Tres veces Luis Miguel

Vie, 10/08/2018 - 08:54
En las últimas semanas las redes sociales, los espacios de visita, las cafeterías de las oficinas, los puestos en los buses del SITP, de Transmilenio, los taxis y demás lugares de relacionamiento e
En las últimas semanas las redes sociales, los espacios de visita, las cafeterías de las oficinas, los puestos en los buses del SITP, de Transmilenio, los taxis y demás lugares de relacionamiento existentes se han visto invadidos por el tema que, para muchos, alteró el curso de la televisión moderna en Latinoamérica: la historia de Luis Miguel, el cantante. Luis Miguel Gallego Basteri nació el 18 de abril de 1970 en San Juan, Puerto Rico, pero se nacionalizó mexicano por efectos de su negocio. Es tan ‘manito’ como hawaiana la pizza que venden en el barrio Restrepo, de Bogotá. De padre español y madre italiana, el muchachito de voz prodigiosa se encargó, durante muchos años, de ilusionar a miles de adolescentes con su voz, sus canciones y con una sonrisa acompañada de un diastema que le separaba los dientes incisivos centrales superiores 11 y 21. En palabras de mamá: las dos paletas del frente. Y, como ochentero hincha del pop, fui envuelto por sus chillidos y sus berridos. El hombre se convirtió en el mocetón latino que se dio el lujo de montar la mejor fiesta en la playa, cuando calentaba el sol, y en la que importaron ‘un carajo’ los 35 grados de temperatura que en ese momento tostaban a los participantes. Comenzó a cantar, en 1981; grabó su primer álbum, en 1982; actuó en películas, se ha ganado tres premios Grammy, un montón de discos de platino y otro montón de discos de oro; y ha trabajado con las disqueras más importantes del planeta.  Varias de sus canciones marcaron el inicio de las groupies colombianas, que eran identificables en las calles bogotanas por sus sendos copetes, sus cortas minifaldas y sus tenis Reebok acompañados de medias de bolita en la parte alta del talón. En 1988 lanzó La Incondicional, una canción que estuvo siete meses en los primeros lugares de varias listas de popularidad y que le dio fin a su melena tipo Monaguillo (león de Santa Fe), porque el video fue rodado en una escuela militar y él lo protagonizo como un oficial de la Fuerza Aérea mexicana. Confieso que la balada me gustó, por muchos años, y cuando la escucho canto algunas de sus estrofas. Pero el punto fuerte de mi admiración por su música llegó en 1991, año en el que fue lanzado Romance: un disco de boleros producido por Armando Manzanero con el que alcanzó ventas de más de siete millones de copias, a nivel internacional; ganó 70 discos de platino y seis de oro, convirtiéndose en el primer latinoamericano en recibir uno de ellos en los Estados Unidos, por un álbum en español. Los cortes del novedoso trabajo hicieron parte de paseos, reuniones y juergas disfrutadas por mis amigos y por mí, y que fueron acompañadas por el anís, las uvas, la caña y el agave. Después de este disco, mi gusto por su música se estancó; sus versiones de las rancheras no me gustaron. Pero gracias a la magia de la televisión recuperé la admiración por sus gritos y notas largas. Netflix se aventuró y llevó a la ‘caja mágica’ la historia del cantante con sus ‘ires y venires’. Sin acercarme al televisor me negué a encontrarme con ese mundillo joven del que hice parte. Sin embargo, la insistencia de mis compañeros de trabajo y su encantamiento con la historia me aproximaron, nuevamente, al cuento del adolescente de voz aguda, piel bronceada y tic de alborotarse el peinado cada vez que podía. En la serie encontré lo que nunca imaginé (me salió en verso), acerca de su vida: una madre desaparecida; un padre explotador; inestabilidad en sus relaciones amorosas; el no reconocimiento, durante mucho tiempo, de la paternidad de una hija; los problemas con el alcohol y las fiestas; y sus decisiones impulsivas, que marcaron la llegada a la adultez y al punto más representativo de su carrera. El artista regresó a la escena, con una imagen positiva, gracias al resumen enlatado en 13 capítulos y un tráiler de un minuto y piquito. La narración no solo ha dejado gratos recuerdos a sus fans; también ha permitido risueños resultados, en materia de producción. Acá, algunos de ellos:
  1. Luis Miguel, el “Sol de México”, habría recibido cinco millones de dólares por los derechos de su vida privada.
  2. El cantante aumentó en casi 200% sus reproducciones en Spotify, en México, gracias a la serie.
  3. El cuarto episodio de la serie finaliza con la canción “Culpable o no”; en cuestión de horas se convirtió, nuevamente, en un éxito. Para el lunes 14 de mayo aumentó un 4000% de escuchas.
  4. Netflix se saturó tras el estreno de la serie.
  5. Pese al éxito de la misma, la compañía tambalea. Las suscripciones en el segundo trimestre de 2018 crecieron en 5,2 millones, para llegar a un total de 130 millones, coincidiendo con el mismo trimestre de 2017.
El cuento engancha. Y lo he visto tres veces: la primera, solo; la segunda, acompañando a mis hijas quienes sintieron interés por el ‘hombre y su música’ (además, tiene escenas fuertes); y la tercera, porque aposté con mi esposa a que la serie la conquistaba. Efectivamente, así pasó. Dejo en claro que la tercera fue la vencida (ni una vez más).   Quisiera que la segunda temporada saliera al aire y me contara, entre otras cosas, qué pasó con las relaciones amorosas del ‘hombre’ con algunas de las niñas más admiradas por los adolescentes de esa época como Mariah Carey, Sofía Vergara y la presentadora de MTV, Daisy Fuentes. O cuál fue el destino de la mamá del cantante. Mal que bien y, a pesar de su dura historia, Luis Miguel nos ha divertido con la música que hizo parte de una época repleta de grandes recuerdos. Alguna vez regalé un LP de sus éxitos y, el detallito, me dio buenos resultados. @HernanLopezAya  
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