Pateando la lonchera

Sáb, 02/12/2017 - 19:08
La senadora Claudia López no podía pasar desapercibida el día que Sergio Fajardo parecía robarse el show con su festejo por las firmas. Ella se considera genio y pertenece a esa escuela mamerta en
La senadora Claudia López no podía pasar desapercibida el día que Sergio Fajardo parecía robarse el show con su festejo por las firmas. Ella se considera genio y pertenece a esa escuela mamerta en la que dos genios no caben en la misma lámpara. Y no estaba dispuesta a permitir que el cierre de la recolección de firmas de Fajardo se convirtiera en la fiesta de la democracia que pretendía el candidato de Compromiso Ciudadano, con la que aspiraba generar ese foco de optimismo y esperanza que aún no prende del todo entre los indignados y de paso picar en punta entre los escépticos para avanzar hacia una salida de poder alternativo. La senadora se sintió amenazada por convivencia y decidió mandarle un petardo a la celebración. Fajardo, convencido de que lograr el respaldo ciudadano en medio de la polarización y la desconfianza es un motivo de orgullo como alternativo en la política y de que las firmas conseguidas para inscribirse como candidato presidencial son una palmaria muestra de que se puede, quería celebrar. Intentaba mostrarle a Colombia que sí se puede convocar a la ciudadanía con las manos limpias, sin las maquinarias, sin componendas, sin triquiñuelas y sin dinero. Pero la senadora verde no podía dejar que ese hito quedara en cabeza de Fajardo. Le pudo más su mezquindad y su ego que hicieron que se le saliera lo que las abuelas llamaban la cobarde envidia. Sergio Fajardo que no es, ni mucho menos quiere ser, el candidato de la izquierda, se ha dedicado primero a consolidar un importante respaldo ciudadano y segundo a construir un buen equipo con la idea de hacer la política a nivel nacional de manera diferente. Esa alternatividad lo ha llevado a que se destaque en las encuestas, que sea mirado con cierta curiosidad benévola por parte de los indignados y con mucha esperanza renovadora por parte de los decepcionados. Ha despertado miedo en los candidatos aristócratas y celos en los que pretenden reemplazarlos desde la otra orilla. Pero como no hay cuña que mas apriete, el palo viene ahora de los alternativos. Dice hábilmente la senadora que le da tristeza que Fajardo no haya aceptado la consulta para escoger candidato entre el senador Jorge Robledo, la candidata verde y él. Ellos tres se han reunido y estudiado fórmulas pero claramente Fajardo ha dicho que medirse en una consulta es someterse a maquinarias y eso precisamente riñe con su concepto de verdadera participación ciudadana. Lo sencillo sería para él es un acuerdo alrededor del que mejor favoritismo ciudadano tenga y que los demás lo respalden. Pero ahi pierde la senadora y ella no va tener gallardía para aceptarlo. Ella no resiste la falta de protagonismo y menos que el protagonista sea un hombre. Es cierto que la senadora verde se ha granjeado un espacio en la opinión inconforme sobre todo por su la lucha contra la corrupción pero no es menos cierto que su afán protagónico y su carrerismo desmesurado la han llevado a perder mucha credibilidad. Las constantes rectificaciones a que se ha visto obligada por pasarse de lenguaraz le han mermado puntos en la percepción ciudadana y sus amores y desamores, tan fugaces y tan contradictorios, en materia política la muestran poco congruente. Por otro lado, su actitud desafiante y descalificadora per se la muestran como una fiel continuista de la polarización que ya tiene hartos a los colombianos. Tanto Claudia López como Jorge Robledo son vistos por la opinión ciudadana como excelentes senadores. Tienen capacidad de denuncia, se pueden ubicar entre los que tienen claro que la política debe tener fines sociales y que los recursos públicos son intocables por la manos privadas. Pero su sectarismo y su vanguardismo no les da para tener talla presidencial. Su reduccionismo los empequeñece y el árbol de su capilla les impide ver el bosque alternativo. Ellos habrían podido dedicarse a ser los jefes de la construcción de una bancada parlamentaria importante para los alternativos y hace rato debieron renunciar a sus aspiraciones en favor de Fajardo, que desde antes de comenzar su campaña ya registraba los mejores puntajes en las encuestas. Aún están a tiempo la senadora verde y senador Robledo de no patear la lonchera. Robledo podría pensar como Pepe Mujica que para llegar al poder primero apoyó a uno más centrista como lo fue Tabaré Vasquez. Y Claudia López podría pensar seriamente que para lo que ella verdaderamente aspira, que es la alcaldía de Bogotá, pues ya hizo lo suficiente. Pero que sólo podría llegar a competir firmemente contra Alfonso Prada o Carlos Fernando Galán en el terreno local si Fajardo es el presidente con su apoyo. No actuar con cabeza fría en momentos en que los indignados reclaman un liderazgo marcado por la grandeza y guiado por la nobleza, es suicida. Ya Pero se dio cuenta que sólo no llegaría y públicamente dijo que o se unen o se joden. Si Claudia López de verdad quiere derrotar las maquinarias, si de verdad quiere acabar la corrupción lo que debe hacer es evitar que ganen las maquinarias de siempre. Si quiere que Germán Vargas Lleras no sea el elegido tiene que apoyar a Sergio Fajardo. Si quiere derrotar a la extrema derecha lo que debe hacer es apoyar a Fajardo. Si no quiere aupar la extrema izquierda debe apoyar a Fajardo. De resto va a quedar como que está buscando notoriedad pero a costa de llevarse por delante las aspiraciones de la alternatividad, que esta vez no está muy lejos, si el escogido es Fajardo. Y Robledo lo mejor que puede hacer para no perder lo que ha ganado como senador ejemplar es ser un político ejemplar y poner su humildad al servicio de una causa noble. Recuerde Senador que lo mejor es enemigo de lo bueno. Esa multitud anónima que cada día cree menos en la clase política tradicional, que está hastiada de tanto oportunista que llega al Congreso porque maneja la marrulla electoral, que sabe que la mayoría de los politiqueros que se aglomeran en los partidos liberal y conservador son auténticos mercachifles que han hecho de la política pública su negocio privado y que de alguna manera piensa que tanto la extrema derecha como la extrema izquierda representan un peligro para el futuro inmediato de Colombia son los indignados y los desencantados de los políticos tradicionales. Ellos piden a gritos a Claudia López y a Jorge Robledo que no les quede grande la coyuntura y que sin vacilaciones apoyen a Sergio Fajardo. O si no seguirán los mismos con las mismas.  
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