Estamos en la lucha

Mié, 19/11/2014 - 17:48
Ayer asistí a la presentación del reciente libro de Ricardo Puentes dedicado al narcotraficante Perafán y a su amigo Daniel Coronell. En el momento de las intervenciones uno de los asistentes dijo
Ayer asistí a la presentación del reciente libro de Ricardo Puentes dedicado al narcotraficante Perafán y a su amigo Daniel Coronell. En el momento de las intervenciones uno de los asistentes dijo que, debido al miedo y la apatía, tan sólo un uno por ciento de los colombianos está luchando por salvar al país cuando el gobierno, sin importarle la voz del pueblo, está entregando la patria al terrorismo. Decir un uno por ciento es decir que muy pocos, poquísimos, son quienes con valentía enfrentan a un sistema criminal que se ha venido imponiendo para alterar totalmente el orden democrático colombiano, pero hay que tener en cuenta que equivale a unas centenas de miles de ciudadanos y que, tal vez, no sea tan sólo un uno por ciento sino un veinte, un cuarenta, un sesenta o más el porcentaje de colombianos que estaría dispuesto a luchar. También escuché en ese encuentro a alguien plantear que el problema de Colombia es estructural y su única solución es la educación y que, por lo tanto, cualquier cambio fundamental tomará por lo menos treinta años. Aunque, quienes asistimos al evento del lanzamiento del libro de Ricardo Puentes, tenemos en común nuestra cercanía con el Centro Democrático, no oí mencionar la política de Seguridad Democrática como solución de los graves problemas que aquejan al país y que dio tan extraordinarios resultados en la década pasada, la primera del siglo XXI. Quedé muy extrañado con esto y me llegó el amargo recuerdo de las elecciones pasadas en las que, en los discursos de los candidatos del Centro Democrático, se olvidó mencionar a la Seguridad Democrática como pilar de un programa de gobierno que haría posible todas las excelentes propuestas en educación de la campaña de Óscar Iván Zuluaga. Faltó poner mayor énfasis en los siguientes cuestionamientos: ¿Cómo llevar a cabo un proyecto educativo ambicioso en un territorio que los criminales se están tomando paso a paso? ¿Cómo educar a una nación que convive con el terror y que tiene que arrodillarse ante los criminales porque no hay un estado que le garantice su seguridad? ¿Es posible sembrar valores en unos niños que están en la mira de unos bandidos y que tienen que sortear toda clase de peligros para asistir a la escuela pasando su infancia en la incertidumbre y la zozobra? Sin seguridad no es posible una educación adecuada, una educación constructiva, una educación que favorezca a quien la recibe y a su entorno. Lo que nos congregaba ayer era un libro que habla de los vínculos entre periodismo y mafia tan eficaces para influir sobre la opinión pública. A pesar de ello noté que no estamos exentos de caer en la estrategia actual montada por el gobierno para opacar a la oposición y especialmente la imagen de Álvaro Uribe. Que no se mencionara ahí la Seguridad Democrática ni su inspirador es un triste indicador de que esa estrategia está dando sus frutos hasta en quienes estábamos ahí presentes, todos opositores al régimen. Por suerte esta mañana por La Hora de la Verdad tuve la oportunidad de escuchar una memorable entrevista que inició Fernando Londoño haciendo un breve resumen de sus arriesgadas pero sesudas e inquietantes especulaciones sobre el secuestro del general Rubén Álzate antes de cederle la palabra a Álvaro Uribe diciéndole que “la voz suya es la que vale”. Fernando Londoño tacha de patraña, sainete y jugarreta este extraño secuestro que despierta la suspicacia de todos. Álvaro Uribe es más prudente, puede que esté de acuerdo, como muchos de nosotros, con Londoño pero sabe que hay que ir con prudencia y analizar la situación antes de adelantarse a los hechos. Uribe comienza aclarando dos cosas: la primera, que este secuestro no es un hecho puntual -las FARC han secuestrado 59 personas desde el inicio de las conversaciones en La Habana, espeluznante cifra que el gobierno ha ocultado aquí y afuera haciendo creer a la comunidad internacional que todo va bien-; y la segunda, que el general Álzate ha luchado por la desmovilización de integrantes de las FARC y especialmente la de los niños reclutados por los bandidos en un territorio tomado por los terroristas. Con estas premisas podría deducirse que el general haya asistido a una cita dentro de un proceso de desmovilización, pero esto no deja de estar en el campo de la pura especulación. Especulación entre muchas otras que se han venido tejiendo a sabiendas de que se puede esperar cualquier cosa de Santos como, por ejemplo, que el gobierno pactó ese secuestro con las FARC para reanimar las negociaciones en Cuba en un momento de crisis de credibilidad. A lo que Uribe replica diciendo que “quisiera pensar que no, por el bien de las instituciones de este país.” Por otro lado, Álvaro Uribe dice que hay dos puntos en los que hay que poner énfasis para comprender la situación. El primero es que hay interés del gobierno por ampliar el concepto de delito político a partir de la conexidad para favorecer a los criminales que han cometido crímenes contra la humanidad y recuerda que “desde Carrara, en la teoría clásica del derecho penal, se entiende que el delito político es un atenuante en aquellos regímenes autoritarios donde hay delitos de opinión de tal manera que el delito político ha sido utilizado para aquellos que combatieron contra la opresión cuando se logra llegar a un estado de libertades y así indultarlos como una forma de premio; que no es el caso aquí en donde vamos a indultar a los narcoterroristas de las FARC que son los opresores de la comunidad.” El segundo punto en cuestión es el del cese bilateral al fuego al que Álvaro Uribe hace la siguiente reflexión: “Hay mucha preocupación en grupos de opinión porque según parece el gobierno quiere premiar al grupo terrorista por liberar a los secuestrados diciendo que llegó la hora de un cese bilateral, poniendo al mismo nivel al Estado democrático de Colombia con el terrorismo, obligándolo a dejar su función constitucional de proveer el servicio esencial de seguridad a los ciudadanos, mientras que el terrorismo se comprometería a no incurrir en lo que ellos llaman acciones de guerra que no son otra cosa que delitos atroces como el secuestro, la extorsión, el asesinato, etc.. Por eso es importante insistir en que el país necesita un cese unilateral de las actividades criminales por parte del grupo terrorista de las FARC.” Ante esta coyuntura es comprensible que estemos tentados a especular cualquier cosa acerca de lo que está oculto detrás de lo que apenas nos dejan ver. “Con el engaño se hace mucho daño a la opinión pública nacional e internacional. A la opinión internacional se le hace creer que Colombia está bien y que Santos tiene controlado al terrorismo y que el proceso de paz es maravilloso e ignoran como ha crecido la violencia en todo el país de una manera silenciada, con pocos registros de los hechos violentos porque la ciudadanía se ha visto obligada a someterse al terrorismo y ha dejado de denunciar porque no hay Estado que la proteja. Los guerrilleros engañan al hablar de paz en La Habana mientras en Colombia asesinan, secuestran y trafican con drogas. El mundo quiere ocultar que las FARC es corresponsable del asesinato de los 43 estudiantes en México habiendo sido comprobado que las FARC es el proveedor de coca al cártel de Guerrero responsable de ese asesinato”, dice el ex presidente. Con su manera clara de exponer sus puntos de vista Álvaro Uribe, de la misma manera que da respuestas a múltiples interrogantes, siembra en quienes lo escuchamos semillas de reflexión. Por eso, a pesar de todas las estrategias montadas para empequeñecerlo ante la mirada de sus compatriotas, es el líder de millones de colombianos que, como ese uno o sesenta por ciento, estamos comprometidos de distintas maneras con el rescate del país y nos sentimos representados por quien con sinceridad se despide de Fernando Londoño y de quienes escuchamos la entrevista, diciendo: “Mientras Dios nos dé vida y salud, estamos en la lucha.”
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