Mucho escribimos y pontificamos sobre el tema de la corrupción. Pero muy poco hacemos para enfrentar este mal que está destruyendo nuestra democracia. Mientras tanto los bandidos llenan- en total impunidad- sus bolsillos mientras los ciudadanos pagan sus impuestos y asisten a la feria de los recursos públicos.
Por ello resulta novedoso e interesante el enfoque del neurocirujano colombiano Remberto Burgos de la Espriella. Burgos es tal vez la mayor eminencia nacional en los temas del cerebro y el sistema nervioso. Cirujano notable, proviene de una larga tradición de médicos con vocación política del departamento de Córdoba. Este galeno dedica una parte de su apretada agenda a exponer la relación que existe entre la modificación del cerebro y la proliferación de conductas que tipificaríamos como corruptas.
Novedoso es entonces este enfoque tan poco abordado en nuestro país. Burgos afirma que la diferencia entre el bien y el mal es consubstancial al hombre. No se requiere ser educado o inteligente para distinguir entre lo bueno y lo que está mal. Pero la sociedad, con su conjunto de valores y normas, es determinante en reforzar esta estructura del derecho natural.
En una conferencia en la Universidad Pontificia Bolivariana seccional Montería, Burgos expuso el núcleo de su tesis entre corrupción y el cerebro: “Cuando un individuo hace algo malo, en contravía de sus valores y principios, los exámenes de resonancia magnética funcional, detectan que esta amígdala se activa. Si se repite el acto la activación va disminuyendo hasta que ocurre una especie de acostumbramiento y la amígdala deja de enviar las señales de alarma. Se van perdiendo los escrúpulos". La amígdala es la parte de nuestro cerebro que se encarga de guardar nuestras emociones.
En la medida que la sociedad relaja sus estándares éticos, se diluye la fuerza con la que el cerebro, a nivel individual, rechaza esta tipo de comportamientos corruptos que empiezan a ser considerados como “normales o “aceptables”. La tesis de Burgos, no sólo está respaldada por evidencia científica sino que se confirma en la evidencia empírica.
En muchos rincones del país, sin importar el grado de educación, el nivel de vida o la clase social, la corrupción ha permeado redefiniendo los valores comunes. El caso de Cartagena es tal vez el más evidente pero también lo son las mafias políticas de Córdoba, el carrusel de la contratación de Bogotá o la robadera sin fin que se observa en Chocó, Guajira, Arauca, Putumayo y la lista es larga.
Remberto Burgos tiene, desde la medicina, una de las respuestas al interrogante de por qué la corrupción se salío de madre en Colombia.
El cerebro y la corrupción
Mar, 21/08/2018 - 05:20
Mucho escribimos y pontificamos sobre el tema de la corrupción. Pero muy poco hacemos para enfrentar este mal que está destruyendo nuestra democracia. Mientras tanto los bandidos llenan- en total im