“Lo único que no va a pasar es que no pase nada”, me replicó una muy querida y admirada amiga cuando, con desabrido escepticismo, dije, sobre un asunto en el que he puesto todas mis expectativas: “Puede que no pase nada”.
Que no pase nada porque nunca pasa nada como si fuera posible que, ante ciertas circunstancias, no pasara nada cuando siempre algo pasa; y ese algo puede ser insignificante o extraordinario según estemos o no en comunión con la vida.
Pero, como casi siempre, termina no pasando nada. Nos pueden hacer lo que sea que nada va a pasar, o por lo menos eso piensan ellos, los que se hicieron al poder.
¿Es verdad que no pasa nada? Por supuesto que así son las cosas casi siempre. No pasa nada porque estamos como idos, embobados, aturdidos, distraídos; así las cosas pasan y pasan y se alejan sin que pase nada.
Las pertinentes palabras de mi querida amiga –por cierto, muy admirada por mí y por muchos- se quedaron pegadas en mi cabeza como le ocurrió recientemente a mi hija cuando tuvo que pedirme ayuda para sacarse una canción que se le había quedado pegada sin que ella se percatara ni cuándo ni cómo llegó a su cabecita loca.
¿En qué circunstancias, o ante cual magnitud de un hecho, lo único que no va a pasar es que no pase nada? En este momento, con cinco años en el poder, ya han hecho de todo y no pasa nada como cuando llevan a la cárcel a este o a aquel por ser uribista. Y no pasa nada.
¿Qué no pasa nada? Pues no pasa nada. Aunque parezca extraño, nada pasa.
¿Y si se llegan a meter con Uribe? Pero si se meten todo el tiempo, pero de ladito: zumban como mosquitos a su alrededor pero, eso sí, atacan como fieras a sus más cercanos seguidores.
Me pregunto de nuevo ¿Y si se llegan a meter de frente con Uribe, es decir, si le hacen un atentado o lo meten a la cárcel, para hablar claro? Respondo como responderían muchos: Lo único que no va a pasar es que no pase nada.
Que no se confíen en uno de esos arrebatos de arrogancia y de despotismo a los que nos tienen acostumbrados, se lo advertimos, no nos crean tan dóciles ni tan cobardes y menos tan traidores. No señores, hasta allá no caemos.
Cuando leo a diario mensaje tras mensaje por las redes a favor de Álvaro Uribe -por miles el 4 de julio- entusiastas, llenos de afecto y solidaridad de parte de unos y otros y, muy especialmente, de parte de unas y otras, mujeres aguerridas, batalladoras, valientes, sin pelos en la lengua, constato que lo que hay ahí es un polvorín a reventar y a punto de estallar cuya mecha se prenderá si se atreven a meterse con Uribe.
Cuidado, mucho cuidado señores de la falsa paz.
Lo único que no va a pasar
Mié, 08/07/2015 - 11:58
“Lo único que no va a pasar es que no pase nada”, me replicó una muy querida y admirada amiga cuando, con desabrido escepticismo, dije, sobre un asunto en el que he puesto todas mis expectativas