Algo aterrador está pasando en el mundo islámico. No se trata solo de la hegemonía religiosa que intentan imponer a sangre y fuego en varios estados dominados por religiosos musulmanes, sino de la supresión de todas las libertades en regímenes donde la menor disidencia se apaga con furor, sin dejar ningún resquicio al pensamiento liberal.
El fundamentalismo islámico es un mundo patriarcal, dominado por la supuesta superioridad masculina, en el que las mujeres no tenemos ningún papel distinto a servir dócilmente las órdenes de los hombres y parir hijos (ojalá no hijas) para aumentar el poderío de Alá. Si por desgracia una mujer viene al mundo, lo que es absolutamente inevitable, servirá para ser transada a muy corta edad como esclava de su nuevo señor.
Esto es sin duda una deformación del Islam que ha caído en el fundamentalismo como antes le ha pasado a muchas ideologías y religiones en la historia de la humanidad. Cuando se trata de conquistar el poder hegemónico no bastan las ideas, porque en el debate civilizado siempre se debe respetar las disidencias y eso no es lo que está pasando con la Yihad o “guerra santa” donde las ideas se convierten en consignas ciegas y sordas que se imponen sin discusión. Eso es fundamentalismo, no es el Islam, así como la inquisición, no era la religión católica.
En los últimos años el mundo ha visto crecer esa ideología político-religiosa hasta convertirse en el patrón político de varios de los más importantes países del Medio Oriente, África y algunos del sureste asiático. Pero también empieza a preocupar su presencia como sector poblacional importante en Europa e inclusive en Estados Unidos y Rusia.
Esta guerra Santa que impulsa la hegemonía islámica es una nueva cruzada, pero a la inversa. Ahora se trata de conquistar a los infieles cristianos y, a quienes no se dobleguen, aniquilarlos sin el menor respeto, sin ninguna formalidad legal, sin derecho a ninguna forma de defensa, como le sucedió al periodista norteamericano degollado frente a las cámaras para enviar un mensaje a los americanos.
Así mismo hemos presenciado el secuestro de 300 niñas en Nigeria, las masacres en Siria, los atentados en Irak, el derrumbe de las torres gemelas en Manhattan, en una sucesión de hechos violentos que están llevando a los dirigentes de Occidente a pensar en una nueva guerra para contrarrestar la Yihad.
El papa Francisco lo ha mencionado con preocupación, en Inglaterra hay alarma porque el verdugo del periodista americano es un británico sin ancestros musulmanes. El presidente Obama no sabe qué camino tomar frente a esa situación que se calienta como una olla a presión y puede estallar en varios países de manera simultánea.
La guerra formal contra el Islam es un imposible político y humanitario. Allá no hay un solo frente, sino muchos grupos fanáticos que al estilo de Osama Bin Laden le han declarado, ellos sí, la guerra a Occidente. No parece existir una fórmula fácil para detenerlos pero es urgente que se discutan todas las posibles estrategias antes que quedarse de manos cruzadas porque precisamente la diferencia entre esos fundamentalistas islámicos y las democracias occidentales está en la tolerancia.
En Inglaterra pueden coexistir en medio del mayor respeto la burka y la minifalda, en Estados Unidos miles de inmigrantes hablan pastún o farsi y van a colegios públicos americanos, en Italia se come kebab acompañado de vino tinto y pizza. En estos países el mundo musulmán enriquece sus culturas, pero en el mundo musulmán ni la forma, ni el fondo de esas culturas es permitido.
No hay reciprocidad en este intercambio, la guerra santa proscribe la libertad de pensamiento y la libertad de expresión. Ese es precisamente el meollo de una lucha que, como lo expresó el fanático dirigente de Boko Haram, parte de que a las mujeres las dejen ir a la escuela.
Junto con la amenaza del calentamiento global, el calentamiento cultural-religioso es el mayor peligro para esta humanidad que creía haber dejado atrás el fascismo y el comunismo para intentar consolidar una democracia global. Pues las cosas no resultaron tan fáciles como querían y la yihad puede terminar siendo peor que el exterminio de Hitler a los Judíos.
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Guerra santa o barbarie
Lun, 01/09/2014 - 16:26
Algo aterrador está pasando en el mundo islámico. No se trata solo de la hegemonía religiosa que intentan imponer a sangre y fuego en varios estados dominados por religiosos musulmanes, sino de la