Hormonados y testiculados, la única vez que se enfureció Turbay

Dom, 19/06/2016 - 07:23
Ningún político colombiano ha sido tan ultrajado como el expresidente Turbay Ayala. La menor ofensa era llamarlo turco hijuetantas. Lo consideraban incapaz, incapacitado, ignorante.  Turbay narcotr
Ningún político colombiano ha sido tan ultrajado como el expresidente Turbay Ayala. La menor ofensa era llamarlo turco hijuetantas. Lo consideraban incapaz, incapacitado, ignorante.  Turbay narcotraficante era el himno en su contra y el coro a su llegada. En cambio, por esos tiempos, el opositor, Carlos Lleras Restrepo, era exaltado a la condición de estadista y con razón: Contralor General de la República a sus 30 años; político brillante y colosal escritor (era capaz de escribir toda una revista, lo hizo con Nueva Frontera). Tenía méritos y amplia trayectoria. Ya había sido presidente y pretendía la reelección. Una tarde llegamos a Pasto (una pequeña comitiva, de la cual hacía parte como periodista “amigo”). La ciudad estaba atiborrada  de afiches difamatorios. Algunos asesores del pre-candidato recomendaron suspender la manfestación programada, aturdidos por la embestida de los opositores. Esa noche le escuché el mejor discurso a Turbay. Desapareció su voz nasal, sus pulmones parecían fortalecidos y retó a quienes fueran “hormonados y testiculados” a mostrarle al país un argumento válido que sustentara tanta humillación y ultraje. Aquél día, aquella noche, dijo la frase que con el tiempo algunos “historiadores” atribuyen a un lugar distinto y en tiempos de su gobierno. No señores. La dijo en Pasto, en respuesta a una ciudad empapelada de injurias, insultos y provocaciones. El partido liberal había pactado definir la candidatura a la presidencia en el llamado Consenso de San Carlos. Quien tuviera más votos en las elecciones primarias, sumados sus amigos en cada región, ganaba el proceso. Turbay se impuso a Lleras Restrepo por más de 500 mil votos. Elegido candidato liberal, siguió teniendo el rechazo de los derrotados y El Tiempo y El Espectador no se sumaron a su campaña, como sí lo hicieron El Espacio y unos pocos periódicos de provincia. Turbay ganó la presidencia de la República por un estrecho margen ante Belisario Betancur, que incluso salió a celebrar su victoria de manera anticipada. Sobre su gobierno pueden emitirse todas las versiones posibles. Sobre su personalidad está claro que Turbay fue ecuánime pero recio, paciente pero perentorio cuando resultó necesario. Y al final de sus días, fue conciliando con todos sus críticos y opositores, hasta los más enconados como el M-19. Sobre su espíritu tranquilo, recuerdo que cierta tarde viajábamos en un helicóptero hacia Cúcuta con el entonces candidato Turbay. Los fuertes vientos empujaban el aparato hacia la montaña. El piloto sudaba a chorros y los otros dos pasajeros queríamos saltar. Turbay, en la silla del copiloto, parecía dormir. O hacía que dormía. El helicóptero terminó en tierra accidentado, sin consecuencias graves. A Turbay lo recogieron en otro avión y lo llevaron a Cúcuta. Más tarde le pregunté el por qué de su pasmosa tranquilidad y me respondió: -No podía hacer otra cosa.
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