El Congreso colombiano –en todas las épocas- ha aprobado leyes inútiles, cuando no estúpidas. Y ha condecorado a figuras importantes pero también a compadres, socios, y también a uno que otro hampón. Hoy entramos en la discusión –por iniciativa de la representante Clara Rojas- de discutir la abolición de la prostitución barata. Y más adelante –supongo- irá por las pre-pago,
Argumenta la congresista –en su reaparición telúrica- que su proyecto de ley “busca proteger la población vulnerable”, obligando a multar a las personas que paguen por servicios sexuales (entre $95 mil y $780 mil). Y que la prostitución “va de la mano con la trata de personas”. Y algo más: “Que Colombia no se vuelva un destino ni de sexo, ni de drogas ni de trata de personas”.
Buena intención de la dirigente liberal, efectista, teatral, utópica, casi irrealizable, quizá una bobería. Como legislar para que se acaben los necios. Si ni siquiera hemos podido frenar el robo de los celulares o contar los taxis que ruedan en Bogotá.
Responde bien y duro Fidelia Suárez, presidenta del sindicato de trabajadoras sexuales (porque también ponen la cara). Afirma que “es un trabajo más en el país” e imponer sanciones es penalizar a toda la población que lo ejerce”. Saca a relucir su condición de abogado (casi todos los somos, con grado o sin él) para señalar que “no podemos igualar el trabajo sexual, que es una actividad legal, con la trata de personas, que es un delito”.
El tema de la prostitución da para varias enciclopedias, tantas como las babosadas en el Congreso o las formas de robarse las elecciones. Desde el ranking de las prostitutas más emblemáticas de la literatura universal hasta el censo de “mujeres de la calle”.
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¿Por qué la prostituta? ¿Por qué aparece y reaparece con diferentes grados de protagonismo en la literatura de Latinoamérica y el mundo?, se pregunta y responde Camila Urioste, una prestigiosa dramaturga y comunicadora.
-“En Internet hay publicados al menos 5 ensayos o artículos en castellano acerca de la figura de la prostituta en la literatura. Esta cifra puede no parecer grande y sin embargo lo es si consideramos que no hay ni dos artículos que traten la relevancia de otros personajes femeninos en la literatura. No hay un ensayo acerca de “La Madre y su tratamiento literario.” Ni un solo autor se ocupa de analizar “El personaje de La Esposa en la novela”.
En su articulo “La metáfora mas vieja del mundo”, publicado en el diario argentino Pagina 12, Liliana Viola escribe: “En pocos sitios pueden hallarse tantas putas juntas como en una biblioteca.”
¿Por qué la prostituta? Si se mira desde el punto de vista de género, esta pregunta esconde muchas otras. ¿En qué grado es la literatura un espacio de condescendencia con la institución de la prostitución y, por ende, con la explotación de la mujer? ¿Se puede entender mejor la relación entre prostitutas y prostituyentes desde la literatura? ¿Deberíamos ser críticos frente a este fenómeno?
Los autores latinoamericanos que han tratado a este personaje en sus obras son muchos: Vargas Llosa en sus novelas La casa verde y Pantaleón y las visitadoras, José María Arguedas en Zorro de arriba y Zorro de abajo, el boliviano Juan de Recacochea en American Visa, García Márquez incontables veces, pero más recientemente en Recuerdo de mis putas tristes, Onetti en Juntacadáveres, Xavier Velasco en Diablo Guardián (Premio Alfaguara 2004). Creo que el último ha sido Fernando Ampuero con la novela “Puta Linda”.
La bobería de Clara Rojas congresista
Lun, 07/08/2017 - 07:06
El Congreso colombiano –en todas las épocas- ha aprobado leyes inútiles, cuando no estúpidas. Y ha condecorado a figuras importantes pero también a compadres, socios, y también a uno que otro h