Elecciones de paz

Mié, 11/06/2014 - 15:17
A pesar de que algunos critican el debate de la actual campaña electoral, a mí, personalmente, me parece el más enriquecedor de nuestra historia reciente. Hace cuatro años todos nos preguntábamos
A pesar de que algunos critican el debate de la actual campaña electoral, a mí, personalmente, me parece el más enriquecedor de nuestra historia reciente. Hace cuatro años todos nos preguntábamos cuál de los candidatos era el más preparado para la guerra, ahora la discusión se centra en quién será el mejor presidente para lograr la paz. Siempre hemos sufrido el horror del conflicto, pero hoy nos duelen más las víctimas. Ahora, muy pocos se atreven a negar que nos estamos matando entre hermanos y que esto tiene que terminar cuanto antes. Puede que las personas tengan distintas visiones de paz, unas más acertadas que otras (paz con condiciones, paz verdadera, paz sin impunidad, paz positiva, paz negativa, paz posible, paz real), pero la verdad es que hoy en Colombia todos estamos hablando de lo mismo. A Santos no le pertenece la paz, pero le agradezco infinitamente todos sus esfuerzos por guiarnos hacia ese ideal colectivo. No podemos confundir el proceso de paz con la paz misma. Si la guerra se acabara, ya no se necesitaría el diálogo. Zuluaga afirma que no se puede negociar con una organización al margen de la ley que recluta a niños por medio de la fuerza. A mí me parece que es precisamente por esos niños, que vale la pena llegar a una solución negociada. Los comandantes guerrilleros de las Farc son unos bárbaros y es muy poco probable que permitan cambiar las reglas de juego en la mitad del camino. Humanizar la guerra no puede ser un obstáculo para finalizarla. No existe forma más eficaz de salvaguardar a los menores de las consecuencias trágicas del conflicto, que terminando con el mismo. Hay un hecho que no logro comprender, me enorgullece que repudiemos toda expresión de crueldad y salvajismo, pero, ¿por qué durante cincuenta años no nos escandalizaron tanto los mismos crímenes de las Farc, como ahora, cuando estamos más cerca que nunca de lograr una solución pacífica? Mi compromiso con la honestidad me lleva a hacer una precisión: no conozco a nadie que sea enemigo de la paz, todos la anhelamos. Pero no todos son amigos de la reconciliación, "conditio sine qua non", para llegar a la paz. Los colombianos deseamos el fin de la violencia, pero no  somos conscientes que esto implica asumir y compartir riesgos y sacrificios. La paz no nos va a caer del cielo. Reconstruir las relaciones que se rompieron a causa del crimen, le corresponde a la sociedad en su conjunto. Nos hace falta reflexionar más sobre el país en el cual  desearíamos vivir. En la medida que seamos capaces de volver a cimentar las relaciones que se fragmentaron en nuestro contexto de dolor, lograremos una paz verdadera. Por lo anterior y de cara a elegir un liderazgo el próximo domingo, es pertinente que nos preguntemos: ¿cuál de los dos candidatos es más conciliador?, ¿quién tiene una actitud más abierta al diálogo?, ¿quién tiene mayor capacidad de sobreponer la razón a la fuerza?, ¿quién es más respetuoso de las diferencias?, ¿con quién tendremos más posibilidades de rediseñar las relaciones antagónicas y conflictivas de nuestra sociedad?, ¿quién tiene mayor autonomía para lograr acuerdos en búsqueda de objetivos que nos favorezcan a todos?, ¿quién está más convencido de los beneficios de las soluciones pacíficas? Y, por último, ¿quién tiene más posibilidades de encaminarnos hacia un futuro común de paz?
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