A las 10 en Juan Valdez…

Sáb, 25/01/2020 - 04:50
Eran las 10 de la mañana y hacía fila frente a la caja de “Juan Valdez”. Antes de mí iban una abuela de adultez disimulada y unos turistas extranjeros, con tantos tatuajes que parecían camufla
Eran las 10 de la mañana y hacía fila frente a la caja de “Juan Valdez”. Antes de mí iban una abuela de adultez disimulada y unos turistas extranjeros, con tantos tatuajes que parecían camuflados, próximos a entrar en combate en “las montañas de Colombia”. Ya nos enteraríamos los parroquianos por los medios de comunicación. Mientras esperábamos a ser atendidos, a la abuela le entró una llamada. “¡Hola, querida!”, contestó con un acento inspirado en la ternura y la lejanía. “Qué bueno oírte. Hacía tiempo no me llamabas, ¿dónde estabas? Cómo te parece –qué cosa tan extraña– que anoche o antenoche soñé con vos, que estábamos en la finca de aquel tomándonos unos piscolabis los más deliciosos del mundo y que de pronto se apareció Petro … sí, el político chavista, y que nos había regañado dizque porque estábamos tomando unos güisquis capitalistas en lugar de unos rones cubanos. Bobo que´s, como si fuera el dueño de nosotras. Tan cansón y fastidioso, ¿no cierto? ¡Yo no lo puedo ver ni en pintura! Qué hombre tan pinchao”. En ese momento la fila se movió, no sé si porque la señora habló de Petro, y mi vecina avanzó un tantico así. Por fortuna, las niñas de la caja estaban algo lentas mientras atendían a los visitantes tatuados, que se comunicaban más con señas que con palabras. Pero, bueno, lo importante era la conversación de la señora con adultez disimulada, que siguió hablando sin ninguna pausa, como si nada y no hubiera nadie más en el lugar, donde todavía éramos pocos. “Ve, a propósito”, le dijo a su interlocutora, “a Schneider, mi nieto menor, le dicen ‘petrico’ en el colegio. ¡Cómo te parece! ¿Y sabés por qué? Dizque porque guarda en una bolsa plástica la platica que le da el papá. ¡No, es que ese muchacho me tiene boba! Si vieras lo avispao el culicagao”. Concluí que su amiga le preguntaba acerca del nombre del nietecito. “Schneider, con ch de che Guevara”, le indica, “pero a ese cosiámpiro le gusta que los amiguitos le digan Esníder, sí, Esníder, así como suena, dizque porque es más rimpomplán. Es que es muy despierto y muy independiente. Imagináte que, un día, un profe le dijo que se parecía a Pablo Escobar por alzao al haberle dicho al profe que él, el profe, era igual a Roy Carreras o Barreras, ese político barbado que sale por la televisión y que es muy hablantinoso. Y que se le parecía, ¿sabés por qué?, por la barba tan fea que tiene, como si estuviera escondiendo algo o buscando parecerse al tal Fidel Castro. ¡Qué muchachos los de hoy, tan malcriaos y descomedidos con los mayores! Es como para darles una pela bien dura en esas nalgas”, agregó la abuela. A todas estas, mientras las cajeras hacían lo imposible por despachar a los turistas tatuados, la fila había crecido. En parte, creo, para estar más cerca de la señora y oírle sus historias, todas muy escuchadas cada que va a esa sucursal de Juan Valdez. Lo que más gracia me causó fue que le contara a su amiga que a Esníder o Schneider –con ch de che Guevara– también le decían Newton. ¿Que por qué? Qué cosa tan charra: que porque un día, después de que mi hijo lo llevó al circo del solei, llegó diciendo que le encantaban los números, y los compañeritos, y hasta el profesor, creyeron que eran los de la aritmética, y, mentira, eran los números del circo, jajaja. Es que es muy avispao”. Pero el cuento no terminaba ahí. La abuela dio un paso más hacia la caja y siguió con la historia: “Es que a ese muchacho, de apenas diez años, no le da pena nada y es muy entendido. Cómo te parece que convenció a los compañeros para que se pararan frente a la oficina de un profesor al que le dicen ‘Paquetaco’, por gordo, y organizó un cacerolazo para gritarle: ‘¡Profe Paquetaco, el grupo está verraco!’. ¿Y sabés por qué? Porque no los deja ver porno en clase, como hacen en otras partes. Y eso no es todo: el sábado me contó que va a invitar al presidente al colegio para que regañe al rector por boquisucio porque no hace sino decirles que los ricos son unos hifueputas. Debe ser un chavista igualao y mugroso, de fecode o fejode, o como se diga. ¡Cómo te parece lo despejao de Schneider!”. En esas, a la cronista de adultez disimulada le toca el turno en la caja, y no tiene más remedio que despedirse de su amiga: “Ve, te llamo otro día porque voy a pedir algo para tomar de mediamañana”. Menos mal que después pude sentarme a tiempo a escribir todo este “derrame” antes de que se me olvidara. Era la idea más rimpomplán. INFLEXIÓN. ¿Será que Colombia se salvaría si aquí hubiera un gobierno bien ‘rimpomplán’?
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