Los DD. HH., antesala de la Constitución

Vie, 27/05/2011 - 00:00
La historia de la humanidad son muchas historias y la que las compendia a todas y por lo mismo la más antigua es la historia de las civilizaciones.  Se refiere al relato del empeño milenario del ho
La historia de la humanidad son muchas historias y la que las compendia a todas y por lo mismo la más antigua es la historia de las civilizaciones.  Se refiere al relato del empeño milenario del hombre y la mujer en entender su razón de ser y su misión en este mundo y extender su existencia el mayor tiempo posible, en la ilusión de la felicidad tal y como la conciben en cada época y en cada circunstancia, y en armonía con el resto del universo. Son dos convivencias superpuestas, los seres humanos entre sí y los seres humanos con el planeta y el espacio sideral. No fue fácil para la humanidad llegar a esta abstracción y ponerla como referente de sus designios. Durante milenios los géneros se concebían aparte los unos de los otros, los sexos las etnias los orígenes geográficos las castas las sectas los oficios. Todavía es así, pero ahora esas especificidades se contrastan desde la visión de la igualdad en la diferencia, todos somos seres humanos aunque diferentes. También durante milenios los humanos se consideraron el centro del universo y asumieron que los cielos y la tierra estaban a sus pies. No ha cambiado mucho para multitudes, pero ese ya no es el patrón de pensamiento que rige el curso político de la humanidad globalizada. Hay quienes se preguntan si no llegó tarde la idea de que todos nacemos iguales y la idea de que la relación en la naturaleza debe respetar equilibrios y que somos otro ser más del infinito compendio del planeta. Los desastres ambientales de los últimos tiempos dejan mucho qué pensar. Esperemos que no sea tarde, lo cierto es que esas convicciones de igualdad de todos bajo el mismo rasero de seres humanos y el reconocimiento de que hacemos parte del vasto y complejo concierto de la naturaleza en el seno de la cual debemos ser armónicos y amigables con el conjunto si no queremos perecer, ya están sembradas para siempre en las conciencias de la mayor parte de hombres y mujeres que ejercen liderazgo en las comunidades y en las instituciones del mundo. El resumen del esfuerzo milenario de las civilizaciones son los derechos humanos compendiados en la Declaración Universal de 1948 suscrita en el seno de las Naciones Unidas y las demás cartas de derechos de segunda y tercera generación que se derivan de ella. Piensen que desde el momento de esa firma hacia atrás, hasta los tiempos más remotos del origen de la especie, sucedieron infinidad de ensayos de formas de ser y de prevalecer, acompañados de sufrimientos de frustraciones de catástrofes de horrores para los pueblos y para los hombres. Los derechos humanos se esclarecieron en la inteligencia de la humanidad después de la experiencia de milenios en los teatros de las guerras y las calamidades y luego de probar los amargos escenarios del sometimiento la explotación la humillación la infelicidad y el desperdicio. Los derechos humanos se fueron construyendo de hito en hito desde las civilizaciones de la antigüedad, pasando por las declaraciones revolucionarias del siglo XVIII y por las constituciones nacionales del siglo XIX hasta llegar a la resaca de la Segunda Guerra Mundial cuando nacieron las Naciones Unidas y se escribieron y suscribieron en la Declaración Universal que conocemos y que es desde entonces el referente ético y la fuente de la legalidad internacional. Su significado es que los poderes políticos de las naciones a partir de allí y para siempre, dijeron… así nos entendemos como personas y como pueblos y sobre la base de ese entendimiento nos relacionamos unos con otros si queremos convivir y porque queremos convivir… La cuestión que importa desde la escritura y la firma de la Declaración Universal de Derechos Humanos para acá es ¿cómo se ponen en práctica? ¿Cómo se vuelven verdad en el pellejo de cada individuo, día a día, en cada instante de su existencia? El asunto tiene enorme complejidad… tanta que lo cierto es que vivimos en estado de barbarie y en riesgo inminente de catástrofes, guerras y violencias… para ver el panorama de las conflagraciones y las violencias atroces basta mirar hacia Oriente Medio y el Magreb, basta mirar hacia México, basta vernos a nosotros mismos en Colombia… para ver el panorama de las calamidades basta mirar hacia los tornados, los huracanes y las inundaciones en Estados Unidos, lo terremotos y los tsunamis en Chile Japón y el sudeste asiático, los veranos y los inviernos en Europa, las erupciones volcánicas en Islandia en el Pacífico Sur y en nuestros propios páramos y de nuevo, basta observar las inundaciones de Colombia. La cuestión es simple… tenemos en las distintas generaciones de derechos humanos la fórmula de la felicidad de los pueblos hasta donde al parecer es concebible la felicidad en este mundo, pero no tenemos la manera de aplicarla con el detalle y la sofisticación que se requiere… el reto de enriquecer las culturas y formar hábitos civilizados en la masa humana es monumental… les recuerdo, estamos hablando de más de seis mil millones de individuos que poblamos el planeta en infinidad de comunidades, de culturas, de historias, de poderes y estamos hablando de multiplicidad de ecosistemas… Piensen nada más que a cada niño que nace hay que domesticarlo en ese compendio ético ideal y refinado de la civilización… hay que dotar su conciencia y su inteligencia y sus hábitos en la convicción de los derechos individuales para que en la medida que vaya creciendo, no sea la reedición del bárbaro, del depredador… Cada niño cada niña dejado al libre albedrío sin esos referentes éticos podría ser cualquier ejemplar espantoso y salvaje de los que han inundado de destrucción este mundo. Y luego piensen ustedes que a cada nación a cada región a cada comunidad a cada tribu, hay que inducirla a dotarse de organizaciones y contenidos y valores y paradigmas que se manifiesten en sus costumbres y en sus legislaciones, inspirados en los derechos económicos sociales y culturales, derechos humanos de segunda generación que garanticen a los individuos sociedades en las que puedan ser personas cabales en la plenitud de sus derechos individuales, para que se entiendan con los demás que viven con ellos o con otros que están organizados a sus maneras más allá de sus límites vitales y jurídicos. Organizaciones que sean capaces de  responder porque las personas tengan oportunidades de desarrollarse en la plenitud de su condición y su dignidad humanas. De ese tamaño es la ingente responsabilidad que implica estar vivo y procrear y el enorme desafío que impone a los individuos y a las comunidades humanas el sueño y el derecho de ser felices. Desde estos desafíos y desde esta inspiración se planteó el oficio de escribir la Constitución de Colombia en 1991.
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