Estamos envejeciendo

Vie, 01/07/2016 - 02:02
Lentamente, sin que nos demos cuenta, Colombia se convierte en un país canoso con más personas de la tercera edad, es decir, mayores de 60 años. Si examinamos la pirámide poblacional, vemos que so
Lentamente, sin que nos demos cuenta, Colombia se convierte en un país canoso con más personas de la tercera edad, es decir, mayores de 60 años. Si examinamos la pirámide poblacional, vemos que somos un país de adultos con un promedio de 30 años de vida, pero con una expectativa al nacer de  72 años para los hombres y 78  para las mujeres. Un colombiano que llega a los 60 años tiene la expectativa de vivir otros 21 años y, si alcanza los 80, su expectativa restante es en promedio de 8 años. Son más de 5 millones los mayores de 60 años, y cerca de 700.000 individuos los que ya cumplieron 80; actualmente, una de cada diez personas es mayor de 60 años y, según informó Portafolio, hace unos meses podría haber unas 1.200 personas centenarias. Técnicamente estamos en una etapa avanzada de la transición epidemiológica y para 2050 ya seremos un país envejecido, como casi todos los de Europa actualmente. ¿Por qué nos estamos haciendo más viejos? Son dos los factores que inciden en el fenómeno: primero, hoy tenemos menos niños que hace algunas décadas, debido a la disminución en la tasa de fecundidad: en el quinquenio 1985-1990, esta se situaba en 3,3 hijos por cada mujer en edad reproductiva; ahora es de 2,3, gracias —entre otras razones— a una tarea iniciada hacia 1960 por entidades como Profamilia, a la urbanización (que llega casi al 80 %), a la disponibilidad de anticonceptivos efectivos y de bajo costo y a la mayor educación de las parejas, muchas de las cuales optaron por practicar la planificación familiar. El segundo factor clave en el envejecimiento lo constituyen el avance de la ciencia médica y las mejoras en el sistema de salud, que han contribuido a la  transición epidemiológica, donde pesan menos las enfermedades transmisibles y más las crónicas (antes llamadas degenerativas). Ahora, la gente es más saludable y los viejos más sanos, o con enfermedades que bien manejadas permiten larga vida en buenas condiciones: las patologías cardiovasculares han disminuido y son controlables, lo mismo las renales y hasta el cáncer presenta un panorama más alentador. Si se presentaran menos muertes violentas y accidentes de automotores en la población joven, y de otra parte mejoraran las condiciones en los “bolsones de miseria” que todavía tenemos (Chocó, Guajira, Cauca y Amazonía), en poco tiempo podríamos aumentar nuestra expectativa de vida a cerca de 80 años para mujeres y 75 para hombres, algo parecido a lo que hoy tienen la mayoría de los países europeos y un poco debajo de Japón. Existe una vieja discusión académica sobre si es mejor ser un país joven o uno maduro en edad, con puntos positivos y negativos de parte y parte. Si poseen buenos sistemas de educación, cuentan con servicios de salud para  niños y jóvenes, existe protección en los hogares y el desempleo juvenil es bajo, los países jóvenes tienen un enorme potencial y mucha energía social. Se habla del “bono pensional”, que significa —en palabras sencillas— una alta proporción de cotizantes jóvenes a la seguridad social y pocos pensionados; el fenómeno contrario es el que viven los países viejos con menos cotizantes y más jubilados y con una alta tasa de dependencia jóvenes/ancianos. Para la economía es bueno contar con mano de obra joven bien calificada, que a la vez tenga capacidad de consumo. En los países que hace años alcanzaron el pico de la transición demográfica, el sector más viejo de la población consume relativamente más, pero ese consumo se deriva de los ahorros y de los aportes que hacen los jóvenes. Desde el ángulo político también existen diferencias entre países jóvenes y viejos. La juventud actual es más escéptica hacia la política, y en muchas partes está decepcionada o inclusive indignada; mientras las sociedades viejas o maduras tienden a ser más conservadoras y estables, por lo que la tasa de participación electoral es mayor a medida que se pertenece a un grupo etario más viejo. Mucho se habla de una Europa fatigada, con menos ímpetu y poca creatividad e innovación, frente a una América más creativa y pujante. La población mayor tiene especial impacto en los sistemas de protección social y salud por estar más expuesta a las enfermedades crónicas y a las secuelas de estas, particularmente las incapacidades. Además, el cuidado de los mayores es costoso y complicado, ya que no es posible mantenerlos durante largas estancias en los hospitales, no existen suficientes casas de cuidado ni ancianatos, las entidades de bienestar social no tienen capacidad para atenderlos y el cuidado en el hogar es cada vez menos frecuente. Otro problema serio es la debilidad económica de los ancianos, debido a que no es fácil emplearlos o están incapacitados, la proporción de jubilados es apenas del 20 % del total de mayores de 60 años y los que tienen renta propia no alcanzan al 10 %. La mayoría de las personas mayores en Colombia son pobres y dependientes. Conscientes de esta problemática, el Ministerio de Salud y Colciencias adelantaron una investigación sobre la situación de la tercera edad en el país denominada SABE, con entrevistas a 23.000 personas mayores, las cuales tenían escolaridad promedio de 5,5 años y 36 años laborados durante su vida. El resumen de los hallazgos es el siguiente: de los entrevistados, casi la tercera parte percibía sus ingresos de actividad laboral, solo 29 % eran pensionados, otro tanto vivía del apoyo familiar y 12 % eran rentistas. De aquellos que trabajan, el 73 % lo hace por necesidad y el restante para estar ocupado o ser útil. Los mayores son personas inquietas, ya que un 55 % participa en grupos y más del 60 % tiene y usa celular. Aunque las dos terceras partes viven en casa propia, es triste saber que el 15 % son desplazados por las violencias. Si entendemos por envejecimiento el deterioro físico y mental, la pérdida del entusiasmo por vivir, la dependencia de otros y la fragilidad, es reconfortante encontrar en la encuesta que dos terceras partes son conscientes de ser mayores pero no se consideran viejos, esto significa que ser viejo es más un criterio de percepción que de edad y, por ello, aceptan ser mayores cronológicamente pero sienten orgullo de pertenecer a la tercera edad. Sin embargo, los años no llegan solos y, en esa medida, un 85 % confiesa tener varias enfermedades crónicas: tres de cada cinco individuos presentan hipertensión arterial, dos de cada cinco tienen depresión, la cuarta parte se queja de artritis o molestias articulares, la quinta parte tiene diabetes diagnosticada —ya que otro tanto puede padecerla y no saberlo—, el 15 % sufre de enfermedad isquémica del corazón (mala circulación cardiaca), y más del 10 %, de enfermedad pulmonar crónica. Además, casi el 70 % usa anteojos y la cuarta parte padece de problemas de audición. Otro problema serio es el de la inactividad física, que alcanza a las dos terceras partes de la muestra estudiada. Estos males obligaron a que las tres cuartas partes de las personas de la tercera edad hayan utilizado los servicios médicos en el último mes. Para la población mayor es importante preservar la autonomía y la movilidad que les permiten no solo ser y estar, sino hacer, salir a la calle y relacionarse; para la mayoría no solo se trata de vivir más años, sino mejores años, con calidad de vida representada en salud, condiciones económicas aceptables y cubrimiento de las necesidades básicas, todo lo cual mantiene un sentido de pertinencia y de sentirse útil. La encuesta muestra que los adultos mayores se mantienen muy ocupados, ya sea en la vida íntima de familia o con redes de vecinos, y gastan sus días en el autocuidado, en tareas del hogar, descanso, lectura, actividad social y, quienes tienen nietos, disfrutan de su condición de abuelos. A pesar de que la vejez puede significar, según el estudio, vulnerabilidad y sentido de pérdida, tiene importantes compensaciones, como permitir una lectura diferente del mundo y de los “tiempos sociales” y, a la vez, sentir una especie de desarraigo del tiempo actual, el cual ofrece un sentimiento de liberación. La vejez es inevitable: así en las próximas décadas se logre ampliar la expectativa de vida, siempre traerá problemas y dificultades. Pero a las edades mayores se puede llegar en buenas condiciones,  se puede disfrutar la vida de otras maneras y se puede mantener la libertad y la autonomía; una parte de ello implica esfuerzo personal, pero otra depende de cómo la sociedad percibe, respeta y cuida de sus viejos. Fuentes de información estadística: DANE: censos nacionales; MSPS y Colciencias: Encuesta SABE (2016); US Census Bureau (2016)
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