La espantosa muerte del agente de la DEA James “Terry” Watson es, ciertamente, un episodio terrible y desafortunado. Su joven esposa cartagenera está desconsolada por la pérdida del hombre que amaba, y toda una familia sufre la inconmensurable pena de su ausencia. Cientos de sueños truncados y una vida perdida. Nada, absolutamente nada, justifica quitarle la vida a un ser humano.
Watson era un funcionario de lujo, con más de trece años al servicio de la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos. Hacía parte de un grupo elite que realizaba -al mejor estilo de las películas de Hollywood- misiones secretas alrededor de todo el mundo, ordenadas directamente por la Casa Blanca.
El pobre “Terry”, lamentablemente, no es la primera, ni la última persona asesinada por las bandas dedicadas a los denominados “paseos millonarios”. Desde que llegué a Bogotá hace casi veinte años, estoy oyendo historias sobre los desmanes y atropellos de una caterva de miserables que, además de asesinar a diestra y siniestra, violan mujeres y roban cual piratas insaciables. En todos estos años, la institucionalidad ha sido incapaz de erradicar esa plaga, que literalmente se ha tomado la Capital de la República. Las autoridades hace rato perdieron la guerra y la cuenta del número de bandidos y combos que se dedican a esa despreciable actividad.
Lo que resulta “exótico” de todo este acontecimiento es la celeridad y la determinación con la que actuaron, del Presidentepara abajo, las autoridades colombianas, con el propósito de esclarecer lo acontecido y dar con el paradero de los presuntos responsables. La cosa es tan intensa que hasta pretenden extraditarlos,lo que ciertamente constituye una genuina aberración jurídica. El despliegue y la efectividad de la Policía Nacionales comparable con la reciente actuación del FBI en la identificación y captura de unos terroristas chechenos en la ciudad de Boston. Hechos como los descritos anteriormente prueban que, cuando hay voluntad política, nada es imposible.
Además de la muerte de “Terry”, hay un hecho tanto o más triste en medio de toda esta desgracia: en Colombia, cuando se trata de un extranjero y si es gringo con más veras, el aparato estatal en pleno opera sincronizado y en la mayoría de los casos exitosamente. En contraste, nadie se acuerda de los nacionales que a diario caen a manos de la delincuencia común y de los grupos armados ilegales. Los anaqueles de las fiscalías y juzgados están llenos de expedientes inconclusos que no les ofrecen respuestas a las víctimas,que se constituyen en una negación de justicia y ocasionan la revictimización de aquellos que han perdido trágicamente a sus seres queridos. En Colombia la impunidad es el pan de cada día, pero es por la desidia y el abandono de las autoridades, mas no por falta de posibilidades.
Otro ejemplo cercano para apreciar el doble rasero que se implementa en nuestro país, frente a la persecución y judicialización del crimen, es la supuesta liberación (tiene cara de haber sido un arreglo directo con algún clan indígena) de un par de ciudadanos españoles que habían sido secuestrados en la alta Guajira. Mientras los chapetones fueron rescatados sanos y salvos en tiempo récord, decenas de compatriotas se pudren en el monte.
La gran paradoja consiste en que muchos colombianos son ciudadanos de tercera en su propia tierra y, por supuesto, con mayor razón, fuera de ella.
La ñapa I: El papa Francisco empezó a limpiar la podredumbre del Vaticano. ¡Enhorabuena¡
La ñapa II: A pesar de las dificultades, el General Segura está ejerciendo un destacado papel al frente de la policía en Barranquilla. ¡Hay que rodearlo!
La ñapa III: Una tal Zoila Turbay viene promoviendo soterradamente una campaña de infamias en mi contra. Que se atece porque correrá la misma suerte de su patrona.
abdelaespriella@lawyersenterprise.com
Ciudadanos de primera, ciudadanos de tercera
Lun, 01/07/2013 - 01:06
La espantosa muerte del agente de la DEA James “Terry” Watson es, ciertamente, un episodio terrible y desafortunado. Su joven esposa cartagenera está desconsolada por la pérdida del ho
La espantosa muerte del agente de la DEA James “Terry” Watson es, ciertamente, un episodio terrible y desafortunado. Su joven esposa cartagenera está desconsolada por la pérdida del ho
