-La verdad, doctor, creo que mi problema es que sufro de bipolaridad política. Y de eso es que quiero hablarle.
-¿Bipolaridad política? Es la primera vez que oigo ese término ¿Podría explicarme, señora?
-Si, claro doctor. Por ejemplo, a mi me da por pensar que es necesario cambiarle el significado a los colores de la bandera…
-¿Cómo así?
-Pues a veces pienso que el azul va a tener que pasar a significar las lágrimas que derraman nuestros soldados ante la humillación sufrida por las hordas indígenas. ¡Esa patanería de los indígenas me hace sentir completamente indignada!
-¿Indignada?
-Sí, doctor. Pero ese sentimiento se me pasa cuando me pongo a pensar que la palabra indignación viene de indígena. Y que la indignación nació cuando la nación de los indios se disgustó por la indigencia a la que durante siglos ha sido condenada. Y entonces es cuando me duele el alma pero desde el otro lado, ¿si me entiende, doctor?
-Por supuesto, señora, que la entiendo. Prosiga, por favor.
-Luego me sucede algo extraño, doctor. Es que mi sensibilidad es como rara. Me escandalizo por los empujones que los indígenas les dieron a los soldados, pero me siento indiferente al saber que un joven indígena y una mujer indígena embarazada encontraron la muerte a manos de los soldados. ¡Qúe vergüenza! ¿No le parece, doctor?
-Sí, señora.
-Y cuando menos me doy cuenta, doctor, inconscientemente estoy convirtiendo en "crímenes de lesa humanidad" esos empujones y zarandeos que los indígenas les propinaron a los soldados. Honestamente digo que no hay derecho a tanta exageración. Pero lo peor es que empiezo a pedir que judicialicen a los responsables de estos atropellos y los metan de cuatro a ocho años en la cárcel como manda la ley, tal y como si se hubieran robado un caldo de gallina. ¿Cierto que estoy loca, doctor?
-Bueno, no sé si ese será el término adecuado…
-¿Qué se han creído esos indios? ¿Qué pueden ponerse la Constitución de ruana y de guayuco? ¿Qué son una república independiente? No doctor, ¡tienen que cumplir con la Constitución! Es que de solo pensar en estas cosas me enervo. Me va a dar un yeyo, doctor.
-Respire profundo, señora. Procure no alterarse.
-Eso estoy haciendo, señor. A propósito de Constitución, cuénteme usted, doctor: ¿dónde diablos guardamos la Constitución durante todas estas décadas en que dejamos en total abandono a los indígenas? Dígamelo, doctor, ya mismo por Dios, antes de que empiece a enfurecerme…
-Cálmese, mi señora. Realmente yo tampoco lo sé.
-Es que ni yo misma me entiendo, doctor. Soy tan contradictoria, tan bipolar. Pero de repente se me viene una ira tremenda cuando me doy cuenta que a los indígenas se les ha despojado durante años de sus tierras y de su suelo… Entonces me salgo de casillas. Me hierve la sangre. Mire cómo tiemblo de la ira, doctor.
-Por favor, señora, tranquilícese. ¿Le provoca un vaso de agua?
-Sí señor, gracias. Vea, doctor, qué bipolaridad política tan grave la mía. Me tiene completamente consternada la fotografía del soldado que lloró el día aquel. ¿La vio usted?
-Por supuesto que vi la fotografía del soldado llorando.
-Pues a mí me parece muy triste y tierna a la vez. Los héroes también lloran, son de carne y hueso. Derraman lágrimas ante la impotencia de no poder defenderse. ¿O será que aprender a dejar de dispararle a la población civil es un proceso muy doloroso? Es que aprender a resolver los conflictos sociales sin sangre es muy complicado, ¿cierto, doctor?
-Sí señora. Es muy dificil.
-Vea le digo una de las cosas, doctor: me da mucha alegría saber que en el seno de nuestras fuerzas de seguridad hay muchísimos soldados humanos, capaces de llorar, capaces de respetar a los civiles que los torean, y no únicamente desalmados capaces de efectuar falsos positivos... Pero de pronto, doctor, se me viene a la mente otra fotografía.
-¿Cuál fotografía, señora?
-La foto de miles de indígenas que lloraron no un día… ¡sino siglos! Siglos de atropellos, siglos de muerte. Entonces me doy cuenta que históricamente nuestro verdadero plato típico es el sancocho hecho a base de carne indígena. Me hierve la sangre pensar en eso. Mire cómo se me pone la piel de gallina, doctor.
-Empiezo a entender lo que usted llama bipolaridad política, señora.
-No, doctor, usted no sabe hasta dónde soy capaz de llegar…
-¿Cómo así?
-A veces soy una convencida absoluta de que los indígenas actúan totalmente manipulados y engañados por las Farc. ¿Y sabe qué me sucede unos minutos después? Me avergüenzo de ver las cosas así de simples.
-¿Por qué?
-Porque sé que creer que miles de indígenas carecen de la capacidad de defender sus propios intereses, creer que miles de indígenas adolecen de la capacidad de discernir y de darse cuenta que alguien los manipula es, en el fondo, subvalorarlos y pensar de manera racista y colonial. ¿Me comprende, doctor?
-Sí señora. La comprendo perfectamente.
-En otras palabras, doctor: pensar que las Farc manipulan a todo el pueblo indígena es tan tonto como creer que quienes no comparten el punto de vista indígena son todos manipulados por el doctor Uribe. No hay derecho a ver las cosas tan esquemáticamente. Estoy cansada de pensar que las cosas son o blancas o negras. Sin matices. Ahí es cuando me arrepiento de mis ideas primitivas y cambio el planteamiento.
-¡Qué bien, señora!
-Ni tanto, doctor. En ese momento saco a relucir mi horrible manía de ver la Historia como una fiesta de Halloween.
-¿La Historia cómo una fiesta de Halloween? No le entiendo, señora.
-Sí, porque empiezo a imaginar que lo que hay en el Cauca es una gran cantidad de guerrilleros disfrazados de indígenas. Y que lo que se necesita es darle plomo a todos. ¿A todos, dije yo, doctor? ¿Y si guerrilleros son solo algunos? En el Congreso tenemos bastanticos parapolíticos: ¿abaleamos a todo el Congreso? ¿abaleamos o judicializamos? Ve, doctor, ¿cómo se me hace en la cabeza un sancocho?
-Sí, señora.Lo veo perfectamente.
-Es que doctor, para hacer la guerra somos unos berracos.; para hacer la paz, ¡unas pelotas! Lo que aquí tenemos es la autopista de la guerra, la trocha de la paz. Aquí no hay diá-logo sino noche-logo. ¿No le parece, doctor?
-Ciertamente así es, señora.
-Vea doctor: si por mí fuera, le escribiría una enérgica carta a Timochenko exigiéndole de manera respetuosa que tenga la amabilidad de sacar inmediatamente a sus hijueputas tropas del Cauca, del país y del planeta y que deje la joda, que ya estamos mamados de esta miserable guerra, y que se siente a ver cómo arreglamos esta vaina, que sea varón.
-¿Y por qué no lo hace, señora?
-Porque ahora me entró una preocupación más grande, doctor.
-¿Cuál?
-Estoy preocupadísima con la mechoneada que le pegaron a Oscar en la Casa Estudio
-Entiendo, señora Colombia.
-Locombia, doctor. Lo-com-bia.
@dicksalazar
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