armados a atracar las oficinas y me pegaron tres tiros en una pierna”. Seguimos parados en el umbral de su casa, con su mano derecha se levanta la bota del pantalón izquierdo y me enseña una de las cicatrices  parece un ombligo y es de las heridas de bala que le quedaron como recuerdo. “Yo escogí este oficio porque un día estaba arreglando la fachada de una casa y el andamio se tambaleaba, voltee a mirar y vi un tipo con un fusil parado en una puerta, dije, yo quiero ser vigilante, es man esta relajado y así fue”. Crisis en España, Kienyke En Colombia con muchos años de esfuerzo ya había conseguido tener una casa para vivir bien como el mismo dice, “no vivíamos como ricos pero si de manera decente” agrega *Federico. Pero al quedarse sin empleo decidió aventurarse, uno escucha la palabra España y todo le suena bonito, le suena a plata y en un principio lo fue. Aquí llegué por medio de mi sobrina que fue reagrupada por su esposo. Salí de Colombia un 31 de diciembre de 2001, aprovechando que hasta entonces no pedían visado y entrábamos con el pasaporte. Mi viaje fue largo salí del aeropuerto el dorado e hice escala en Lima, llegué sobre las 11 de la mañana y me tocó esperar hasta las 10 de la noche. fue una espera muy larga, como avisándome lo que se venía” *Federico, se ríe, y menea su cabeza dibujando un no en el aire. Aquí llego a la casa donde vivía su sobrina, recuerda que en aquella vivienda había un cuarto disponible pero la dueña del inmueble no le permitió alquilarlo. “Hace 10 años no era fácil que le alquilaran a un inmigrante, nos tenían fobia, ahora es que uno ve avisos de se alquila, se vende” una semana después de haber arribado a la península ibérica conoció a otros inmigrantes que buscaban alguien para alquilar una casa en el casco antiguo de un pueblo cercano. *Federico cierra los ojos, menea su cabeza, hace una mueca y me dice: “era fea, fea, fea como ella sola, olía mal, a humedad, eso era un cuchitril. Dejar mi casita tan bonita, para venir a vivir a esta casa que estaba en pie de milagro. Uno piensa que porque es Europa, esas cosas no se ven. Ignorancia, eso es.” Hace una pausa, se nota que siente nostalgia. En ese momento pasa una pareja de musulmanes y los saluda. “Mónica, en esa casa no había agua caliente, así que para bañarse había que calentar agua en un platón, había ratas, pero ratas enormes” Junta sus manos, luego las separa y queda un espacio de más o menos 4 centímetros, le miro con sorpresa y sonrío. “Empecé a trabajar en el champiñón, me levantaba a las 5 de la mañana, a veces salía a las 2 p.m., me llamaban de otro lugar e iba, salía a las 8 p.m. todo eso en negro claro, no tenía contrato, pero pagaban bien, había trabajo, ¡mucho trabajo!. Una vez, me dio la 1 de la madrugada recogiendo champiñón. Me sacaba 1800 euros limpios, todo eso lo ventiaba pa Colombia. Así mi mujer iba metiéndole arreglitos a la casa y tenía pa todo lo que necesitara. Allá estaban mis dos hijos también” “Dos años después la pude reagrupar junto con mi hijo el menor, mi otra hija se quedó allá porque me dormí en los papeles. Mi esposa empezó a trabajar en el champiñón o cortando setas, durante los años que laboró, empezó con una molestia en las manos y el médico le dijo que era artrosis. Entonces como ya tenía contrato para traerme mí otra hija, mi esposa dejó de trabajar. Preferimos que se quedara en casa haciendo la comidita para todos. Porque si algo extrañaba era la comida de mi mujer.” Y se ríe. Hoy doña *Gloria, la esposa de *Federico,  es quien más ganas de regresar a su tierra tiene, lleva aquí 8 años y confiesa que nunca se ha sentido feliz, que vino por la ambición pero se arrepiente de haber dejado su trabajo en la Cruz Roja de Bogotá. Aunque agradece que los últimos 4 años ha pasado más tiempo con su familia. “Yo no le voy a negar que siento tristeza, pero estando aquí pude dedicarle más tiempo a mis hijos, así haya estado de guisa (suelta una carcajada)  como se dice, no me importa, les recompensé esas épocas de ausencia. En cuanto a regresar a mí no me da pena, uno vino y las cosas no son como antes, pa que se va a quedar uno aquí sufriendo. La gente a veces me dice, ah, usted no conoció España. ¿Y qué? Acaso en Colombia no hay lugares más bonitos. Yo quiero estar con mi mamá, ella está muy viejita. No quiero que me pase lo mismo que a mi esposo, su madre estaba muy enferma, la fue a visitar, por esa razón perdió el trabajo, ya que la licencia que le daban era por 15 días nada más, y el deicidio irse por 2 meses a estar con ella.” *Federico, retoma su historia, “así fue, yo perdí mi trabajo porque el jefe no me quiso dar más tiempo pero yo no podía repetir la historia. Mi hermano murió en 2008 y yo no pude ir ni al entierro.  Cuando llegué de Colombia, hicimos un trato y él me mandó al paro, eso fue en 2010 y ya se agotó, lo que estoy cobrando ahora es la ayuda de 400 euros. Mi mamá murió 8 meses después de haber regresado.” Hace una pausa, frunce el ceño, agacha la cabeza, veo que sus ojos están aguados, nos quedamos en silencio algunos minutos. No debía ser una situación fácil, aunque como el mismo me dijo después, ya sabía que su madre iba a morir. Actualmente *Federico se ve expuesto a la misma situación del 2001, sin trabajo, a punto de acabarse la ayuda, y con su esposa enferma, ha decidido regresar a Colombia. No le resulta fácil, admite que la tranquilidad que tiene de poder salir a cualquier hora sin que nada malo le pase, le gusta, pero su esposa no aguanta más y es consciente de que no es feliz. A finales de este mes, él, ella y su nieto, vuelven con los suyos, dejando aquí a sus dos hijos que de momento tienen una estabilidad laboral. Él quiere regresar a España al menos por unos meses más para vender sin afán la casa y saldar la hipoteca. Federico estaba reacio a contarme su historia por considerarla algo personal y de la incumbencia de pocos, se despide con esta frase: “A veces es bueno que la gente conozca que las cosas no son como las pintan, en todas partes se pasan penurias.” @MonicaMaria83                                  
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