El arte de las transacciones entre los principios y las circunstancias

Jue, 03/10/2013 - 02:28
“La política es el arte de lograr transacciones entre los principios y las circunstancias”, decía el político inglés Benjamín Disraeli. En

La política es el arte de lograr transacciones entre los principios y las circunstancias”, decía el político inglés Benjamín Disraeli. En el caso colombiano la política desafortunadamente suele atender más las circunstancias que los principios, además de que son demasiadas las transacciones. A ello se agrega que frecuentemente se pierde la brújula y, por ende, el norte para actuar.

Lo anterior le sucedió a Enrique Peñalosa. Persona preparada, valiosa, con ejecutorias importantes durante su paso por la Alcaldía de Bogotá –así haya cometido errores-, con ocasión de la alianza del Partido Verde y “los progresistas” incurrió en vacilaciones y cambios de opinión que terminaron generándole consecuencias políticas desfavorables. El Partido Verde, más que un partido, representó un movimiento coyuntural formado en la pasada contienda electoral para la presidencia, que contó con la participación de figuras de muy disímiles orígenes y pensamientos, quienes muy pronto dejaron traslucir sus discrepancias y su falta de interés en consolidar ese movimiento, con la consecuencia de que se fue diluyendo. Ante el riesgo de perder la personería, sus dirigentes resolvieron considerar la posibilidad de una alianza con “los progresistas”, habiéndose concretado recientemente. Peñalosa, tal vez el más caracterizado de los verdes, no podía abrigar ninguna duda acerca de la imposibilidad de hacer alianzas con el partido de Petro. No podía vacilar pero lo hizo y los efectos ya se produjeron. Tardíamente comprendió su error. Se habían enfrentado en la disputa por la Alcaldía de Bogotá y, ya posesionado Petro, Peñalosa continuó criticándolo. Las críticas de Peñalosa a Petro –y de otras personas y sectores- están referidas a cuestiones de fondo, son en buena parte fundadas y afloran con frecuencia en las reuniones sociales y políticas. El actual alcalde demostró ser un buen congresista y desde luego fue un buen candidato pues ganó, pero como gobernante ha sido objeto de duros cuestionamientos, igual que sus antecesores en la Alcaldía de Bogotá, del Polo Democrático. Petro no ha consolidado un equipo de trabajo, salvo contadas excepciones. La rotación en los cargos más importantes de la capital por sí sola ilustra sobre las dificultades para conformar ese equipo y ello se traduce, forzosamente, en la falta de continuidad en la gestión. Uno de sus entonces más fieles y cercanos seguidores –Daniel García Peña- calificó el estilo de Petro como despótico y no son pocos los que señalan que esta administración ha estado acompañada de la improvisación y de la arrogancia, que no es buena consejera. De otro lado, Petro afronta dificultades serias. Un proceso disciplinario en la Procuraduría General de la Nación, originado en el desafortunado manejo de las basuras. Una intención de revocatoria del mandato, cuyos resultados no es posible vaticinar y con respecto de la cual el alcalde ha asumido posiciones distintas en el ejercicio de su legítima defensa. La expedición del Plan de Ordenamiento Territorial, que ha generado honda controversia en la capital, con críticas de miembros del Concejo de Bogotá, del Ministro de Vivienda y de diversos sectores y, por supuesto, con las inevitables demandas, lo que sumirá a la capital en una inseguridad enorme respecto de su ordenamiento y futuro crecimiento. Esas razones no fueron obstáculo para que los verdes, impulsados por Antonio Navarro, hicieran la alianza con “los progresistas”. El resultado para Peñalosa fue catastrófico. Para Peñalosa era mejor retirarse del Partido Verde que aceptar participar en una decisión de alianza que iba contra todo lo que había venido sosteniendo. Nadie debe estar en donde no se sienta cómodo. Como alguna vez expresó Winston Churchill, es preferible cambiar de partido que cambiar de principios. Pero no fue así en el caso de Peñalosa. Parecería que pesaron más las circunstancias que los principios y las consecuencias están ahí. El contraste de actitud puede apreciarse en los casos de Pastrana y de Uribe. Pastrana renunció a la embajada en Estados Unidos por cuanto consideró que no podía ser parte de un gobierno que había resuelto designar a Samper como embajador en Francia. Optó por los principios, como los entendía. Por su parte, Uribe resolvió alejarse del partido de la U -que se fundó en torno suyo- y formar toldo aparte del Gobierno de Santos, por cuanto consideró que había sido traicionado. Optó también por los principios, como los entendía. Ahora Oscar Iván Zuluaga pidió a José Obdulio Gaviria, pública y no privadamente, la renuncia a la lista que Uribe confeccionó para el senado. De alguna manera hizo suyas o al menos tuvo en cuenta las críticas de Pastrana a José Obdulio, como también las tuvo en cuenta Fernando Londoño Hoyos para sumarse a la solicitud de renuncia. Uribe se pronunció y descartó la renuncia pedida. ¿Qué sigue para Oscar Iván? ¿Prevalecerán las circunstancias –incluida la obediencia ciega- o prevalecerán los principios?
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