El periodismo en Colombia
No es que vaya a hacer una disertación sobre el periodismo en Colombia, ni más faltaba. Sino que durante la semana pasada un par de eventos me hicieron pensar en dos de las tantas características que definen al periodismo en este mísero país.
La primera es que nos sentimos –y somos– poca cosa.
Martín de Francisco, que cubrió el Mundial de ciclismo para La tele en algún momento de los años noventa, le preguntó a un ciclista español si los periodistas lo cuestionaron sobre las mujeres colombianas y la comida colombiana. El ciclista, confundido, respondió que mujeres hay de todas, lindas y feas, y que la comida del hotel está muy buena. De Francisco, exaltado, dice “ya no pregunten más esa vaina... qué es eso de sentirse poca cosa... ese complejo de inferioridad… pues claro que van a contestar que sí les gusta… ya dejen de preguntar esas pendejadas”.
No sólo en los noventa los periodistas colombianos se sentían poca cosa. Sino que antes y después también. Y el cubrimiento de los eventos de trascendencia histórica que acabaron de ocurrir en Egipto es un ejemplo perfecto.
Los grandes y pequeños medios de comunicación en el resto del mundo mandaron corresponsales a Egipto para cubrir las protestas. Les dieron portada, hicieron análisis y reportajes de todo tipo. Acá en Colombia, sin embargo, nos resignamos a un artículo de agencia, una foto impactante, una entrevista con un especialista y si acaso un análisis de tres páginas en la revista Semana, que ni siquiera le dio portada.
¿Por qué? Porque nos sentimos, y somos, poca cosa. El cubrimiento internacional de nuestros medios es pobre. En el exterior son la primera y más jugosa sección de un periódico o revista, mientras que en Colombia son más importantes las secciones de sociales y entretenimiento. El único medio en Colombia que se salva de esta tendencia es La W, que hace un cubrimiento superficial pero bueno del exterior. De hecho, sobre Egipto han logrado –con una corresponsal– buenas entrevistas y análisis. Así la mayoría de los corresponsales de La W encuentran y reportan sus historias por Internet, el medio tiene corresponsales. Y, de ahí, pare de contar.
¿Quién va a preferir un análisis de Arlene Tickner en El Espectador a un análisis de Fareed Zakaria en el Washington Post? Lo tiene a dos clics de distancia: ¿cómo no se va a ir para el Post? Si los medios colombianos no se acostumbraron a mirar para afuera antes del Internet, mucho menos va a pasar ahora. El Internet, así seamos un país pobre y subdesarrollado, va a crecer con desenfreno. Y ahí, en esa red infinita de información, las posibilidades de enterarse de los eventos internacionales es más rica y buena que en los impresos nacionales. Y se podría argumentar que la responsabilidad de nuestros medios masivos –como de El Tiempo o RCN televisión o Caracol Radio– es educar a la gente y explicarle la relevancia de los acontecimientos del exterior. Pero ¿y si a la gente no le importa?
Un medio escribe según su público, sus gustos o intereses. Por eso esta columna es para tres pelagatos: para los tres periodistas que se interesan en su campo. Por eso El malpensante la leen dos profesores y un columnista. Y por eso El Tiempo, que es una publicación fácil de leer y superficial en el análisis y el ladrillo, lo lee todo el mundo. Mientras los colombianos no se interesen en los eventos internacionales, los medios no van a dejar de hacer el mero reportaje de rutina. El presidente Alfonso López Michelsen lo dijo: “Colombia es el Tibet de América, porque no mira para afuera”. Tal vez sea porque en Colombia ocurren demasiadas historias, tantas que ni siquiera alcanza el papel para analizarlas todas. Tal vez sea, también, porque los colombianos no estamos educados y no tenemos conciencia de la relevancia de los eventos internacionales. El pobre cubrimiento que le dimos a Egipto no es más que un reflejo de nuestra ignorancia y de nuestra trágica y convulsionada historia patria. La prensa es un negocio que se tiene que mantener, y si no tiene contentos a sus lectores, si no les cuenta las historias que quieren leer, se quiebra, y por eso para Semana fue mejor negocio sacar a Juan Manuel Santos en la portada que a Mubarak.
Ahora bien: tanto es el complejo de inferioridad en el que vivimos los periodistas en Colombia, que la entrevista de Santos en Semana, la primera que da desde el poder, no tuvo mucha repercusión en los demás medios. Al contrario, un artículo que salió también el domingo en El País de España mereció nota para todos los demás medios. Y no fue porque la entrevista de El País fuera mejor que la de Semana, sino porque el hecho de que Colombia se mencione en un medio internacional es noticia. Hasta ese punto llega nuestro sentimiento de inferioridad, Martín. Haga la tarea: mire la sección de correo en The Economist y verá que, siempre, después de que en la edición anterior se haya escrito sobre Colombia, hay una carta de queja de algún embajador o algún ministro colombiano –a saber, un Andrés Felipe Arias‒. Colombia está interesada en Colombia.
Lo segundo que pasó esta semana fue la fiesta que celebró los 100 años de El Tiempo, un evento que también dice mucho de la realidad del periodismo en Colombia: un coctel de lagartos, uno, y un eufemismo de una crisis, dos.
Porque mientras los españoles de El Tiempo se fajaron una fiesta de 1.500 personas, al otro día le dicen a sus periodistas que tienen que hacer recorte de gastos. Así cerraron una revista, y a pesar de que El Tiempo sea un periódico de circulación masiva, no hay medio que no dé pérdidas en este momento: por el Internet y por la crisis económica. Pero con o sin crisis, El Tiempo tenía que botar la casa por la ventana en sus cumpleaños cien. ¿Usted se imagina que el The New York Times hiciera una fiesta así en este momento? La noticia no sería la fiesta, sino la irresponsabilidad económica que significó hacerla en este momento. Les harían burlas, investigaciones de cuánto costó, críticas. Sin embargo, sobre la fiesta de El Tiempo a nosotros los periodistas nos bastó con una foto de Pombo y el presidente Santos, y una nota de farándula en RCN –en la que, ¡oh sorpresa!, en el minuto 2:05 se revela que El Tiempo se acabará dentro de 50 años
Tenía razón, Martín: los periodistas colombianos nos sentimos poca cosa. Pero entiéndanos: somos poca cosa. No tenemos público para hablar de los eventos internacionales, le damos noticia a cada mención que nos hacen en el extranjero y hacemos fiestas estrepitosas en medio de una crisis económica y periodística. Entiéndanos, Martín: somos colombianos.
Colombia, somos poca cosa
Mié, 16/02/2011 - 23:59
El periodismo en Colombia
No es que vaya a hacer una disertación sobre el periodismo en Colombia, ni más faltaba. Sino que durante la semana pasada un par de eventos me hicieron
No es que vaya a hacer una disertación sobre el periodismo en Colombia, ni más faltaba. Sino que durante la semana pasada un par de eventos me hicieron