Reseña crítica del libro “ El héroe discreto ” de Mario Vargas Llosa
“Desgraciadamente, vivimos en un mundo en el que muchas veces la ambición
hace que se desmoronen los principios, los valores,
y que se delinca sin ningún escrúpulo.”
M.V.LL.
Los seres humanos nos dejamos intimidar con relativa facilidad por fuerzas impositoras; la penuria de carácter y arrojo conduce a aceptar coacciones humillantes y deshonrosas. Cuando estas proceden de organizaciones criminales el temor se acrecienta, y para poner a salvo a nuestras vidas, haberes y familia, aceptamos difíciles yugos. Hay quienes con valentía y decisión y a costa de males mayores se niegan a ello y arremeten contra tales forzamientos. Es el tema que noveladamente examina el nuevo libro del gran escritor y Nóbel literario Mario Vargas Llosa: “El héroe discreto”. Como corresponde a la buena literatura, esa que introduce aspectos que van más allá del mero entretenimiento y se asigna por función atizar la neurona, este libro instiga al análisis sobre: el flagelo de la corrupción, la idea de que con dinero y poder todo es permitido, la insensatez del estatus social que se cree por encima de la ley, los conflictos padres e hijos, la soledad de la vejez, la manipulación de los medios de comunicación, entre otros. La trama de la novela pone en acción dos historias y dos familias. La primera acaece en la provincial Piura peruana, en donde Felícito Yanaqué, hombre humilde, inculto, honesto, de origen campesino quien gracias a su trabajo constituye una empresa de transportes en la que basa su orgullo, sustento y motivo de existencia. A sus cuestas un matrimonio malavenido y dos hijos, la gestación accidental del mayor de estos, de cuya paternidad siempre dudó, motivó su obligado matrimonio. Una amante joven hace las dichas de su avanzada edad. La segunda familia, limeña esta, encabezada por el riquísimo empresario de seguros, el octogenario Ismael Carrera; sus dos holgazanes hijos lo desprecian y sólo sueñan con heredarlo. Viudo el empresario decide casarse con su joven sirvienta y hacerla usufructuaria única de su fortuna, hecho que suscita intrigas y todo tipo de tejemanejes de sus haraganes vástagos. Estas dos historias simpáticamente narradas tienen por elemento cohesionador a don Rigoberto, personaje de anteriores novelas del escritor, apasionado por la literatura y las artes y gran admirador de la cultura europea; su cómplice de vida y fuente de erotismo es su mujer doña Lucrecia. Fonchito, su adolescente y amado hijo, es causa de sus amarguras debido a las conversaciones que mantiene con un ser imaginario, que afirma real. Las aflicciones de don Rigoberto se acrecientan cuando acepta ser padrino de matrimonio de su amigo y jefe Ismael Carrera pues lo convirtió en objeto de furias y non sanctas maquinaciones de los siniestros hijos del empresario. Dos historias paralelas que el escritor virtuosamente narra y se da mañas dramatúrgicas para hacer converger. La acción de la novela comienza desde la primera página cuando Felícito Yanaqué recibe una carta anónima en la que se le conmina a pagar una suma mensual como protección obligada a su empresa y su familia. Una extorsión que se intensifica con amenazas y hechos violentos a los cuales Felícito Yanaqué se niega a acatar en nombre del honor, de su principio inquebrantable de no colaboración con la mafia y del lema tantas veces inculcado por su padre: “Nunca te dejes pisotear por nadie, hijo”. Este sacrosanto principio es desencadenante de la trama y conflicto que desarrolla la novela. Pregona desafiantemente en los periódicos su negativa de aceptación del chantaje. La novela nos adentrará en las desventuras que tendrá que soportar este porfiado transportista y que lo llevarán a ser un héroe anónimo, inalterable a la amenaza, aun ante el peligro y riesgo de muerte; es el “héroe discreto”. Detrás de esta intricada trama hay un gran trasfondo de soledad, una búsqueda de compañía y de solaz para los años de la vejez, es por esta razón que Felícito Yanaqué e Ismael Carrera consiguen el primero una amante y el segundo una criada como esposa; en ambos casos mujeres mucho más jóvenes: inyecciones de vitalidad a sus senectudes y yermos afectivos. ¿Garantiza lealtad y acompañamiento a la vejez el hecho de tener hijos? La novela tiende a indicar respuesta negativa, cada cual por sí mismo, y los progenitores defendiéndose de sus entornos filiales que solo persiguen intereses individuales; la ingratitud como regla de vida. Es, entonces, la novela también una historia de las múltiples marañas que se urden entre padres e hijos. Tres familias puestas en acción que involucran: problemas mentales, ambición, desafección y vagancia de sus hijos. Vuelve el escritor a sus primeros tiempos con una narración que se desarrolla en su Perú natal, con un costumbrismo y un léxico por momentos desconocido, con personajes (sargento Lituma, don Rigoberto, doña Lucrecia, Fonchito) de anteriores novelas; acude a estos, declara el escritor, porque siente sus llamados y cree que aún no han dado todo lo que tienen en el fondo. El Perú de la novela es ahora un país próspero, gracias a –según declaró el escritor en la presentación del libro– la apertura económica que ha dado oportunidades a grandes y pequeños empresarios, a un mejoramiento de la desigualdad económica y social, a un mejor enrumbamiento democrático y al logro de inversión privada y extranjera. La interesante trama narrada se asemeja a una caja de muñecas rusas: a medida que los misterios van aclarándose, estos mismos generan otros nuevos, así logra admirablemente el escritor mantener en vilo y suspenso al lector a lo largo de 383 páginas. A no dudarlo la trama es un verdadero y divertido culebrón, digno de los mejores guiones de telenovela latinoamericana. Así no se trate de una de las grandes novelas del escritor, es sin duda significante y muy entretenida. Una muestra de que el premio Nóbel al que se hizo acreedor en 2010 no lo confinó a la cátedra o a conferenciar por el mundo; además de esto, el escritor, intelectual pertinaz permanece en plena producción literaria a sus casi 80 años. Admirable, loable. Que mejor colofón que las palabras del escritor: “La novela es un homenaje a esos héroes que no aparecen en la prensa. Son gentes que, en la discreción y el anonimato, mantienen unos valores y virtudes; y son como los justicieros de la antigüedad, como la reserva moral que tiene una sociedad. Esos personajes existen pero, generalmente, nadie los premia y desde luego no los imitan".