Lo más difícil para un político es mantener los pies en la realidad. Por eso intento visitar con frecuencia las localidades de Bogotá. Los políticos hablamos todo el día y por eso aprovecho estas salidas para escuchar. Visité un colegio público en la localidad de Suba y, como siempre sucede en estos ejercicios, aprendí muchas cosas sobre los errores que cometemos los políticos y los gobernantes.
El colegio es hermoso, funcional, lleno de luz, con buenas instalaciones y propicio para la educación. Pero al hablar con los directivos y estudiantes surgen aspectos de fondo. Hay temas graves como el derrumbe de las familias. Tanto el rector como los maestros son conscientes que los hogares disfuncionales de muchos de los jóvenes limitan la capacidad que tiene la educación de abrir oportunidades para los muchachos. La ausencia del soporte de una familia que brinde estabilidad y valores reduce los beneficios del proceso de enseñanza y aprendizaje. Nada hacemos como país por reconstruir la familia como núcleo social y luego nos extrañamos del pandillaje, el suicidio, el embarazo juvenil o la drogadicción. Defender la familia es ser retrógrado en un ambiente que valora el egoísmo como virtud individual.
Pero hay problemas más prosaicos pero también importantes. El colegio tiene 1200 alumnos en cada una de sus dos jornadas. Para todos ellos hay desayuno provisto por la institución. Pero solo se solicitan 800 desayunos al día porque los alumnos prefieren no madrugar para recibir el alimento. Ello demuestra que los subsidios no son siempre recibidos y valorados por la población. Es muy probable que esos alumnos que prefieren dormir antes que madrugar reciban su alimento en la casa y eso está bien. Pero desmonta muchos de los mitos que la izquierda ha querido convertir en verdades inamovibles. No todos los que reciben las ayudas las necesitan y muchos de ellos ni siquiera agradecen el apoyo que se les brinda. Para el 30 por ciento de los alumnos el subsidio es irrelevante.
El rector me habla de los problemas de seguridad que rodean a la institución. Me recuerda que el alcalde Mockus exigió que los cerramientos de los colegios públicos permitieran ver lo que estaba sucediendo dentro para darle transparencia a los procesos educativos y romper con el aislamiento de las instituciones de la comunidad. Pues el rector me informa que ese tipo de rejas es muy propicio para el micro tráfico de drogas que es un problema serio de la juventud. No hay cámaras de seguridad porque el secretario de educación distrital considera que violan el libre desarrollo de la personalidad y son una amenaza para la confidencialidad. Otra vez la realidad atropellando a las teorías de quienes ven el mundo desde el escritorio.
El rector me dice que la educación gratuita es buena pero que ha privado al colegio de adelantar actividades curriculares fuera de la institución porque se quedaron sin recursos para ello. Noto en su presentación que no cree que la Nación y el Distrito tengan en el mediano plazo la capacidad de mantener en buenas condiciones el colegio y suplir sus necesidades de calidad.
Nada es más fácil que hacer discursos politiqueros ofreciendo cosas que no atienden las necesidades reales de la población. Muy peligroso es ver la vida como uno la imagina y no como es. El terreno debería ser la cartilla obligatoria del político y el gobernante.
representante@miguelgomezmartinez.com
El terreno
Vie, 03/08/2012 - 00:01
Lo más difícil para un político es mantener los pies en la realidad. Por eso intento visitar con frecuencia las localidades de Bogotá. Los políticos hablamos todo el día y por eso aprovecho esta