Confianza en los viajes

Sufro, sí, sufro y sé que es innecesario, pero mis emociones toman el control y sufro. Sufro cada vez que paso un control de seguridad en los aeropuertos. Ahora viajo a México y ya me anunciaron que es el país en el que más controles le hacen a los viajeros de Colombia. Al final no ha sido así, ha sido muy fácil.

Pero, ¿por qué sufro? Por mi profunda herida emocional de injusticia. Algo en mí me hace reaccionar con todo, ante situaciones que me parezcan injustas. Y esta es una de esas. Me explico. Me parece injusto que todos seamos sujetos de sospecha, todos caemos en el mismo rasero de posible delincuente o terrorista. Ante el sofisma de distracción en mi humilde opinión de protegernos, de evitar actos de violencia, somos rotulados de sospechosos y por tanto desvestidos, palpados, escaneados y todo lo que conocemos que sucede en los supuestos puntos de control. Sofisma el de la seguridad, cuando quien realmente quiere ser violento logra burlar estos puestos. Lo hemos visto en múltiples ejemplos. Sospechar, ser suspicaz, no favorece la desaparición de la violencia, casi que más bien la llama. Sofisma de distracción ya que en nombre de estar protegidos actuamos con temor. Es el miedo el que nos hace poner, avalar, aceptar los puestos de control. El temor a la violencia que viene de repente, que nos toma por sorpresa. Es temor puro. No hay amor, aunque alguien podría decir que es amor a la vida, yo sigo pensando que es temor al dolor, a la muerte. Y no creo que algo bueno pueda surgir de estar permanentemente sumergidos en una cultura del temor, de la rabia, del odio, con la que nos impregnan todos los días. Ya que vivir mirando la cara de la moneda que es gris, negra, oscura, la del temor no puede traer bienestar. Ojalá todos estos hechos sean con el ánimo de hacernos reaccionar y lo hagamos. Tal vez será que los seres humanos aprendemos a través del temor a llegar al amor. Podríamos cada día desmontar esta cultura, por una nueva del amor. Amor que está en todo punto que miremos alrededor nuestro. Por todo esto prefiero confiar en mi compañero de viaje a desconfiar de él. Prefiero creer en la gente a sospechar. Prefiero tratar y ser tratado con respeto. Prefiero abrir puertas a cerrarlas. Prefiero quitar rejas a ponerlas. Prefiero abrazar al desconocido que alejarlo. Prefiero ser tildado de loco por estas palabras a seguir cohonestando con la cultura del miedo. Sé que estas columnas son una opinión absolutamente personal, así deben ser tomadas. Es mi trabajo personal el dejar de sufrir, al tiempo que promuevo los actos de amor y doy alternativas al temor. Con reflexiones como esta pretendo, si alguien resuena, los pocos o muchos que lo hagan, que podamos desarrollar la consciencia que tanto necesitamos para vivir en un mundo en paz. Es lo que busco con este viaje, viaje de consciencia con encuentros dentro de las culturas maya y azteca. Ya les contaré.