O damos el golpe, o lo dan las FARC

Jue, 29/08/2013 - 12:23
Muy temprano en el gobierno, desgobierno de Santos, el país comenzó a deshilacharse como un trapo viejo y la primera costura que se rasgó fue la de su credibilidad, cuando en contravía de sus elec
Muy temprano en el gobierno, desgobierno de Santos, el país comenzó a deshilacharse como un trapo viejo y la primera costura que se rasgó fue la de su credibilidad, cuando en contravía de sus electores uribistas, deshilvanó los procesos de su antecesor, abrazó a Chávez, le pidió perdón a Correa y nombró de ministro a Vargas Lleras. La segunda costura rasgada fue la Seguridad Democrática -a pesar de haber fungido, fingido, de ministro de defensa,- cuando reculó en las posiciones arrancadas a los terroristas, con el propósito de ambientar su proceso de paz, y desde entonces los colombianos no pudimos volver a viajar por las carreteras, sin riesgo de atracos y retenes guerrilleros, (como antes de Uribe). Las fuerzas armadas piensan dos veces al intervenir en defensa del pueblo, porque en este país de Ripley, la justicia mete a la cárcel al soldado que protege, y elige senador al delincuente que asesina. Ahí están los casos del General Uscátegui y el coronel Plazas Vega. Los nombres de asesinos que hoy son o han sido senadores, representantes, embajadores, gobernadores y alcaldes son conocidos de todos, no es necesario nombrarlos. La justicia santista hizo otro roto en el país, justicia, parcializada, tomando partido en la conducción del estado, infiltrada de guerrilleros, sobornada públicamente, injusta justicia que solo avanza si hay billete de por medio,  justicia política como brazo jurídico de la corrupción, y apoyo necesario para el brazo político de los terroristas en el congreso. La Corte Suprema de Justicia emitió orden de captura contra Luis Alfredo Ramos, por atreverse a postular su nombre para la presidencia de la República como candidato de Puro Centro Democrático y, casi al mismo tiempo, La Corte Constitucional, utilizando un artículo transitorio de la Constitución, suspende un artículo permanente de la Carta y aprueba el Marco Jurídico para la Paz que viola los derechos de las víctimas y va en contravía de las normas internacionales. El proceso de paz es la cuarta costura rota de Colombia, las FARC se sentaron a la mesa con cartas de cinismo y aseguraron ante el país que ellos, ni tenían secuestrados, ni cohonestaban con el narcotráfico, entonces siguieron matando, secuestrando y comercializando droga, -abiertamente pero a escondidas- mientras se deleitan con cigarros cubanos, whisky y Harley Davidson imperialistas, y estudian la oferta de impunidad y gabelas de cogobierno en el congreso, que les permitirá mantener un partido de políticos armados que consigan votos en las poblaciones a punta de ametralladoras. Todo porque Santos piensa que la firma del acuerdo de paz lleva estampada su reelección así que “me la juego toda por la paz” “Me la juego toda por la paz” fue su frase lapidaria del 20 de julio ante las fuerzas armadas y descosió más al país, porque hizo detener el desfile militar para abrazar y besar a su muchacho, soldado lancero sin curso, a cambio de olvidar los 21 soldados de verdad, asesinados por las balas de sus terroristas, asestando una sonora cachetada al honor militar, ya de por sí maltratado y desmoralizado en su mandato. Ese día lo remató obligando a renunciar a generales con hoja de vida y carácter necesario para enderezar a Colombia, pero inconvenientes para su gobierno, y ascendiendo a Subdirectora de la Policía nacional a la general Luz Marina Bustos Castañeda, de quien se dice, es hermana de José Leonidas Bustos, Presidente de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, quien un mes más tarde ordenó la captura de Luis Alfredo Ramos, candidato presidencial con mayor opción para derrotar a Santos. O sea que de un pastorejazo le quitó al presidente la molestia de la oreja.- curiosa coincidencia- El otro roto del país fue el arrinconamiento económico de las clases trabajadoras y las prebendas a los grupos financieros poderosos, profundizando la brecha social y obligando a que los campesinos del Catatumbo se rebotaran, seguidos luego, en medio del desdén y la indiferencia del presidente, por los paperos, cacaoteros lecheros, etc., con su Paro Nacional Agrario que tiene taponado al país y que en lugar de terminar, se incrementará en los próximos días con los camioneros, los transportadores, los mineros, los maestros y los arroceros de Chicoral, que lo harán el lunes. Hoy muy a las siete de la mañana se esperaba el discurso de Santos, con la solución a la mano y esa descosida sí que fue mayúscula. Entre la babosada de buenas intenciones, dijo que pediría a Colanta y Alpina, comprar la leche que estaban botando para regalarla al Bienestar. Su discurso solo evidenció la falta de coherencia de nuestro presidente, que todavía no puede entender que el país entero se le rebotó, que está brotando desde los rincones más apartados de la geografía nacional para mostrar su inconformismo. Hay que advertir, es necesario enfatizar, que el movimiento es espontáneo, producto del malestar de una nación empobrecida y arrinconada por el mal gobierno. La protesta nacional no tiene dueño, aunque se lo quiera adjudicar la inefable Piedad Córdoba y su grupo de subversivos, ella y sus marchas de protesta socialista fueron sepultadas por el alud de inconformismo, manifestado en cacerolazos, marchas, asonadas y bloqueos de carreteras. Colombia está fuera de madre. Si Colombia fuera Venezuela el cacerolazo boyacense que el presidente Santos felicitó “porque la protesta pacífica fortalece la democracia”, hubiera terminado en golpe de estado, como cuando a Carlos Andrés Pérez se le rebotó Venezuela a punta de cacerolazos, y del solio presidencial lo condujeron a prisión. Los colombianos podemos seguir en nuestro habitual mirar para otra parte, como si no fuera con nosotros, hacernos los desentendidos mientras el descontento nacional es canalizado por las FARC para acorralar a Santos y darle un golpe de estado aprovechándose del pueblo. La exageración es válida, porque el peligro crece a medida que el paro continúe y se acreciente. El país bueno, el de los comerciantes, el de los transportadores, el de los trabajadores, el de los agricultores y campesinos, el de los políticos sin mancha, el de las fuerzas armadas, podría estar a punto de organizarse en una junta cívico militar para conjurar el peligro y Santos dar un paso al costado, para salvar el país. @mariojpachecog
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