El Presidente Santos y los “genios” que tiene de ministros y consejeros están buscando “el muerto río arriba”, en referencia a la hecatombe social que se vive en el Catatumbo, y francamente en casi todos los asuntos de Estado: la desconexión con la realidad nacional es total. Para los “sabios” del Gobierno, lo relevante en el Catatumbo son las arengas y discursos de Piedad Córdoba, las opiniones del expresidente Uribe, el proselitismo político de la oposición y la probable filtración de las marchas campesinas por parte de la guerrilla de las FARC.
El problema para el régimen santista no es consecuencia de lo que es abiertamente evidente, sino de lo que a todas luces es secundario. Por conveniencia o estupidez, el Gobierno se hace el de la vista gorda frente a los verdaderos flagelos y clamores de una región, con la que el país tiene una deuda histórica. No hay un solo presidente de Colombia que haya hecho algo realmente trascendental y definitivo por desactivar la bomba social del Catatumbo, eso sin contar con que la mayoría de colombianos ni siquiera saben dónde queda ese hermoso y mágico lugar. Señor Presidente, funcionarios del gobierno nacional y miembros de la comunidad en general: la tragedia del Catatumbo no es otra que haber sido el epicentro de la más delirante y cruel violencia, patrocinada por acción u omisión por un Estado irresponsable e indolente, que, a ciencia y paciencia, permitió que pulularan y se reprodujeran fuerzas armadas irregulares de extrema izquierda y derecha. Aunque parezca increíble, en algunos casos, el accionar gubernamental fue más nocivo que los desmanes de los alzados en armas. Una maldición parece haberse apoderado del Catatumbo. Su estratégica ubicación geográfica hace del Catatumbo el corredor ideal para transportar droga y armas, que, al final de cuentas, son el combustible de la guerra. Durante décadas el Catatumbo -como la mayoría de regiones de la geografía patria- fue y sigue siendo azotado por la mano vengadora de guerrilleros y paramilitares. Los grupos ilegales han ejercido las atribuciones y competencias de las tres ramas del poder público imponiendo la ley del más fuerte, en contravía de lo que debe ser un Estado de Derecho. Tras largos años de abuso e ignominia (oficial y extraoficial) el pueblo, con todo el derecho moral y legal, se ha levantado para reclamar por lo que le corresponde de acuerdo con la Constitución y demás disposiciones jurídicas, que no es otra cosa que un poco de bienestar. Porque así los funcionarios del gobierno estén obnubilados por el poder, los cocteles bogotanos, la sapería de los lagartos de siempre y los viajes diplomáticos, y se nieguen a aceptar la realidad, lo cierto es que la gente del Catatumbo está pasando HAMBRE y toda suerte de necesidades. La exclusión y la falta de oportunidades ha sido el común denominador de una región que hoy clama por ser reconocida e incorporada a un país para el que solo existe en el papel. Al igual que en el Catatumbo, cientos de miles de pobladores de otras regiones, ciudades, pueblos, veredas y caseríos no tienen acceso a un trabajo digno, a la posibilidad de que sus hijos puedan educarse; carecen de asistencia médica y son presa fácil de grupos delincuenciales que solo buscan lucrarse de la tragedia ajena. ¡Ojo!: hay muchos “Catatumbos” regados por todo el país a punto de explotar. Es tiempo de reivindicar a los más débiles y olvidados, si no queremos vernos abocados a una guerra civil. La ñapa I: Se avecina un nuevo paro cafetero; otro, de agricultores, y uno minero. ¿Se necesita más evidencia para corroborar que al Gobierno se le salió el país de las manos? La ñapa II: Estados Unidos le debe una disculpa al mundo y un cambio radical en su política de espionaje e inteligencia. La ñapa III: Extraordinario papel el que viene desempeñando Jaime Abello al frente de la Fundación Nuevo Periodismo.Gobierno miope
Lun, 15/07/2013 - 01:06
El Presidente Santos y los “genios” que tiene de ministros y consejeros están buscando “el muerto río arriba”, en referencia a la hecatombe social q