José Ortiz, el ariete que le da vida a Millonarios, es la vitamina para las ilusiones de los nerviosos seguidores, tan inseguros por el fútbol confuso de su equipo, el que acepta a regañadientes. Deslumbra, al comienzo de su campaña, por su efectividad. La desmesura de la crítica, con calenturas en el elogio, lo eleva a las cumbres con adjetivos e hipérboles.
Es consecuencia de la necesidad que aflige al colectivo embajador de tener un ídolo de verdad. Hace años no lo ve. El presente del afamado club depende de Ortiz, un costarricense que se ve goleador, pero no jugador. Muchas cosas le faltan por mostrar, aunque el juicio es prematuro. Tiene fulgor en el gol. Lleva dos partidos con cinco dianas, que lo erigen como soporte vital de su club encendido en resultados, pero cuestionado en rendimiento. Es una incógnita respecto a si es un goleador de rachas, como dice su historia, o impetuoso anotador, con flujo constante hacia la red, como hasta ahora lo ha mostrado. No es futbolista estético, en los duelos se ve frágil pero intuitivo, no tiene velocidad con ventaja, ni irrumpe por las bandas con despliegue atlético, pero en el área es peligroso. No perdona y los goles los busca con soltura y atrevimiento.
Pinto, tan cuestionado porque su fútbol no es del gusto popular, lo eligió entre decenas de opcionados y acertó.
Millos gana, suma, se asoma al liderato , pero no encandila. En ocasiones parece jugar con diez, con nueve o hasta ocho, porque el nivel de algunos de los convocados, desespera a la grada. Dos penaltis perdió, le fue anulado un gol por imprecisión arbitral en el último partido y evidente fue la endeblez de su defensa. Millonarios abona el camino hacia el triunfo con goles indiscutidos, algunos de gran calidad, pero es tanta la debilidad de sus marcas, que sus saldos son estrechos, sin importar si tienen rango, o no, los rivales a la hora de competir.
¿Será Ortiz la solución?¿ Es el nuevo Funes?
