Para algunos el gran ganador con la Alianza Verde, la fusión entre el Partido Verde y los Progresistas del alcalde Gustavo Petro, fue Antonio Navarro, porque ven la unión como el resultado de más de un año de búsquedas del ex dirigente del M19 para juntar voluntades independientes con miras a impulsar una tercería, para no ponerle eufemismos partidarios a la campaña presidencial. Y para muchos otros, el gran ganador fue Enrique Peñalosa que logró que se aprobara la consulta popular para que los verdes escogieran candidato presidencial, en un congreso que aparentemente le era adverso por haberse opuesto a la unión con los Progresistas.
Pero las respuestas que han dado tanto el uno como el otro ante la avalancha de los periodistas dejan ver que ambos se sienten perdedores. Peñalosa por su lado salió a hacer innecesarias aclaraciones en el sentido de que él no le iba entregar el Partido Verde al M19, como si hubiera perdido por W, en una pésima táctica, si lo que quiere es ganar simpatías para sus aspiraciones presidenciales. Y Navarro, que mató el tigre, se asustó con el cuero. Y ha salido a dar declaraciones gaseosas en las que no logra ocultar que si bien el paso de los verdes de abrirle la puerta lo ve como un paso adelante, aún no está muy convencido de que ese sea el camino a seguir.
El incremento del tono descalificador de Peñalosa contra el alcalde Petro y las dilaciones propuestas por Navarro para decidir el mecanismo con que los verdes le apostarán a la tercería ponen de presente que aún ambos están biches para enfrentar la coyuntura, que los egos no logran desvanecerse y que entienden más bien poco de lo que se llama la unidad de acción o de la flexibilidad de la táctica. Como niños pelietas han salido a remangarse para ponerse en posición de eche pa echarle y dele pa darle, como decían los peleadores callejeros de hace un siglo.
Y ese sí es el gran problema de la tercería. Que a los mejor aspectados, como se dice en las lecturas del calendario chino, les falta estatura. Que no comprenden que si tienen un enemigo común hay que bajar la guardia frente al enemigo secundario. O si no es que no se han enterado y están confundidos de enemigo principal. Que no entienden que la unidad se hace con los diferentes porque de otra forma sería adhesión, pero que si saben que mantienen las diferencias deben aprender que donde las tienen que arreglar es en las mesas programáticas y los consensos sobre los puntos que los unen y en los que se deben poner de acuerdo, en medio de negociaciones, por acaloradas que sean. Y que los trapos sucios se lavan en casa.
Peñalosa, que tiene un alto grado de aceptación en ese sector de los verdes que añoran las obras, la infraestructura y la eficiencia administrativa, no puede ignorar que sus nuevos aliados aún no le perdonan haber aceptado el abrazo del oso cuando Uribe lo apoyó como candidato verde a la alcaldía. Y Navarro no puede ignorar que los progresistas de Petro son vistos por muchos como el ala radical de la izquierda, que a juzgar por la forma en que maneja Petro el gobierno distrital, los asusta. Y en ese contexto, la tarea que se le impone a uno y a otro es buscar la forma de reconstruir la confianza como condición única para que funcione la alianza.
No se ven muy lúcidos tratando de demostrar porque por ejemplo Santos no es la carta que requieren los colombianos para el 2014. No se les ve haciendo aportes sobre los correctivos que hay que hacer en las mesas de diálogos con las FARC. O la forma diferente en que abordarían el proceso de paz. No se les ven frases inteligentes para caracterizar la situación del plan a y b del gobierno con Germán Vargas Lleras, que demuestra que por el lado de los continuistas cada vez más se siente que el man es Germán. No, al contrario se les ve mirando la forma de ganar el pulso adentro con puntualizaciones en sus diferencias, cuando lo que tienen que buscar es ganar el pulso afuera que seguramente se reflejara en el rifirrafe interno.
Peñalosa y Navarro tienen que recordar que lo que les ha dado éxito en el pasado es la generosidad con que han asumido las alianzas. La humildad con la que se tomaban las fotos con sus pares en medio de las discrepancias. Navarro se veía mejor al lado de Noemí y de Carlos Lleras de la Fuente levantando las manos unitarias que tirándole puyas radiales o enrostrándole el W a su nuevo aliado para buscar la tercería. Y Peñalosa se veía mas grande brincando al lado de Mockus y de Lucho que como gamín con cauchera agazapado tirándole piedras a Petro.
Pobres verdes, si esas son sus alternativas para enfrentar a Santos 1 o a Santos 2, con esos amigos ¿p'a que enemigos? Les va a tocar a las bases, bueno a las sensatas, porque allí también se camufla uno que otro francotirador que no está pensando en la unidad sino en la imposición, recordarles a estos dos dirigentes que lo que se impone cunado se buscan alianzas es sumar, no dividir; que lo que buscan quienes quieren convertirse en fuerza contra un tercero al que ambos quieren enfrentar y derrotar es hacer causa común; y que eso justamente los obliga a buscar el camino del mínimo común denominador.
Quizás les haga falta a estos dos dirigentes cojos, o miopes, o calenturientos, una asesoría de Antanas Mockus o de Sergio Fajardo o de cualquier otro matemático, o de Francisco, para que les enseñe que para multiplicar hay que aprender a sumar. De Francisco el Papa que hoy da lecciones de humildad, o de Pepe Mujica que da lecciones de grandeza y de visión de futuro, o inclusive puede ser hasta de Pacho, pero Maturana, para que les cuente que perder es ganar un poco y que el partido se acaba en los 90 y que ganar es perder un poco.
Porque va a ser difícil que encuentren la asesoría del otro Maturana, Humberto, el filosofo chileno, para que les sugiera que la otredad es legítima, que en esta coyuntura de paz y reconciliación hay que aprender a reconocer al otro con un legítimo otro, que la construcción colectiva se hace a partir de la diferencia y que las diferencias también tienen su contexto y su pertinencia. No se puede en campaña contra Santos para la presidencia centrarse en la pelea contra Petro como si se estuviera peleando la alcaldía.
Pero quién sabe si esos son los dirigentes que merecen los verdes, porque si se miran los twiter de los petristas contra Peñalosa, es probable que nos enteremos de que los fanatismos que alimenta Petro se conviertan en el principal enemigo de una construcción colectiva, que sean las huestes de la intolerancia las que impidan el desarrollo de la Alianza. Y en ese caso sí le estaremos dando la razón a Alfonso Prada que se fue del partido porque allí no se garantiza la democracia, no se cumplen los pactos, no se respeta al otro y no se tiene coherencia, pero que sobre todo allí no se superan los egos.
Navarro: ¿Por qué camino cojo?
Jue, 03/10/2013 - 08:27
Para algunos el gran ganador con la Alianza Verde, la fusión entre el Partido Verde y los Progresistas del alcalde Gustavo Petro, fue Antonio Navarro, porque ven la unión como el resultado de más d