Ilusión o riesgo

Lun, 05/12/2011 - 00:02
No hay duda. Si alguien quiere arriesgarse a un linchamiento público solo le basta pedir un escenario de diálogo con las Farc. Las pasiones están desatadas y los odi

No hay duda. Si alguien quiere arriesgarse a un linchamiento público solo le basta pedir un escenario de diálogo con las Farc. Las pasiones están desatadas y los odios exacerbados. No es para menos. Y las Farc no se conmueven. Porque cargar como si nada con la fama de mantener en su poder los secuestrados más antiguos del planeta o asesinarlos como ocurrió en días recientes, no admite ninguna discusión sobre el extravío ético de una guerrilla que pareciera no interesarle el resto del mundo. Aunque diga lo contrario.

Estamos ante un ambiente hostil para la paz. Para la reintegración negociada de las guerrillas a la vida civil. Peor aún, ni siquiera existe un clima favorable para buscar la liberación de los que siguen secuestrados por un camino distinto al rescate militar. Y las Farc han sido el principal aliado de quienes han insistido en ello. Dejando a Piedad Córdoba y a “Colombianos por la Paz”, de nuevo, “colgados de la brocha”, para decirlo coloquialmente.

Y aunque las cifras favorecen la opción del rescate militar, no hay que olvidar que desde la cancelación de la zona de distención de “El Caguán” catorce secuestrados han sido asesinados por sus captores en operaciones de esa naturaleza. Claro que a las operaciones “Jaque” y Camaleón”, y a las valerosas fugas de los plagiados facilitados por la presión de la Fuerzas Armadas, debemos que 18 compatriotas gocen de la libertad. Como también las liberaciones mediadas por gestiones humanitarias nos devolvieron doce colombianos.

Pero digámoslo con dolor. El rescate militar de los secuestrados parece un inamovible para el gobierno nacional. Y con dolor porque, por mucha audacia demostrada en tales operaciones, lo que acaba de pasar en Currillo o  el asesinato del exgobernador Gaviria, el exministro Echeverry y ocho uniformados en Urrao nos recordarán que la muerte de los once colombianos que aún permanecen cautivos es un riesgo latente. Aún sin operaciones de rescate fueron masacrados los once diputados del Valle del Cauca.

Pero lo más doloroso es que estas once vidas dependen exclusivamente de la voluntad de las Farc. Podrían liberarlos unilateralmente si así lo quisieran. Sin aspavientos y sin contraprestaciones.  Solo una: que ese acto sea considerado un gesto para que el presidente Santos habilite un escenario de aproximación con la guerrilla. Aunque suene muy duro decirlo. Las Farc tienen en esos once compatriotas la oportunidad para salir del secuestro y construir el ambiente que la paz necesita. O para extraviarse definitivamente en los laberintos de una guerra infame.

Así como el M-19 tuvo que hacer el gasto en la paz de los noventa, le corresponde a las Farc hacer lo propio si aspira a refundarse como proyecto político. Liberando los secuestrados, la guerrilla se construye una ventana de oportunidad y de paso nos ahorra imágenes como la de Johan Estiven al lado del cuerpo de un padre que no conoció en vida. Me pregunto si estoy pecando de iluso o arriesgándome a un linchamiento.

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