En los países con los mejores sistemas educativos del mundo, la docencia es una de las profesiones más respetadas. Los maestros son exaltados por su comunidad y por la sociedad en general, y por consiguiente, son profesionales modelo que se comportan de acuerdo con este reconocimiento. Por la admiración que reciben y la naturaleza de su trabajo, están llamados muchas veces también a ser los líderes que convocan a la sociedad a protestar para encausar las políticas en favor de sus comunidades, pero siempre dando ejemplo, dentro del orden establecido.
Acorde con lo anterior, las facultades de educación y las universidades que las cobijan son instituciones de excelente calidad, organizadas y absolutamente veneradas por sus estudiantes. Desde su formación inicial, los futuros docentes se comportan como ciudadanos ejemplares y no es para menos, si son ellos los encargados de formar a las generaciones venideras.
En Colombia la profesión docente no tiene reconocimiento social y las razones son muchas: regular remuneración, poco valor a la educación, jóvenes que vienen mal formados desde el bachillerato, mala formación inicial, entre otras; y, para empeorar las cosas, instituciones de educación superior absolutamente desacreditadas. En las últimas semanas los bogotanos presenciamos violentas protestas convocadas por los estudiantes de la universidad insigne formadora de maestros en Colombia: la Universidad Pedagógica Nacional. Y esto no es excepcional, sucede con mucha frecuencia y con consecuencias lamentables, como la ocurrida la semana pasada. Para los que no se enteraron, un bus del Sistema Integrado de Transporte fue atacado con una papa bomba, con un resultado terrible para su conductor, el señor Jhon Sánchez, quien sufrió varias quemaduras. La protesta convocada para ese día era en honor a los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en Guerrero, México. Me pregunto qué pensarían estos futuros maestros si se enteraran de que en su nombre se estaba lastimando a una persona inocente. Así mismo me pregunto si alguno de esos actos de protesta en la calle 72 tiene alguna incidencia en la solución a los problemas de Iguala y de los normalistas mexicanos desaparecidos.
Este episodio fue lamentable, y no ha sido el único. Una semana antes la protesta de los supuestos estudiantes de la Universidad Pedagógica se tomó la calle 72, acabó con el espacio público, destruyó los andenes de la zona, atacó los locales y las oficinas cercanas, generó pánico entre la población del sector, paralizó el norte de la ciudad y destrozó buena parte de la infraestructura de la Universidad. Y esta es la historia de siempre. En uno de mis pasos por el Ministerio de Educación Nacional fui nombrada presidente del Consejo Superior de la UPN y las sesiones debían hacerse prácticamente en la clandestinidad; en más de una ocasión, mientras nos reuníamos, nos quebraron a punta de piedra varias ventanas del salón del Consejo y tuvimos que salir fuertemente escoltados. Durante la administración pasada de la Universidad, la rectoría no se ejerció desde las instalaciones de la 72 (su sede principal), por el pánico que el Rector tenía a los desórdenes.
Hace unos meses caminaba por la carrera 11 entre 72 y 73; en el andén se encontraban unos vendedores de dulces y empanadas que conversaban con unos calibradores de rutas. Vi que señalaban a algunos estudiantes de la Universidad que se encontraban al otro lado de la reja y decían: “Si supieran los papás de estos chinos que con el esfuerzo que hacen para que asistan a la universidad ellos se la pasan fumando marihuana (cosa que hacían en ese instante los muchachos) y organizando protestas para no tener que ir a clase.” Las personas que mantenían esta conversación bien podrían estar en la universidad, pero en el Colombia todavía no todos tienen la posibilidad de asistir y mucho menos a una institución de educación superior de calidad. Esa es la reputación que tiene la institución emblema formadora de los futuros docentes del país y ese es el reconocimiento social con el que se gradúan de la universidad los maestros de Colombia.
Habrá quienes digan que me equivoco, que no son los estudiantes de la Pedagógica los que cometen estos actos vandálicos, que son unos encapuchados que aprovechan el desorden para generar caos y violencia. Entendiendo que este pudiese ser el caso, entonces ¿qué les pasa a los estudiantes de la UPN que no hacen respetar su institución? En vez de permitir protestas violentas, que solo logran desprestigiarlos cada vez más, deberían organizarse para proteger su institución, su reputación, haciendo valer su profesión, la más importante de todas, pues es la que forma a todas las demás. En Colombia el problema parece ser que quienes se preparan para ser docentes ni siquiera entienden la importancia de lo que están estudiando y el resto de nosotros tampoco, porque si todos fuéramos conscientes de la trascendencia que tienen los maestros en una sociedad, la Universidad Pedagógica Nacional sería la institución de educación superior más importante del país y todos velaríamos por su defensa y respeto.
De Iguala a la Avenida Chile
Mié, 19/11/2014 - 18:15
En los países con los mejores sistemas educativos del mundo, la docencia es una de las profesiones más respetadas. Los maestros son exaltados por su comunidad y por la sociedad en general, y por con