¿A quién creerle?

Con motivo del proceso que le abrió la fiscalía a la excontralora Sandra Morelli muchas personas han tomado partido de un lado y de otro. Para los amigos de ella, como el Procurador Alejandro Ordoñez, la están masacrando. Mientras para sus enemigos, como el abogado Ramiro Bejarano, ella es una delincuente prófuga, que se dedicó a desfalcar al Estado mediante contratos de dudosa factura. Sobre ese mismo tema el fiscal Montealegre asegura que la señora Morelli tiene todas las garantías procesales, pero la excontralora alega que su apresurada salida del país se debió precisamente a carecer de garantías pues ella había osado investigar al Fiscal por el caso de Saludcoop. En otro asunto, como el de los estudiantes venezolanos expulsados de Colombia las cosas son más o menos del mismo talante. El uribismo critica fuertemente la decisión de la Cancillería por considerar que se violó el derecho de asilo y se los entregó a un gobierno despótico y totalitario como el de Maduro. Pero el gobierno se defiende acusando a los estudiantes venezolanos de estar en actividades conspiradoras. “No son unos angelitos” dice el Super ministro Nestor Humberto Martinez. Cuando se trata de las chuzadas del hacker Andrés Sepúlveda y Andrómeda todo es igual de confuso. El gobierno dice que el tal Hacker trabajó en la campaña de Oscar Iván Zuluaga y adelantó tareas de espionaje virtual para desacreditar la campaña reeleccionista y el proceso de paz. Sin embargo los Uribistas aseguran que el hacker fue empleado de J.J.Rendón y desde allí se fraguó la estrategia para infiltrar la campaña del Centro Democrático. En las conversaciones de La Habana también se presentan distintas y encontradas versiones. Para algunas personas las víctimas que viajan a encontrarse con los delegados de la guerrilla deberían ser sólo las que sufrieron por el conflicto con las Farc. Otras opiniones y el Gobierno defiende la decisión de que viajen representantes de todo tipo de víctimas, de las Farc, ELN, paras, Estado, Narcos, etc. Ambos lados argumentan con igual vehemencia sus posiciones sin que se pueda hacer un debate tranquilo y ponderado sobre un tema tan importante. Con relación a las reformas presentadas por el gobierno tampoco hay consenso. En la tributaria para el ministro de Hacienda se estaría haciendo pagar a los más ricos, pero otras personas aseguran que el impuesto al patrimonio, como lo quiere el gobierno es confiscatorio y además es para tapar el hueco fiscal y no para un verdadero crecimiento de la inversión. Estos son solo algunos ejemplos de la polarización que se está viviendo en este segundo período de Juan Manuel Santos. Las versiones diarias son contradictorias y uno con dificultad puede tomar partido porque la información casi siempre tiene un tufillo politiquero y un sesgo ideológico. Por supuesto es imposible esperar unanimidad en la opinión pública, pero estos niveles de confrontación no se habían visto hace muchos años por lo que se augura un segundo período presidencial bastante difícil. Como dicen si así fue el desayuno, ¿cómo será la comida? El problema es que el gobierno está reeditando la tanda de reformas que presentó en el primer periodo presidencial: la de la justicia, la política y la fiscal. Pero si no pudo hacer mayores avances cuando tenía la férrea unidad nacional, ahora con semejantes opositores no va a ser nada fácil. Mientras tanto recibimos diariamente informaciones encontradas sin que sea fácil dilucidar cuál es la verdad verdadera. Cuando se toma partido en todos estos temas da la impresión que no es debido a los argumentos sino a la identidad política o al fanatismo ideológico, lo que no resulta sano para el país. Yo confieso que me encuentro confundida y a estas alturas me cuesta trabajo saber a quién creerle. ¿A ustedes les pasa lo mismo? www.margaritalondono.com http://blogs.elespectador.com/sisifus/