Me gusta la idea de que los principios, la ética y la moral sean defendidos por nuestros líderes políticos, más si son de alcance nacional y sus palabras tienen eco en la opinión pública; el problema es cuando salen de la boca del menos indicado para hablar de estos temas, como es el caso del expresidente Álvaro Uribe.
"Los valores democráticos no tienen precio, hay que defenderlos, promoverlos en todas partes y en todo momento, muchas dictaduras se han consolidado por la complacencia equivocada de gobiernos democráticos", dijo Uribe en una reunión con miembros de la oposición venezolana, demostrando una vez más su molestia por las relaciones entre los presidentes Juan Manuel Santos y Hugo Chávez. Estoy de acuerdo con Uribe en que los valores democráticos no tienen precio, y precisamente por eso me pregunto si el exmandatario lo pensó también cuando miembros de su gobierno intercambiaron una que otra notaría, contratos y puestos con miembros de su bancada en el Congreso como Yidis Medina y Teodolindo Avendaño a cambio de su reelección como Presidente de la República. Qué raro que al expresidente se le olvide la razón por la cual senadores y representantes, que en su mayoría lo apoyaron durante su gestión, hoy están en la mira de la Corte Suprema de Justicia por hacer de las suyas en la Dirección Nacional de Estupefacientes.
Seguramente el mandatario dirá que no tiene la culpa del pecado de quienes lo apoyaron desde el legislativo, y puede tener razón; sin embargo, muchas veces me he preguntado ¿Cómo es que sabiendo el pecado que cometieron, prefirió seguir con ellos?, y peor aún ¿Cómo se atrevió a defenderlos? ¿Tiene esto presentación?
La presencia de miembros de las Farc y el Eln en territorio venezolano es innegable, y el presidente Chávez tendrá que ponerle solución antes que el problema se le empiece a salir de las manos. Pero no es con base en confrontación verbal como lo hacía Uribe la manera más idónea para lograr la colaboración del país vecino, y mucho menos con bombardeos, violando la soberanía en las zonas de frontera, como se va a obligar al mandatario del lado para que combata a las guerrillas, porque en el caso de que Juan Manuel Santos decida seguir el ejemplo de Uribe y autorizar un ataque militar, quedaría una vez más la sensación de que Colombia es un peligro para Suramérica, calificativo que no podemos ganarnos en el momento cuando más necesitamos de la ayuda internacional en la lucha contra el terrorismo.
Pueden ser muy bonitos los discursos adornados con palabras que al oído suenan como un canto melodioso, el problema es cuando se debe pasar del dicho al hecho; por eso opino que es mejor permitir al presidente Juan Manuel Santos arreglar a su manera los problemas heredados del gobierno anterior, los mismos que con estilo camorrero de insultos y confrontación verbal Uribe no pudo arreglar, como para que ahora pretenda dar clases de moral y buen comportamiento, siendo el menos indicado, y no lo digo solamente por el caso de la reelección que tiene en líos judiciales a Yidis Medina y Teodolindo Avendaño. También lo digo por las zonas francas, los escándalos de la parapolítica, los complot contra la Corte Suprema de Justicia, las chuzadas del DAS, el carrusel de la salud, etc., hechos que para el mandatario seguramente no significan nada, porque directamente no está involucrado, como si lo está indirectamente, porque en todos estos hechos el único beneficiado con el mal proceder de sus colaboradores era nada más y nada menos que Álvaro Uribe Vélez, quien no supo aplicar el principio de los valores democráticos y antepuso sus ambiciones personales para continuar en el poder otro tiempo más. Tampoco expulsó de su coalición de Senado y Cámara a los representantes del narcotráfico y el paramilitarismo que le apoyaron durante su gestión como primer mandatario; y lo que es peor, no separó a su familia de su gestión como presidente, de la cual sus hijos se volvieron grandes empresarios gracias a decisiones tomadas por funcionarios, algunos de los cuales fueron subalternos directos de su padre, y que al día de hoy no han sabido dar las explicaciones del caso.
Dijo el expresidente Uribe a la analista Claudia López en un debate con académicos en la Universidad Jorge Tadeo Lozano el 3 de febrero de 2010, “No tengo rabo de paja”; la verdad, con todo lo que ha salido a la luz pública, lo estoy dudando, porque tan culpable es quien cometió el hecho, como quien sabiendo que lo cometió continúa con su amistad, hasta el punto de defenderlo.
Oscar Fernando Sevillano