Los médicos no sabemos contar el cuento

Mié, 15/12/2010 - 00:59
En los primeros días de diciembre, el 3 que es el natalicio del médico cubano Carlos Finlay, se celebra en muchos países y Colombia el Día Panamericano del Médico. Recordando esa fecha y conocie
En los primeros días de diciembre, el 3 que es el natalicio del médico cubano Carlos Finlay, se celebra en muchos países y Colombia el Día Panamericano del Médico. Recordando esa fecha y conociendo que muchas revistas científicas como el British Medical Journal acostumbran a finales del año cubrir temas humanísticos para su lector médico, en esta ocasión discutiremos un problema que tiene que ver con la cultura general del médico. Y para abreviar podríamos adelantar que la gran mayoría de los médicos no tenemos hoy una cultura general amplia, incidiendo esto en el cuidado y relación con nuestros pacientes. Los médicos usuales tenemos envidia de los médicos alternativos porque estos tienen pacientes fieles que no causan problemas médico-legales. Sabemos que un profesional de la salud que tenga una buena relación médico-paciente raramente es llevado a los tribunales. ¿Es que los médicos somos todos groseros e inhumanos, o la causa de nuestra pobre relación con los pacientes radica en algo más profundo que la amabilidad y don de gentes? ¿Qué nos falta a los médicos comunes y corrientes? A Robert Coles, profesor de psiquiatría infantil de Harvard, le preguntaron en alguna ocasión qué haría él para enseñar ética a los estudiantes de medicina y contestó que los obligaría a leer novelas. Decimos obligar porque una investigación reciente en varias universidades colombianas muestra que menos del 5% de las lecturas de nuestros estudiantes universitarios son de ficción y literatura. Se leen apuntes de clase, libros de texto, artículos de la omnipresente Wikipedia y algunos artículos científicos pero pocas obras de ficción. Pero podría preguntarse un pragmático estudiante universitario: ¿de qué sirve, para ser médico, leer cuentos y novelas? Y Coles explica: el leer novelas desarrolla la imaginación moral. Cuando trabajamos en el oficio de atender y entender el sufrimiento humano, en este caso el sufrimiento humano que llamamos enfermedad, necesitamos tener la capacidad de imaginar el sufrimiento del otro. La imaginación moral es necesaria para la empatía y la empatía es la virtud fundamental del acto médico desde la prehistoria. Hace poco reportaron un esqueleto con una grave e incapacitante lesión de la espalda en las excavaciones de Atapuerca, España. Quién cuidó, alimentó y transportó a ese anciano en aquellos días del paleolítico era capaz de sentir empatía por él hace aproximadamente 500,000 años. Frecuentemente encontramos personas poco hábiles para imaginar el sufrimiento del otro. Tenemos el extremo del psicópata, quienes confiamos no estudien medicina, para quien el otro es una mancha en la retina. Pero en la gran variedad de los seres humanos encontramos personas para quienes el otro es solamente objeto de estudio científico, o un elemento para corregir de una sociedad compleja, o hasta sólo un alma que salvar. Necesitamos médicos que vean siempre en el enfermo una persona viviendo un sufrimiento, a quien podemos ayudar a vivir mejor su enfermedad. Porque digan lo que digan algunos nuevos gurús optimistas: la enfermedad es parte de la vida. O como dijo el médico Bichat a comienzos del siglo XIX: la vida es la suma de funciones que se oponen a la muerte. Entonces, ¿cómo podemos educar médicos que sepan escuchar y “leer” la narración de sus pacientes con empatía? Ponerlos a leer ficción durante su carrera universitaria es una gran ayuda, pero además obligarlos a escribir y narrar sus experiencias complementaría esa parte del proceso educativo del médico. La Universidad de Columbia en Nueva York ofrece desde hace dos o tres años un programa de postgrado en medicina narrativa (Master of Science in Narrative Medicine) fundado y dirigido por la Dra. Rita Charon. En ese programa participan médicos, enfermeros, sicólogos, trabajadores sociales y otros profesionales interesados en el uso de la narrativa en el cuidado del enfermo. En nuestro medio la Universidad Javeriana-Cali y su nueva Facultad de Ciencias de la Salud lanzarán en enero próximo una revista, hecha por los estudiantes, titulada Medicina Narrativa. Estos son esfuerzos grandes y pequeños por enseñar al médico a “contar el cuento”. En el fondo las enfermedades son procesos biológicos en el tiempo que no se comunican integralmente en una descripción de imágenes diagnósticas o datos de laboratorio ni en una enumeración de casos y controles. La enfermedad para ser comprendida y el enfermo para ser atendido y entendido necesitan de la narración. Médico que no sepa narrar, poco podrá aliviar y sanar. Por eso, colegas, la próxima vez cuando sólo tengamos cinco minutos después de un arduo trabajo clínico o una agenda apretadas de citas, sentémonos frente a nuestro paciente y comencemos: “Señor, lo que le ha ocurrido a Ud. es lo siguiente…”. Y narremos.
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