Al cierre de esta columna, el vicepresidente Garzón buscaba desesperadamente un acuerdo en Pereira con los cafeteros, que ya llevan 11 días de paro. Detrás de esto hay mucho más que apagar un incendio para el gobierno Santos, al que le están midiendo el aceite luego de su desplome en las encuestas. Lo que está en juego es el modelo de sociedad que tendremos en Colombia en la era post-Chávez, que muy probablemente también será la era post-FARC.
La rebelión de Conchita, que decidió morderle la oreja al mundialmente famoso Juan Valdez, puede haberse inspirado en la reivindicación de sus primos equinos que se jubilaron y ya no tendrán que sufrir halando zorras en Bogotá, o en la indignación por las lasagñas que se venden por toda Europa con carne de sus más sofisticados parientes europeos. Lo que está claro, es que la antiguamente fiel mula, que cargaba los sacos de café por las montañas de Colombia, ahora se resiste a soltar el mordisco hasta que no le aumenten el subsidio por carga en 175 mil pesos. Al paro se sumaron también otro tipo de mulas, las de los transportadores, pero el problema se arregló fácilmente, aumentándoles el subsidio al diésel. Así se resolverá también el paro cafetero...Rasparán la olla que pagaremos todos.
El problema no es que subsidien a los cafeteros, ojalá hubiera con qué darles no 175.000, sino un millón más por carga. El problema es que nadie puede justificar por qué hay que subsidiar a un cafetero, y no a un papero, o un algodonero, o un cultivador de maíz, de uchuva, de plátano, de yuca, de arroz... No existe argumento alguno. Todo el que tenga poder para bloquear y paralizar el país se merece un subsidio. El que no llora no mama debería decir nuestro escudo nacional. Y en Colombia al que no llora, lo dejamos morir de hambre. Así qué todo el mundo llora. O muerde, como Conchita.
Uribe al menos, tenía la firmeza de acusar al paro de estar infiltrado por "los terroristas de las Far" y mandaba a la tropa a despejar las carreteras. Es burdo, pero en realidad es más sensato. Porque el modelo Santos -de ceder ante el que más apriete- es el que tiene a Estados Unidos y a Europa de rodillas: subsidiando agricultores ineficientes para sostener un cañazo agrícola de poderosos intereses que hubieran desaparecido hace décadas por la competencia de cultivos tropicales más eficientes, si no fuera por los subsidios, que se convierten en votos, que se vuelven más subsidios, que los pagan todos. Subsidios que no dejan de crecer, por más desempleados e indignados que haya en Nueva York o Madrid. Allá por lo menos justifican la vagabundería con el cuento de la seguridad alimentaria, para que en una guerra el enemigo no los mate de hambre. ¿Pero cuál es la seguridad alimentaria de exportar café?
Los chinos en cambio, están imponiendo un modelo distinto, y es a ellos a quienes en últimas nos enfrentamos. Un modelo donde no se subsidia al productor, sino se invierte en infraestructura. El Partido Comunista Chino ha entendido que nada reparte mejor las oportunidades económicas que la infraestructura, que hace posible la inversión, el empleo, la educación, la productividad de la tierra y de la gente. Están construyendo más de quinientas mega ciudades en el interior de China con sistemas férreos, carreteras y aeropuertos de última generación, por mencionar solo un ejemplo. Como ellos no se someten a elecciones ni necesitan votos, no se dejan chantajear. Hacen lo que funciona.
Pero Santos no pudo hacerlo. Y la razón más clara para ello, es que nunca le interesó ese tema. Santos, como casi todos los presidentes de nuestra historia, no tenía amor por el cargo mismo, lo quería como un galardón, como un peldaño para llegar a la condición de expresidente, tomarse una foto con Tony Blair o ganarse el Nobel de Paz. Eso de metérsela toda para evitar que la ANI, el Invías, el Ministerio de Transporte y todo el entramado de intereses no permitan que tengamos algo que se parezca siquiera a la infraestructura de nuestro vecino pobre del sur -Ecuador-, eso nunca le ha interesado. Ya perdió tres años y no salió con nada. El año que le queda será para repartir subsidios a todo el que le pare el país. Y será muy tonto el que no lo intente.
Abundan los nostálgicos de la cultura cafetera, que quisieran salvar a toda costa el pasado. No se han dado cuenta que la zona cafetera ya no es Antioquia, ni el llamado Eje Cafetero. Allí las nuevas generaciones ya no quieren sembrar café, la infraestructura que el café hizo posible les ha traído otras oportunidades, basta ver la Ruta N en Medellín. Hoy la zona cafetera es Nariño, Huila y Cauca, y la única razón por la cual no están avanzando hacia una sociedad del conocimiento como los paisas, y se dedican a hacer paros, es porque no tienen la infraestructura. Ni en Neiva, Popayán o Pasto hay metro, cables, escaleras eléctricas, túneles, megabibliotecas ni dobles calzadas. En el sur de Colombia hay café y hay coca.
Lo cual nos lleva al tema Chávez. ¡Cómo no hablar de Chávez! El hombre que ferió la riqueza más grande que haya recibido un país latinoamericano a punta de subsidiarlo todo, para dejar a Venezuela en la quiebra y al mismo tiempo recibir un funeral como si fuera un Mesías. Un falso Mesías, pues recordemos que al verdadero lo crucificaron y nadie fue a su funeral, por haber dicho unas cuantas verdades incómodas. Quienes defienden al Comandante Presidente asegurando que redujo la pobreza -no más que Chile, Perú o Brasil, hay que decirlo- no saben qué es la pobreza. La pobreza no es sólo ingreso o unas necesidades básicas insatisfechas, sino la capacidad o no de crear riqueza de un pueblo. Y la capacidad de crear riqueza de Venezuela hoy no existe, ni siquiera para sacar y vender su propio petróleo. Sólo hay una apetito inacabable de consumo, y un ponqué petrolero que no aguanta más y que está al borde del colapso. Cuando se cierre el chorro, ahí sí conoceremos al bravo pueblo venezolano y sus famosos centauros llaneros. La furia de Conchita parecerá un piropo.
Ojalá Colombia no caiga en ese error. Pasaríamos de las duras a los Maduros.
Conchita muerde a Juan Valdez
Vie, 08/03/2013 - 01:01
Al cierre de esta columna, el vicepresidente Garzón buscaba desesperadamente un acuerdo en Pereira con los cafeteros, que ya llevan 11 días de paro. Detrás de esto hay mucho más que apagar un ince