—Usted sabe que el problema no era de pipís —, me dice Alexandra Montoya, con su acostumbrado desparpajo, el que le conocemos en “La Luciérnaga” y en privado.
Ella sabe que yo sé. Cuando llegó al programa, el asedio era general. En uno de los tantos viajes fuera de Bogotá (ella y todos con 17 años menos) hicimos fila para pedirle esa noche, algunos incluyendo promesas de matrimonio.
—Cualesquiera sea tu decisión, mi habitación es la 204 —, terminé diciéndole, cuando todos los demás candidatos se habían ido a dormir o habían conseguido otra pareja.
Con el tiempo, nos convertimos en tíos de Alexandra. Y Hernán Peláez en el abuelo, que espantaba admiradores. El cariño por ella creció como también la admiración por sus condiciones profesionales.
Estudió periodismo en la Universidad Externado de Colombia y ahora está en mitad de carrera de Jurisprudencia en El Rosario. Alexandra es Natalia, Paola, Noemí, Salud Hernández, la Contralora, la Fiscal, la negrita del Pacífico, la boyacense, la santandereana, la cachaca y otros veinte personajes.
Me acuerdo ahora que yo siempre le preguntaba por la arepita que todos los días me traía sumercé desde Boyacá. Un día -rompiendo la costumbre- me dijo (al aire) que no había podido. Ante la sorpresa general, agregó: —Pero no se preocupe que mañana se la traigo doble. Mañana vengo con mi prima.
Alexandra ya completó ocho meses de embarazo de un niño que llamará Juan José.
Disfruta la rumba, le encanta bailar desde el mapalé, salsa, hasta el hip hop. Su espontaneidad es asombrosa y el repentismo demoledor. Cierta vez, aterrizando en Pereira y unos pasajeros en silencio escuchando los comentarios en voz alta de los chistosos de La Luciérnaga, fui protagonista y víctima de una risotada general.
Alexandra había comprado una maleta pequeña, fina y desconocida en el mercado local.
—Bella tu maletica —, le dije. —Muy cuquita.
—¡Y como a toda cuquita le cabe de todo! —, respondió de inmediato. La risa general duró varios minutos.
Me permito aclarar que Alexandra nos presentó algunos novios, algunos de los cuales reprobábamos los tíos. Yo le presenté uno que fue un desastre…
Tuve uno que otro descache afectivo, de los que me recuperé y aprendí a no repetir. Adoro y admiro al sexo masculino, contrario a lo que piensa una reina del departamento de Antioquia. Yo sí creo que el hombre es el complemento de la mujer, pero no puedo con los hombres celosos, manipuladores y mucho menos maltratadores.
No me he casado, porque nunca tuve ese afán, me interesaba más prepararme intelectualmente, lograr un equilibrio económico y profesional, viajar y poder compartir con mi familia.
"Escogí un donante en una clínica de fertilidad, con características específicas como color de ojos, cabello, estatura", dice Alexandra.
Vamos rápido que ya llega Juan José (ya completó ocho meses de embarazo)…
Hace dos años empecé a plantearme la maternidad. Pero no con desesperación, todo lo contrario, planeada, pensada y sobre todo tranquila. Salí con un par de galanes, uno divorciado, ya tenía hijos y no quería volver a empezar ese rol de ser padre, y otro estaba muy feliz con su soltería a los 45 años. Así, que tomé la decisión de embarazarme a través del método de inseminación. La mayoría de hombres con los que me encuentro me dicen: “y por qué no me llamó, yo le hubiera hecho el favor”. Lo tomo relajada, con risa y me hace pensar que algunos hombres, esta decisión les golpea un poco su viril ego.
Excúsame si soy muy francota con el tema pero no era falta de pene, gónadas y testosterona. Es decir no es falta de “macho” porque en este país “abundan”. Es falta de compromiso de algunos caballeros que solo piensan en sexo, diversión, mujeres 20 años menores que ellos y pasar bueno. No es que esté idealizando al hombre perfecto, pero sí creo que algunos señores no están aceptando su realidad de envejecer con dignidad, madurar, construir y pasar la página. Se quedan en la eterna edad de los “treinta”, especialmente si tienen la ayuda de la pastillita azul que hasta los pelaos que no la necesitan la usan. ¡Gran error!
Alguien me dijo “y por qué no se deja hacer un hijo con un tipo bien churro y ya”. Primero, por que va contra mis principios, no sé si seré chapada a la antigua, pero a mí me gusta que me conquisten, salir a cine, a comer, hablar, construir. No para casarme mañana sino para vivir el proceso de enamoramiento. No creo que sea pedir mucho.
Segundo, salir con alguien y dejarse llevar por una noche de copas, una noche loca, no va conmigo.
Y Tercero, el mínimo derecho que tiene la otra persona es consultarle si quiere ser papá, solo por respeto. He conocido casos de mujeres que se enrollaron con un tipo y tuvieron un hijo, solo para “atraparlo”, mejorar su condición social o escalar profesionalmente, no quedarse “solterona”, etc. Todo eso es respetable, pero ninguna de las anteriores era prioridad para mí. Yo simplemente quería ser mamá a la edad que tengo sola o acompañada. Sin forzar a nada ni a nadie, y así lo hice.
Soy inquieta y apasionada por todo lo que hago, me gusta reírme y hacer reír, pero el hacer reír debe fluir, no debe la persona quedarse esperando a que diga un chiste, es un juego de toma y dame para que todos nos divirtamos, es un poco lo que tiene La Luciérnaga, el mejor chiste es el que no se esperaba, el que viene de la improvisación, del momento.
Sigo haciendo mi show o Stand Up Comedy. Hice algunos shows estando embarazada, y fue divertido por que dije que la compañía aprovechó la oferta de dos por el precio de uno.
No es decisión fácil cambiar un embarazo normal por la inseminación artificial. Alexandra no titubea al explicar la determinación….
Dí con un profesional serio y honesto como es el Dr. Juan Carlos Mendoza. Escogí un donante en una clínica de fertilidad, con características específicas como color de ojos, cabello, estatura, piel, perfil profesional, tipo de sangre. Lo único que puedo conocer son los exámenes a los que fue sometido el donante, su edad y la fecha en la que hizo la donación. En Colombia no se revela por ahora la identidad del donante. No solicité nada distinto.
Oré y le pedí a Dios que escuchara los anhelos de mi corazón. Cada noche le decía a Dios que no se olvidara de mí, y hasta hoy solo agradezco esta bendición que Él ha permitido desarrollar en mi vientre.