Peñalosa se desmarca de Uribe

Sáb, 29/03/2014 - 18:49
El candidato de la Alianza Verde, Enrique Peñalosa, ha decidido un camino seguro para ser el próximo presidente de los colombianos: el del puro centro. Pero no el del puro centro demagógico del uri
El candidato de la Alianza Verde, Enrique Peñalosa, ha decidido un camino seguro para ser el próximo presidente de los colombianos: el del puro centro. Pero no el del puro centro demagógico del uribismo, sino el de quien se sitúa en la fina línea de la mitad y se ubica lejos de los extremos, de los radicales y de los sectarios. No se dejó provocar cuando sus contradictores querían que le declarara abiertamente la guerra al expresidente Álvaro Uribe o que por lo menos jurara que no iba a aceptar su apoyo, ni cayó en la trampa de los que le pedían que apoyara la revocatoria de Gustavo Petro o que hiciera guiños de respaldo al Procurador por la decretada muerte política al exalcade de Bogotá. Con sus diferencias o sus coincidencias mantuvo prudente distancia con los extremistas y como un Quijote se enfrentó tanto a los molinos de la opinión como a los vientos de la exclusión. Cuando hacía resistencia y los Progresistas recién llegados al partido lo tenían contra las cuerdas, casí nadie se explicaba por qué no tomaba las de Villadiego como lo hicieron en su momento sus antiguos compañeros de sueños, los exacaldes Antanas Mockus, Luis Eduardo Garzón y Sergio Fajardo. Resultaba casi masoquista que se empecinara en quedarse en un partido donde le daban palo y por ratos parecía que no lo quería nadie. Un partido que prácticamente se lo habían tomado los petristas con la aquiescencia de los tibios y de los seguidistas. Pero Peñalosa, como un llanero solitario daba la batalla para que sus nuevos copartidarios cumplieran con lo pactado, en condiciones casi humillantes. Se sumaba a este escenario la debilidad del peñalosismo porque sus principales fuerzas electorales se habían esfumado, con la muerte de la senadora Gilma Jiménez y con la huida del representante Alfonso Prada, que cayó en las mieles de la mermelada santista. Peñalosa no sólo tomó el camino del centro sino que es en el que mejor se siente. Tanto filosófica como políticamente. Es un hombre que cree en la equidad como fundamento del equilibrio social. Piensa en los pobres pero no le gusta hacer populismo ni jugar a la pornomiseria. Se enfrenta a los ricos pero no para alimentar los odios de clase o para obtener popularidad. Sí le toca, lo hace siempre que sea en defensa del bien común. Le gusta la seguridad pero no la democrática, prefiere la ciudadana. Es un hombre que cree en la autoridad pero sabe distinguirla del autoritarismo. Le preocupa la injusticia social pero no hace de ella una consigna para conseguir votos. Sabe que las diferencias sociales se retroalimentan de la falta de oportunidades para acceder a la educación pero no hace aspavientos con la cantaleta, se pone la camiseta. Cree en la paz como la salida sensata al conflicto colombiano pero no hace de ella una tribuna electoral. Y precisamente por haber dicho que respalda el proceso de paz y las negociaciones en La Habana, se le vino encima el expresidente Uribe. Porque Peñalosa piensa que la paz debe ser una política de Estado y por esa razón, va aún más allá, mantendría el equipo negociador en Cuba. Pero lo que alborotó al expresidente fue tal vez la posición más centrada que se la ha escuchado a Peñalosa en asuntos de paz. “No es posible la paz con impunidad pero tampoco sin genrosidad”, dijo. Esa línea delgada para abordar el proceso de paz deja ver que el candidato verde ha pensado seriamente en la paz y que no se envuelve en posturas calculadas ni cae en engañifas así sus ideas resulten impopulares. En buen romance su frase significa que habrá algo de impunidad y que aceptarlo no debe sonrojar a nadie. Sí se quiere la paz, habrá que perdonar. Es una postura seria y de centro. Esa generosidad produce optimismo para la paz real. El discurso de Peñalosa se centra en la lucha contra la politiquería y las corruptelas. Le duele de verdad que en el país todo se haga por el camino chueco, o que pase por cometer impunemente el delito del tráfico de influencias, por las recomendaciones clientelistas y por la compraventa de votos con transferencias parlamentarias. Para Peñalosa la mermelada es corrupción y no está dispuesto a transar con corruptos. A diferencia del presidente Juan Manuel Santos, que defiende cínicamente la mermelada, Peñalosa siente hasta desprecio por esa clase política que se ha acostumbrado a pelechar de los recursos públicos, porque con Antanas comparte la idea de que estos son sagrados. Por eso en el tema de la salud es enfático al afirmar que “la vacuna más importante que requiere nuestro sistema de salud, es una vacuna contra la politiquería y contra la injerencia de intereses económicos corruptos”. Y contra todos los pronósticos Peñalosa ha puesto un listón alto en el debate presidencial que ya ha comenzado a marcar distancias con los sectores más conservadores. Puso a los candidatos uribistas a responder sobre su idea de considerar la posibilidad de legalizar la marihuana. Semejante propuesta que lo coloca en las grandes ligas de los demócratas mundiales, refrenda su vocación de centro. En esa misma dirección formula un concepto que parece más bien sacado de un discurso ecologista del presidente Pepe Mujica de Uruguay: “Concebir la ciudad avanzada, no como una en la que aún los ciudadanos de menores ingresos usan el carro, sino una en la que aún los más ricos se movilizan en transporte público”. Y como para que no quede duda  de que prefiere emular con el propio Pepe Mujica, con ideas vanguardistas, modernas y anticonsumistas, piensa que hay que “aprender a despreciar los valores materialistas ramplones de los corruptos; para que el joven admirado en el barrio sea el que hace deporte, pinta, lee, sabe de aves y camina en las montañas. Que respetemos más a los que enseñan que a los que tienen”. El caso es que Peñalosa se ve hoy como una alternativa a la polarización Santos-Uribe y se siente como un catalizador en la disputa Procurador-Petro. Se va colando por el centro porque sintoniza con los indignados, los inconformes y los excépticos. Se aleja de los dogmatismos y encuentra frescura en las terceras vías porque cree que se debe “insistir en lo que nos une más que en lo que nos separa”. Y para sorpresa de los sectores más radicales de la izquierda, Peñalosa piensa que algunos TLC se deben renegociar para no permitir un cataclismo a la vida campesina. Más que de centro esta propuesta parece de los seguidores del senador Jorge Robledo, quienes nunca le hubieran apostado a que el candidato verde tuviera ideas proteccionistas para el sector rural. Pero no menos sorpresa debe producir en otros sectores que Peñalosa muestre que ser de centro no implica tener mano blanda, a la hora de buscar la seguridad urbana. Considera que así como en Colombia se creó una de las mejores fuerzas armadas y de Policía del mundo para enfrentar la guerrilla, los paramilitares y los narcotraficantes, ahora se necesita una fuerza especial para dar la lucha frontal contra las bandas criminales en las ciudades. Lo cierto es que Peñalosa no se deja pedalear y prefiere pedalear él. Y aunque el expresidente Uribe trine con tristeza las posturas demócratas de Peñalosa y el Procurador lo meta en la lista de los excomulgables por pensar en legalizar la marihuana, los sectores democráticos tienen ya una opción de centro y ciudadana para enfrentar la corrupción.
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