Es una historia de amor la que cuenta María Castilla en Como los perros, felices sin motivo, recién publicada por Seix Barral. Extensa carta de Sofía a Eduardo sobre la ilusión que se diluye a cuentagotas y que al principio fue felicidad sin motivo. “¿A qué sabe el amor sin ti?” se pregunta Sofía. Pérdida que se asemeja a la desaparición del Teatro Embajador de gamines amontonados, pancartas estridentes, vendedores en carritos, drogadictos, del sitio donde Sofía, solitaria, indagaba en sus secretos y desde el cual inicia su rememoración. “¿Cómo será el mundo sin el Teatro Embajador?” dice, aunque sabe que éste es ahora un Multiplex. Le cuesta imaginar la veinticuatro, el Parque de la Independencia, Las Cruces, la iglesia de Egipto, el pasaje Hernández, sin ese edificio cuya ausencia disloca sus recuerdos y el centro de Bogotá reconstruido calle a calle, uno de los logros de la novela.
Eduardo viaja a Lesoto para participar en un proyecto humanitario y después a Barcelona. ¿Cómo llenar la distancia? ¿Cómo detener el fin del amor que se acabó en Eldorado? Cartas, cartas con lujuria de lenguaje nuevo y audaz. Relatos a un tú, cercanos al melodrama pero nunca cursis. Sofía se busca en la escritura: quiere verse desnuda, libre de la necesidad de ocultar para exorcizar su dolor. A sabiendas de que Eduardo ha sido un obsesionado por lo erótico empeñado en rescatar al amante que cada mujer encuentra en él. Colecciona papeles, boletas, botones, poemas, recortes de periódico evocando a mujeres reales o deseadas, concretas o imposibles. Con la certeza de que la lejanía todo lo diluye y las palabras son insuficientes para reconstruir lo pasado. A veces Eduardo contesta la correspondencia de Sofía.
¿Qué hacer con el deseo? Tal vez dormir con Francisco el amigo que la quiere para entender cómo es el sabor de un nuevo hombre. Para sentir a Eduardo en el cuerpo del otro. Con Francisco hay cercanía, que no es amor. “Si esto no es el amor, ¿qué es el amor, entonces?”. Sexo con una mujer. Aventura con Abendroth, el judío nacido en Alemania que no sabe alemán y que, arrepentido de su pasión de una noche, la sacará de Colombia. Experiencias para concluir que Eduardo no era el amor, sino una de sus posibilidades, y corroboran lo dicho por Cristina Peri-Rossi en el epígrafe del libro, “Si no he sido fiel en el amor sólo ha sido por fidelidad a los fantasmas”.
Se verán otra vez Eduardo y Sofía en Madrid y luego en Barcelona donde vive Clara, ahora mujer de Eduardo. Para acabar de decirse adiós. Con escenas de celos y maltrato. Sofía cree que morirá de amor mientras, sin vergüenza, devela su tristeza en esta narración de lo íntimo, “No me importa lo que digan las feministas, o si es un atropello a la dignidad afirmar que no sé cómo estar sin ti”.
Desolada en Alemania Sofía escribe, no deja de escribir.
Amar es como el Teatro Embajador
Vie, 20/05/2011 - 23:58
Es una historia de amor la que cuenta María Castilla en Como los perros, felices sin motivo, recién publicada por Seix Barral. Extensa carta de Sofía a Eduardo sobre la ilusión que se